Itchy feet…por Luis Villegas Montes
ITCHY FEET.
No, no, no, no, ¡no! Por más que me esté muriendo de ganas, y traiga a algunos sujetos, sujetas y sujetes entre ojos, no se trata de ningún insulto; en español, lo más parecido a “itchy feet” es “patita de perro”; pues bien, sólo trato de decir que ya me quieroir; ya me cansé, ya no quiero estar aquí; con el cuento de los sujetos, las sujetas y los sujetes, me hace falta un respiro. Estoy que se me cuecen las habas para cantar con don Vicente Fernández que: “Me voy muy lejos, lejos, lejos…” e irme a echar debajo de una palmera en compañía de unas cervecitas y un montonsote de libros. Nótese lo elegante de la expresión: no “móntón”, “montonsote”.
Meses ha escribí que había comprado dos libros de Jorge Volpi: “Tiempo de Cenizas”1 y “La Paz de los Sepulcros”,2 “junto con otros cuatro o cinco que ya iré comentando”;3 pues entre los cuatro o cinco junté diecisitantos que pienso leer de cabo a rabo en esos santos días decembrinos, olvidándome por dos dulcísimas semanas de los sinsabores del mundo y las zozobras y sobresaltos con que amanezco cada lunes y martes, virtud a la panda de rufianes que desde el gobierno y sus adláteres se empecinan en estar jo… robando; ya veremos cómo recibir el 2018: si buscando una candidatura o encuerado en la Plaza Hidalgo; pero en lo que a mí respecta, este año lo termino leyendo a lo loco.
Lo sé, bien lo sé, que no va a faltar quien me critique el listado de libros que, a partir de ese punto, da comienzo; si Usted es de ésos, ahórrese el refunfuño y váyase al penúltimo párrafo; si no, pues aquí vamos.
En qué orden he de leerlos es cosa que ni yo sé, pero tengo hartas ganas de leer el último de Almudena Grandes, “Los pacientes del doctor García”;4 tentativamente, me seguiría con el último de Arturo Pérez Reverte, “Eva”;5 y luego el último de Dan Brown, “Origen”,6 que es basura, por supuesto, pero desde el Código Da Vinci lo he leído todo inspirado por algo que no sé llamar de otro modo más que “morbo”. Ésta es una estrategia indispensable por si resulta que Brown resulta insufrible (me temo que sí), en cuyo caso, ya vendrán el bálsamo (en teoría), del último libro de Ken Follet, “Una columna de fuego”;7 así como el último de la zaga de Millennium, “El hombre que perseguía su sombra”.8 El último de Pierre Lemaitre, “Recursos inhumanos”,9 lo leí en julio pasado, pero en esa ocasión me traje dos viejitos que guardo como reliquias para el momento oportuno (llegará en unos días, lo sé) y son: “Irène”10 y “Vestido de novia”.11
Después de esos títulos todo lo demás es una incógnita por despejar; están: “Gengis Kan. El Conquistador”, de Jose Freches12 —que a mí llegó de la mano beatífica de la amistad— y viene con buena crítica, un poco al estilo de Santiago Posteguillo (yo digo); “El amor y los bosques”,13 de Éric Reinhardt, en cuya contraportada se lee: “El retrato de una mujer en busca de una pasión. Una Madame Bovary contemporánea” ¡zas! ¡Qué juerte!; “El que mueve las piezas”,14 de Ariel Magnus, cuyo resumen dice: “Novela bélica, lúdica, documental, familiar, de espionaje”; “El asesinato de Margaret Thatcher”,15 de Hilary Mantel, de quien la crítica ha dicho que se trata de “una escritora genialmente vívida e ingeniosa” (The Times); “Conducir un tráiler” de Rogelio Guedea, que se sitúa en México y me sedujo por el título;16 “Reflejos en un ojo dorado”,17 de Carson McCullers, con un epílogo de Tennesse Williams y que, en su momento (1941), “escandalizó a la opinión pública americana” al abordar temas como la homosexualidad, la infidelidad o la desolación en el contexto de una intachable institución: el ejército de los Estados Unidos; “Estados Unidos de Japón”,18 de Peter Tieryas, brillante novela de ciencia ficción (dice la crítica); junto a dos ensayos que prometen —según yo—: “La conquista de la felicidad”,19 de Bertrand Russell, que también me llegó de la mano de la jubilosa amistad, y por último, “Ojo de Oro”,20 de Alejandro Jodorowsky, que ensayo, ensayo, ensayo, lo que se dice ensayo, no es, pero que hayqueler.
Como se ve, pertrechado sí voy a las vaqueishons y con una ganas inmensas de olvidarme de todo y de todos, mientras me echo al coleto un par de cervecitas bien heladas; sin dejar pasar que, entre libro y libro, aparte de mentarles su poca o nula madre a ese otro montonsote de sujetos, sujetas y sujetes, he de meditar, con toda seriedad si, ya de regreso de ese mar de olvido, me voy a buscar una candidatura local —o federal— o ya de plano me encuero en la Plaza Hidalgo, porque ya me harté de amagos y amenazas de ese hato de b…árbaros que desgobiernan desde los tres poderes del Estado.
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Luis Villegas Montes.
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