Ya saben quién…por Luis Villegas Montes
El pasado lunes llegó a mis manos un editorial1 que sirve para apuntalar mis dichos de la semana pasada, respecto de ya saben quién. Leyéndolo, no hay modo de omitir las similitudes, el parecido mayúsculo, grotesco casi, en las formas y en los modos, de ya saben quién con ya saben quién. Dos versiones de lo mismo que, difícilmente, podemos escindir una de la otra; se lee en él:
“Sin adentrarse en los laberintos de la psique puede decirse que [ya saben quién] se había distinguido por su sectarismo. Más que pensar en el ensanchamiento de su base, parecía empeñado en cuidar la pureza de su movimiento. No buscaba la conversión de los escépticos sino el apasionamiento de sus leales. El sectario está convencido de que cualquier pacto con el otro es obsceno, que hablar con quien piensa distinto es ensuciarse. De ahí que la autocrítica sea impensable para el sectario. Atreverse a ver los errores propios, aceptar la responsabilidad en el fracaso es inaceptable. El sectario ha de alimentar por ello las conspiraciones que lo liberan de cualquier responsabilidad. Sólo el perverso todopoderoso que nadie ve es culpable de su desgracia.
[ya saben quién] A cada cuestionamiento respondía con una descalificación moral. Hace apenas unos meses, se enfrentaba en pleitos absurdos con periodistas que cometían el terrible pecado de hacer su trabajo y hacerle preguntas incómodas. [ya saben quién] rehusaba la respuesta para lanzarse a la descalificación personal de los periodistas. Quien cuestiona al prócer le hace el caldo gordo a la mafia. Ofrecía entonces consejo a los periodistas para hacer su trabajo. Cuestionarlo era venderse a los traidores.
Dudo que alguien se entusiasme con el equipo que rodea a [ya saben quién] Bajo ningún punto de vista podría decirse que se trata de una selección nacional”.
Eso lo hace el mismo mequetrefe loco y envilecido de toda la vida, que toma partido, de nombre, por las mejores causas, causas dignas de ser peleadas, y luego las ensucia con su indecoroso pragmatismo que clama victorias donde sólo existe el contubernio.
El ya saben quién de hace unos días es el mismo ya saben quién de ayer, de hace dos meses o de hace seis u once años; las víboras no se transforman, sólo cambian de piel; y en su afán de hacerse con el poder son capaces de cualquier exceso, de cualquier tipo, para conservarlo o llegar a él.
Los ya saben quién sólo viven en la desmemoria cómplice: ya por ignorancia, ya por mala fe. Lo que puede afirmarse, también y sin ambages, de la totalidad de sus seguidores: o no saben quién es y cómo es; o sí saben, pero se hace patos porque les conviene y siguen al loco, como siempre, para sacar tajada.
Ya saben quién, avanza en el despilfarro, en el derroche, en la mentira y en la calumnia, sin que haya posibilidad de hacerle frente, por lo menos de manera conceptual, porque ya está blindado de antemano: quien no está con él, en sus términos, en sus condiciones, está contra él y punto, porque sólo a él la verdad le asiste; incluso, puede violarse la ley en su nombre y está bien; y hacer uso arbitrario del Presupuesto y también lo estará, porque “la causa del pueblo” —del pueblo de él, que él concibe, que él define, que él encarna— ampara cualquier abuso.
Sin embargo, hay algo que hermana a los bobos y a los malintencionados: la ceguera. No ven, ninguno de los dos, que por ese medio se desembocó en el priato; por cada imbécil que en su momento le respondía al Mesías de turno cuando les preguntaba la hora: “la que Usted diga”, se llegó a este punto y aquí seguimos: con ya saben quién como puntero en las encuestas.
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Luis Villegas Montes.
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