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Putín….por Luis Villegas

PUTIN.

No, no voy a hablar mal de nadie; ni a referirme, expresa o veladamente, a ningún mandatario, presente o futuro, cercano o lejano; ni a alzarme como panegirista de causa alguna.

Es sólo que, de un tiempo a la fecha, he escuchado o leído las opiniones del Presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, y aunque sé perfectamente que son cuidadosamente planeadas, fruto de una campaña de marketing —la idea que nos intentan vender es que Putin es algo así como uno de los primeros muñecos de acción de la década de los setentas; había uno, de cuyo nombre no pude acordarme, que tenía un dispositivo en la espalda y al presionarlo empezaba a mover el brazo de arriba hacia abajo y “rompía” tablas, bloques y cosas así; pues Putin puede desde nadar en ríos congelados hasta montar osos; según algunos medios de comunicación, Putin es abogado por la Universidad Estatal de Leningrado, graduado con honores; fue espía de la KGB, durante 16 años; es experto en armas de fuego; es oficial del ejército ruso, teniente de Justicia; además, es piloto aviador, conductor de Fórmula 1, jugador de hockey, yudoca con cinta negra de seis niveles, karateca con dos cinturones, cazador y buzo; toca el piano y, para colmo, habla perfectamente ruso, alemán e inglés.1 Vamos, digámoslo de una manera rápida y ejemplar: comparado con él, nuestro flamante Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, Putin sería un rottweiler y Peña una especie de hámster (más simpático y más tarado que uno “normal”)—, lo cierto es que no puedo dejar de admirar al ruso cuando se afianza en ciertas convicciones que, por impolíticas, parecieran medievales y no obstante refrescan el alma.

No voy a contar aquí la ocasión en que, en su cara, acusó a un comunicador de que el “periodista vencía al analista”2 ni a ninguna otra igual de escandalosa… u oportuna; no señor. Me quiero centrar en un afincamiento indispensable de Putin, ése cuando habla de los ateos;3 sólo deseo dejar a Usted estas frases que me parecen maravillosas por contundentes y veraces: “Cada uno puede pensar lo que le dé la gana”, cierto; “pero lo que sí me molesta es la ignorancia”, y molesta porque cualquier mentecato o mentecata “progresista” se siente con derecho a descalificarlo a uno por creer en Dios o escribirlo así, como debe de ser, con mayúsculas —¿en qué momento tener fe se volvió ofensivo, Dios mío?—, pero en ésas estamos; “los ateos modernos se creen dueños de las ciencias […] de la intelectualidad”, ¿a poco no? Cualquier pelagatos se siente con derecho a descalificar las creencias de uno y tacharlo de “supersticioso”, en el mejor de los casos; o de  “fanático”, en el peor; “tienen esa fábula de que el ser ateos los convierte en personas inteligentes […] y aquí es donde se nota el nivel de ignorancia”; y una fantástica por lúcida e irrebatible: “Si hubiera que erradicar ideologías asesinas [refiriéndose a las luchas religiosas] el ateísmo estaría al comienzo de la lista”, luego de aludir de manera expresa a la Unión Soviética, a la China de Mao y a la Camboya de Pol Pot.

Prueba de esto que afirmo, de ese “racionalismo” exacerbado que sigue licuando la cabecita loca de algunos ateos, izquierdistas o no, es Ayn Rand, quien sostenía, la pobrecita, el “objetivismo”, sistema que defiende “egoísmo racional”, el individualismo y el capitalismo (neoliberalismo), bajo el argumento de que es el único sistema económico que permite vivir al ser humano como tal.4 De Hawking, pobre infeliz enojado con Dios y con el Mundo, mejor ni hablar; su triste condición explica y resume su postura “científica”.

A principios de este año, escribí tres reflexiones bajo el título genérico de: “¿NO QUE NO? O DE LIBROS Y DE FE”; en ella, sostuve, entre otras cosas, que: “no existe manera de demostrar que lo que yo pienso existe realmente fuera de mí. Para efectos prácticos, bien podríamos estar en la Matrix; […] Ya encarrilados, creer en la definitividad de la ciencia es un acto de fe, exactamente igual que creer en Dios. Con la diferencia de que la idea de Dios constituye un referente ético para todos los efectos de la vida práctica, resumido de un modo admirable por Jesús: ‘Amad al prójimo como a ti mismo’”.

La ciencia —y su diosecillo infame, la técnica— para lo único que en verdad ha servido es para enriquecer a unos cuantos y exterminar miles de vidas en segundos. Como sea, ¡Arriba Putin! ¡Abajo Peña Nieto!

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Luis Villegas Montes.
luvimo6608@gmail.com, luvimo6614@hotmail.com

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