El día de ayer me reí como tenía rato que no me reía. Leí un editorial suscrito por el inefable Cruz Pérez Cuéllar que lleva por título: “Reto de Cuarón: superar la condición de bestia”; la verdad me divertí mucho… luego me preocupé.
Junto con otros tránsfugas de sus partidos, Crucito es uno de los políticos reciclables que Morena -esa “súperbarredora”- tiene en la mira para integrar las planillas con las que habrá de contender en un futuro cercano. Otros como él, que también escriben por cierto, están aprovechando la coyuntura y afilándose las garras para el “Gran Regreso”. ¡Pobre Chihuahua!, si debe lidiar con esos incompetentes, incapaces de redactar decentemente un texto de dos cuartillas.
Antes, dos aclaraciones: Sí, sé que estoy en medio de una serie de tres artículos y que me había comprometido a morigerar mis cada vez menos sulfúricos párrafos, pero… no me pude resistir: Que crucito esté hablando de bestias ya es mucho decir.
Por salud mental yo jamás leo ninguna de las imbecilidades que escribe; sin embargo, esta vez, la denominación del artículo llamó mi atención y ahí me tienen, quemándome los ojitos. ¿Por qué continué leyendo después de las primeras líneas? Porque ahí, en la segunda encontré un adjetivo fabuloso; escribe Cruz: “El maestro José Vasconcelos nos ha dejado como experiencia, en su basta obra, […]”.1 ¡Ta tán! “¿Qué más dislates podrá escribir este zonzo?”, me pregunté; y sí, ahí estaban: Escribió: “Sobretodo” donde debía decir: “Sobre todo”, pues se trata de expresiones diferentes, con significados distintos; también: “[…] a quien le corresponda asumir el rol de administrar los recursos para la educación y cultura en la entidad […]”, sin saber que una de las flamantes reformas fue dividir la gestión de educación y cultura y formar dos secretarias donde antes había una; y podemos continuar: “Consensar”, en vez de “consensuar”, que es la voz correcta; “secretario de Educación y Cultura”, en lugar de “Secretario de Educación y Cultura”, pues al tratarse del nombre propio de un órgano del Estado se escribe con mayúsculas -además del error de confundir la denominación y la naturaleza del cargo-; “mas”, en sustitución de “más”, confundiendo el coordinante con valor adversativo equivalente a “pero” con el cuantificador; “el” en vez de “él”, confundiendo el artículo con el pronombre (se lee: “educado en las escuelas más caras del estado y fuera de el […])”-; escribe el angelito: “sopena”, en lugar de “so pena” (“bajo pena”); y concluye: “[…] con otra frase del Maestro de América relacionado a la educación […]”, sin percatarse de la falta de concordancia entre las voces “frase” y “relacionado”. La palabra “basta” (tosco, áspero) a que aludí en un principio, me llamó la atención porque en el contexto en que el burro la emplea, el adjetivo correcto sería “vasta” (amplia, extensa). Por no hablar de esta joya de la elegancia y el buen decir: “Se asuma con esa responsabilidad de ir a tumbar los obstáculos”. Como se ve, el castellano es la tumba de Cruz; quien va dando tumbos, sumido en su basta y vastísima ignorancia, que no hay modo de tumbar.
Concluyo: No vayan a leerse estos párrafos como una defensa gratuita del Gobierno del Joven Maravilla ni, tampoco, como una ruptura a la manda que me impuse en esta Cuaresma de guardar mullido silencio sobre aquello que me incomoda el ánimo pues su objeto es ajeno a mi entorno inmediato; en segundo lugar, ésa es la razón de que, salvo contadas excepciones, no lea los bodrios insufribles que publican la mayoría de los políticos o expolíticos, metidos a escribidores; si resultaron pésimos gestores de la cosa pública, no hay porqué pensar que podrían resultar buenos editorialistas.
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Luis Villegas Montes.
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