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Aunque el PRI se cambie de nombre…por Aída María Holguín

Han pasado casi 90 años desde que nació el partido político más longevo de México. Desde ese entonces, ha cambiado de nombre dos veces y, según su nueva líder nacional, Claudia Ruiz Massieu, existe la posibilidad de cambiárselo por tercera ocasión.

El “novedoso” planteamiento de Ruiz Massieu, está directamente ligado a la idea de refundar al PRI. Lo que ella parece no recordar (o quizás no lo sabe), es que los dos cambios anteriores se dieron pensando, básicamente, en refundar al partido. El problema es que esa estrategia no les ha funcionado.
Fue en 1929, cuando el Partido Nacional Revolucionario nació para debutar en las elecciones federales extraordinarias, mismas en las que, gracias a un megafraude electoral, obtuvo el contundente e “indiscutible” triunfo.
En tan solo 9 años, el PNR cometió muchos abusos y la inconformidad popular lo obligó refundarse y a reestructurarse (1938). Con ello, vino el primer cambio de nombre: Partido de la Revolución Mexicana.
Durante los primeros años de vida del -entonces- PRM, hubo grandes cambios positivos que lo ayudaron a consolidarse como un partido político congruente y confiable; reivindicando así, su imagen pública. Sin embargo, con el paso del tiempo, el gansterismo político y electoral en el PRM terminó decepcionando a propios y extraños. Eso, provocó su segunda refundación y cambio de nombre.
Fue entonces que, en 1946, cambió su denominación a la de Partido Revolucionario Institucional. A través de sus siglas, ese partido político ha evidenciado (consciente o inconscientemente) su genética; es decir, ha demostrado cuál es su verdadera identidad y naturaleza.
Total que pasaron 66 años (de abusos y vicios), y en todo ese tiempo el PRI no consideró necesario refundarse ni cambiarse (por tercera ocasión) el nombre; no obstante, en el 2012 se presentó como el “nuevo PRI”. Un “nuevo” PRI representado por figuras como César Duarte, Javier Duarte, Roberto Borge y el mismísimo Enrique Peña Nieto -entre otros-. Gracias al vergonzante desempeño de ese nuevo PRI, el pasado 1 de julio pasó lo que ya se veía venir (solo el PRI no quería verlo): el PRI prácticamente desapareció del mapa electoral.
El caso es que, aunque refunden y le cambien (otra vez) el nombre al PRI, seguirá siendo -en esencia- el mismo. El ADN que lo ha identificado a lo largo de casi nueve décadas, así lo confirma.
En esta ocasión concluyo citando lo dicho alguna vez por el filósofo y sociólogo escocés, David Hume: “Podemos cambiar el nombre de las cosas, pero su naturaleza y acción nunca cambian”.
Aída María Holguín Baeza
laecita.wordpress.com
laecita@gmail.com

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