Manuel sinónimo de ”memo”, ”primo” o simplemente ”gilipollas”…por Luis Villegas
Me imagino que con ese título, entrado en ese asunto de los manueles podría ocurrir que un lector distraído pensara que en estos párrafos me refiero al “Cabeza de Guata” (¡ay, cómo extraño mis desahogos!) pero no.
Resulta que el mes pasado lo empecé, o casi, haciendo referencia a la obra de Manuel Larrainzar, ese animalito que tuvo la nefasta ocurrencia iniciar su crónica histórica aludiendo a los pueblos nativos de estos lares con la intensión, no tan sana, de extender en el tiempo la permanencia de aquello que hemos dado en llamar “mexicanidad”.
Pretensión imbécil, por donde se le mire, porque discurrir de ese modo implica que, además de echar mano de los avatares de las distintas etnias locales (otomíes, chichimecas y otras vainas) para explicar nuestros orígenes, deberíamos también, y en consecuencia, apropiarnos del bagaje histórico de la Madre Patria y entonces sí: ¡en la madre! Porque resulta que, para asumirnos como mexicanos, íbamos a tener que estar hurgándole santa parte a celtas e iberos, entre otros.
Para que no se diga que soy hocicón (que si soy), escribe Manuel Larrainzar: “No estuvieron á solo esto reducidas sus calamidades y padecimientos; del mismo rumbo de donde habían venido los olmecas y tultecas se desprendió otro ejército invasor entiempo de Áhuitzotl, octavo rey de México”;1 sí señor, como lo lee usted, con todas sus letras: ¡Octavo rey de México! ¿Cuál México? México surgió poco más de trescientos veinte años más después.
Pues bien, para que vea que estas no son digresiones ociosas, le recuerdo, querida lectora, apreciable lector, dos cosas: en medio del desastre de país que se avizora, hace cinco días López Obrador reiteró que España y el Vaticano “deben pedir disculpas por la Conquista”;2 en contraste, por increíble que parezca, el responsable de las finanzas públicas, Arturo Herrera, declaró, en una conferencia en Washington, que el gobierno está implementando estrategias para tratar de mitigar el efecto de un menor dinamismo económico; y que junto con el tema de la desaceleración, otro de los temas que le “quitan el sueño”,3 es el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Lo grave del asunto es que si este funcionario no duerme con motivo de la preocupación que lo acalambra, ¿cómo debemos estar el resto de sus compatriotas tras sus alarmantes declaraciones? ¿Durmiendo a pierna suelta?
Lo cierto es que un Secretario de Finanzas insomne no le sirve para nada a nadie; mucho menos, un Presidente de la República que, lejos de ver cómo reactiva la economía para vencer la problemática que representa el conflicto entre China y los Estados Unidos (que está impactando negativamente en nuestro país), se afana en estúpidas reivindicaciones pseudohistóricas para distraernos del cataclismo en marcha.
Mal está que reneguemos de nuestras raíces pues si mentimos a cerca de nuestros orígenes, nos mentimos respecto de quiénes somos y porqué y para qué estamos aquí. Manuel, Manuelito, ¡cuánto le has hecho a México!
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