13 de septiembre: el otro show…por Luis Villegas Montes
Lo más cerca que estuve en estas fiestas patrias de mi ser patriótico fue un convivio en casa de la licenciada Wong.
A la fiesta fui calzando unas viejas botas vaqueras, color negro, duras, de piel de anguila que conservo de mis mocedades (todavía no sé porqué), con más abolladas que la consciencia de un político promedio. El hecho de vestirlas me confirmó en el hecho de que soy un ser de carne y hueso aunque, por la descarapelada que me di en los empeines, más parecía yo olla de peltre. Definitivamente, me están creciendo los pies.
Lo cierto es que estoy hasta el gorro de tanta faramalla y vacuidad; el mes de la patria hace más agua que el Titanic; además de la mentira de que el 15 de septiembre de 1810 el cura Hidalgo dio inicio a una lucha de independencia, está esa otra relativa a la fecha que sirve de título a estos párrafos: respecto de los niños héroes, lo cierto es que ni están todos los que son ni son todos los que están; excepto porque los jóvenes que lucharon el 13 de septiembre de 1847 en contra del invasor gringo, sí fueron héroes, lo demás es falso.
En efecto, ni todos eran cadetes, ni todos eran niños, ni tampoco eran nada más seis.
La historiografía nacional, otra vez, distorsionó los hechos para hacerlos coincidir, de manera conveniente, con intereses políticos de coyuntura; pero vayamos por partes: ¿no todos eran cadetes? No. Juan Escutia era un soldado del batallón de San Blas.
¿No todos eran niños? No. De hecho, la mayoría no lo era; Juan Escutia tenía veinte años de edad; Juan de la Barrera, diecinueve; Agustín Melgar y Fernando Montes de Oca, dieciocho; solo Vicente Suárez y Francisco Márquez eran menores, el primero tenía doce años y el segundo catorce (aunque no falta quien afirme que Suárez tenía diecisiete años).
Además, hoy se sabe que estos seis jóvenes no estuvieron solos; hubo otros muchos que en esa fecha tomaron las armas; hubo uno, en particular, al que la historia patria no le hace justicia —ese sí casi un adolescente (tenía quince años de edad)—. Ese “niño héroe”, tras salir vivo de la batalla, se convirtió en el mejor estratega del Partido Conservador y, de haber vencido a los liberales, quizá podría haber sido llamado: “El Presidente Niño Héroe” pues, a los veintisiete años de edad, accedió a tan elevada dignidad; aunque tuvo la mala fortuna de equivocarse de bando; ese niño se llamó Miguel Miramón.
En cuanto a la bandera (el asunto de “El Niño Envuelto”), los historiadores coinciden en que sí ocurrió pero no necesariamente que el protagonista haya sido Juan Bautista Pascacio Escutia Martínez, pues los libros de primaria le reconocen también el mérito al capitán Margarito Zuazo, del batallón Mina.
¿Cómo se explica este batidero? Las prisas.
Aunque la historia de los niños héroes se conocía desde el Siglo XIX, la historia se relanzó durante el sexenio del Presidente Miguel Alemán. En marzo de 1947 el Presidente americano Harry Truman visitó nuestro país, en el centenario de la guerra entre México y Estados Unidos, colocó una ofrenda floral que los cadetes del Colegio Militar devolvieron de malos modos a la embajada americana.
Al poco tiempo de la visita de Truman, durante unas excavaciones al pie del cerro de Chapultepec se encontraron seis calaveras que, literalmente, por decreto presidencial, se estableció que pertenecían a los niños héroes.
Llama la atención que alguien, hace cien años, se haya tomado la molestia de enterrarlos a todos juntos, incluido el de la bandera. Me hubiera gustad saber quién fue. Tanta previsión y diligencia son dignas de admiración.
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Luis Villegas Montes.
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