“Ustedes los racistas, son los terroristas”, consignas de manifestantes contra el asesinato de George Floyd.
Los paramilitares venían armados con varas de bambú, palos de kendo y porras. Los jóvenes se defendieron y repelieron el ataque. Se reorganizan los halcones y regresan con armas de fuego de alto poder y terminan su faena liquidando a más de 120 jóvenes, se lee en Wikipedia.
Esto sucedió en el antiguo Distrito Federal el 10 de junio de 1971, con Luis Echeverría como presidente.
Como en sintonía, cuarenta y nueve años después, acusado de no llevar cubrebocas, –léase bien el motivo o delito–, no llevar cubrebocas, Giovanni López (albañil de 30 años de edad) apareció muerto después de quedar bajo control de los policías del municipio de Ixtlahuacán de los Membrillos Jalisco, el 4 de mayo.
Giovanni fue asesinado como consecuencia de las políticas autoritarias queEnrique Alfaro Ramírez desplegó de manera orgullosa para diferenciarse de las practicadas por el gobierno federal: cárcel a quienes no usaran cubrebocas en público, mano dura, implacable, presumía el político que ha pasado por PRI, PRD y MC. Julio Hernández López, Astillero, La Jornada, 08/06/20.
Al día siguiente del asesinato, policías de civil, con palos y bates, amagaron, detuvieron, golpearon y secuestraron a decenas de jóvenes que pretendían manifestarse afuera de la Fiscalía General del Estado de Jalisco.
En la mañanera denunciaron el confinamiento de seis jóvenes manifestantes en el penal Puente Grande de alta seguridad.
¿Tiene algún vínculo o nexo este asesinato con el halconazo?
El vínculo entre halconazo y guadalajarazo es que ambos hechos se dieron en medio de gobiernos que tienen común denominador, ser de mano dura –recuerde Díaz Ordaz–, neofascistas, antipopulares y altamente excluyentes.
Luis Echeverría venía del 68 y Alfaro de una fallida rebelión al pacto nacional fiscal contra el Gobierno de la 4T.
En el ámbito exterior, al grito de “las vidas negras valen y sin justicia no habrá paz”, cientos de miles se manifestaron el domingo pasado de costa a costa en Estados Unidos y en varias ciudades de todo el mundo, después que el 25 de mayo un policía blanco oprimió el cuello al activista afroestadunidense George Floyd hasta hacerlo desfallecer.
En Londres, Edimburgo, Madrid, Barcelona, Bruselas, Amberes, París y Berlín; en Sídney, Tokio y Seúl; en la Ciudad de México, Guadalajara, Brasilia, Río de Janeiro y Sao Paulo, entre otras, incontables personas han expresado su repudio a la discriminación.
En contraposición de lo descrito arriba, en Ciudad de México pareciera que se organizan marchas en busca de represión.
El domingo pasado un centenar de personas embozadas causó destrozos de consideración en el Centro Histórico capitalino.
La marcha dejó como resultado comercios saqueados, monumentos vandalizados y mobiliario urbano destruido, y en su transcurso ocurrieron conatos de enfrentamiento entre los participantes y ciudadanos que buscaban preservar sus establecimientos o que, simplemente, trataron de inducir a los marchistas a la sensatez y al civismo.
No obstante, los episodios ocurridos en esta capital y en Ixtlahuacán son incomparables, ya que en el segundo caso una persona perdió la vida, y, mientras en Jalisco el caso fue ocultado durante un mes, en CDMX se atendió con celeridad la demanda de los jóvenes, se detuvo y remitió a las instancias correspondientes a los presuntos agresores.
Debe considerarse que los actos de vandalismo tienen como telón de fondo la determinación de las autoridades locales y federales de evitar el uso de la fuerza como métodos para hacer frente a las protestas. A la luz de ese hecho, la violencia sistemática de los marchistas lleva a pensar que los organizadores de la movilización pretendían obligar a la policía a contenerlos y a adoptar métodos represivos.
La orientación política de los gobernantes tiene que ver en la conducción de sus gobernados.
Las conclusiones más importantes las hace Usted.
¡No al Golpe de Estado Blando en México!
10 de junio de 20020.
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