Problemas que no serían problemas – Aída holguín
Lunes 1° de enero de 2017… Los mexicanos despertaron, y el más terrible de los gasolinazos ya estaba ahí.
Cierto es que el anuncio de la liberación de los precios de las gasolinas y el diésel se hizo con la debida anticipación, pero también es cierto que dicho aviso no mitiga la afectación que, sin duda alguna, sufrirán paulatinamente las familias mexicanas.
Y es que aún y cuando José A. Meade, secretario de Hacienda y Crédito Público, asegure que el Gobierno Federal cuidará que esta medida no tenga un impacto inflacionario, lo cierto es que no se necesita ser experto en la materia para saber que el actual Gobierno Federal, lo menos que ha hecho, es velar por el bienestar de los mexicanos y que, tratándose de un factor productivo indispensable -por ejemplo- en la fase de distribución de los bienes o servicios, el alza en su costo sí provocará un aumento sostenido y generalizado de los precios.
Sin duda alguna, la liberación del precio de las gasolinas y el diésel supone la generación de condiciones adecuadas para una verdadera competencia en el mercado respectivo; sin embargo, el problema no es la liberación -por sí sola-, el problema son las políticas recaudatorias representadas -en este caso- por el IEPS.
Con el IEPS federal fijo sobre los energéticos en cuestión para el ejercicio 2017 (que aunque usted no lo crea ya contemplan una reducción), se prevé un ingreso adicional del 40%; es decir, más de 73 mil millones de pesos. Aquí, el problema tampoco sería problema si no se intuyera a manos de quién van a ir a parar tantos millones de pesos. Dicho en otras palabras, si no se supiera que la mayoría de los impuestos suele ser utilizado para beneficiar a la clase política en el poder y no a quien en realidad se debiera; o sea, a la sociedad en su conjunto.
Los dos problemas (que no deberían ser un problema) puntualizados anteriormente, han provocado un tercer problema que tampoco debería ser problema: las muestras de inconformidad por los exorbitantes costos de las gasolinas y el diésel.
Esta tercer problemática, no sería un problema si no fuera porque el uso legítimo del derecho a la libre manifestación no se orientó (por lo menos no en las primeras acciones del lunes 2 de enero) de manera correcta.
Como ya se ha dicho varias veces en este mismo espacio de opinión, es necesario que todos los mexicanos salgan de su zona de confort y, amparados en su legítimo derecho, señalen o exijan todo aquello que deba ser señalado o exigido; no obstante, es igualmente necesario que comprendan y acepten que no se debe hacer uso de los derechos violando los derechos de los demás, ni mucho menos en perjuicio del propio pueblo.
Materializando el párrafo inmediato anterior, el caso particular de la toma de casetas o cierre de tramos carreteros -como forma de protesta y presión- son acciones que en realidad no atacan al problema desde su raíz y; peor aún, agravan más (como es el caso de Chihuahua) la crisis económica y financiera de las entidades y sus habitantes.
Indiscutiblemente, es justo y necesario manifestarse en contra los abusos de quienes, estando en el poder, toman decisiones que solo benefician a unos cuantos. El problema (que sí es problema) es que en lo que respecta al tema que en esta ocasión nos ocupa, se trata de un asunto de carácter federal. De ahí que la mejor dirección de las manifestaciones (particularmente los referentes a cierres y toma de instalaciones) debiera orientarse hacia las instancias federales como -por ejemplo- delegaciones o representaciones en las entidades federativas, oficinas de enlace de los legisladores y -en su caso- casetas de peaje o tramos carreteros federales.
Claro que hay que estar muy conscientes de que, conociendo como ya se conoce el modus operandi de la administración de Enrique Peña Nieto y del Congreso de la Unión, es prácticamente seguro que las manifestaciones (sean como sean) no les quitarán ni el apetito; no obstante, queda la esperanza de que el costo político -que ya se vislumbra pagarán en el 2018- provoque que en un futuro no muy lejano, piensen muy bien las cosas antes de tomar las próximas decisiones.
Concluyo en esta ocasión con lo dicho alguna vez por el físico, filósofo y humanista argentino, Mario Bunge: “El problema principal del mundo contemporáneo -también lo fue del antiguo- es la concentración de la riqueza y de los bienes en pocas manos. La desigualdad, un problema de siempre, es un problema que sólo se podría resolver tomando medidas económicas, culturales y políticas…”
Aída María Holguín Baeza
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