¡Gracias Guazapares por tanto amor!…por Marcela Meléndez
Por Marcelas Meléndez Yañez–
Guazapares me recibió con los brazos abiertos y estoy eternamente agradecida!
Hace dos años que inicié mi labor docente en la comunidad de Batosegachi, Guazapares y claro que estar en una comunidad que se encuentra como a nueve horas de casa, donde no hay señal para teléfonos móviles y cuando llegas a tener no agarran los datos, no hay mucho contacto con la familia, amigas y amigos, pero cada llamada o cada mensaje te llenan de fuerza. Sólo es un poco difícil al principio.
Mi amiga, Janeth De La Peña y yo, nos fuimos sin saber nada, sólo con una maleta y dos cobijitas.
Al llegar a Témoris, explicamos a los policías a qué veníamos y nos acercaron a la comunidad y lo hicieron con todo el gusto; nos llevaron a casa de una familia que sin conocernos nos hospedaron en su hogar durante dos semanas.
Para yo llegar a mi centro de trabajo, caminaba una hora y media de ida y como dos de regreso (la subida estaba canija, la verdad sí lloré algunas veces), total, como a las dos semanas nos cambiamos a vivir a la comunidad donde se encontraba mi centro de trabajo, Janeth viajaba todos los días en una troquita de una compañía. Las madres de familia nos proporcionaron cobijas, colchón y unos catres que hasta la fecha los utilizamos.
Teníamos que asistir a cursos y nos la vivíamos de puro ride, ahí conocimos a muchas personas de las cuales entablamos una buena amistad. No faltaba la familia que nos invitaba a cenar, a comer e incluso a dormir en su casa.
Algunas de esas familias se hicieron tan cercanas que nos hacían sentir como en casa, se convirtieron en NUESTRA FAMILA. Hice amistades muy bonitas que sé que siempre podré contar con ellos y ellos conmigo.
Guazapares tiene personas con un corazón enorme. No falta quien te tienda la mano.
Llegar a la escuela y saber que los niños aún son niños, que son felices en los arroyos, que pueden andar descubriendo el mundo sin temor a nada. Donde ellos me enseñaron más a mi.
Sin duda la zona 47 un excelente equipo de trabajo, personas muy humanas y con una gran vocación.
Cierto día, la maestra Dora Elisa Ramos Orduño nos invitó a ir al centro de trabajo de dos de nuestros compañeros, ya me andaba arrepintiendo. Caminamos como cinco horas de ida y otras cinco de regreso. Para llegar a su escuelita es caminar subiendo y bajando cerros por un camino tan pequeño que apenas caben como tus dos pies (foto de los burritos), al llegar y ver un montón de niños tan contentos sabías que aquél cansancio había valido la pena. Y ahí supe que relativamente yo estaba en la “GLORIA”, aprendí a valorar el esfuerzo que hacía cada uno de mis compañeros y a querer aún más el lugar donde trabajaba.
Y definitivamente si hubiera la posibilidad de volver a elegir mi plaza con todo el gusto del mundo escogería Guazapares
¡De todo corazón, gracias Guazapares!
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