Septiembre: Mes Patrio…por Luis Villegas Montes
SEPTIEMBRE: MES MATRIO.
Lo sé: todo mundo dice que septiembre es el mes de la Patria y por eso se le llama el “Mes Patrio”; pues bien, yo digo que es el “Mes Matrio” porque, a la Patria, hace años que nos venimos empeñando los mexicanos en romperle su madre.
Septiembre, como la Navidad por ejemplo, hace añales que dejó de ser lo que era; en algún punto del trayecto perdió su esencia y nos queda una festividad hueca, vacía. La Navidad no es ya, como tampoco lo es la Semana Santa, época de devoción; de obligada reflexión; de paréntesis indispensable en este trajín de vida para reencontrarnos con la idea básica del ser: Dios. Es una cosa de fiestas, ya ni “posadas”, lo que se dice “posadas”, hay; existen sí, reuniones de amigos como ocasión para comer, fumar y beber; pero de la noción detrás de tan significativas fechas, nada de nada; apenas, un atisbo de generosidad, producto del mercantilismo más atroz y despiadado.
Igual septiembre; un mes prostituido por los discursos oficiosos y oficialistas. Estoy convencido, conozco muchísimos funcionarios de primero a cuatro nivel, que no tienen la más remota idea de las gestas de Independencia o, ya puestos, de la Revolución siquiera; se llenan el gañote de vivas respecto de un montón de gente de quienes no tienen la más peregrina idea de quiénes fueron o cuáles fueron sus méritos, reales o supuestos, para estar con el cíclico dale y dale de: “¡Arriba zutano! ¡Arriba! ¡Arriba perengano! ¡Arriba!”; y así.
No va a faltar el baboso que me cuestione por esta reflexión; se le va a llenar la boca con el lugar común de “los héroes que nos dieron patria” y ese tipo de chorradas necesarias para que los analfabetas funcionales —que abundan— puedan digerir, así sea un tantito, ideas como: libertad, nación, soberanía, etc., porque de otro modo pues no; no hay forma; con el cuento de que no leen y por no hacerlo se les olvida leer y por no saber leer no entienden, lo cierto es que enristran la pluma o abren el hocico para decir —o lo que es todavía peor, repetir— burradas a diestra y siniestra (no faltará quién me acuse de cómo siendo magistrado no soy patriotero —ya los oigo—).
Para ésos, ya ni siquiera me voy a enfocar en la estadística que refleja la mísera condición de millones de compatriotas ni con destacar datos o hechos que, por su significación, ilustran mis afirmaciones empezando por la proverbial sumisión a los gringos, ¿para qué?; prefiero limitarme a glosar, así sea de modo breve, un corto párrafo contenido en la Constitución general de la República: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste”, reza la primera parte del artículo 39 de la Ley Cimera.
En teoría, la Constitución impera sobre todo y sobre todos; nada ni nadie, es superior a ella. En los regímenes dictatoriales, la voluntad del gobernante es soberana y no reconoce potestad superior; en un Estado así, la existencia de funcionarios a cargo de las tareas de Gobierno resulta intrascendente; es sólo un asunto de naturaleza práctica —no de índole jurídica pues frente al poder del gobernante, la idea de una Constitución que acote su actuación es impensable—.
En México y en Chihuahua, en teoría, el titular de todo poder público es el pueblo y en su nombre se ejerce. Así de claro lo previenen las constituciones federal y local en sendos artículos, el 39 citado, y el 27, primer párrafo, que dice: “La Soberanía del Estado, reside originariamente en el pueblo, y en nombre de éste la ejercen los poderes establecidos en esta Constitución”.
¿En qué recoveco de la historia matria se empezó a pasar por alto esta idea tan simple, tan sencilla? Misterio.
Quien venga, entonces, a decirme que en septiembre hay motivos para festejar la independencia y la libertad del pueblo de México le voy a responder con la única verdad posible: ¡Tarado! Ya si me dice que no, que la verdad es que el gustito le viene por el asunto del “puente”, pues entonces felicidades, provechito y felices fiestas matrias.
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Luis Villegas Montes.
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