Tal vez a usted le haya pasado que de repente no encuentra algo o a alguien. Dónde estará, si aquí lo dejé, solemos preguntarnos una y otra vez. Hace algunos días angustiado me di cuenta que había perdido algo…me di cuenta que mi Juárez ya no estaba donde lo dejé. Caí en la cuenta de que ya no puedo hacer lo que antes hacía, de que ya no puedo ir a los lugares que antes podía y que tampoco somos los que antes estábamos. Veo cosas y caras nuevas. Y créame, sigo sin entender.
El Juárez donde se conocieron y se casaron mis padres ya no está. Aquella ciudad donde nacimos mis hermanos y yo, se ha ido. La pujante metrópoli donde también nació nuestra descendencia se fue de manera tan precipitada que no pude siquiera despedirme. No pude agradecerle lo mucho que nos ha dado. No puedo decirle lo mucho que la extraño. Ese Juárez se marchó, y su lugar ha sido ocupado por una ciudad que no conozco, una ciudad llena de pánico, de crisis, de desolación, de desesperanza, de tristeza. Una ciudad que está sedienta de justicia y hambrienta de los más mínimos satisfactores. Estamos sobreviviendo cosas terribles e inéditas en una ciudad que jamás imaginamos.
La sociedad juarense está tan impactada que no ha podido asimilar lo que ocurre y los que ya lo hicimos aún no lo hemos podido digerir. Ese Juárez que tuvimos, que vivimos y disfrutamos ya no está aquí, se marchó o a lo mejor la secuestraron, y no sabemos si volverá.
Esa comunidad tan trabajadora, esa hospitalaria ciudad en la que desde antes de salir el sol ya se estaban escribiendo miles de historias de éxito, como las de hombres y mujeres fronterizos que trabajando desde muy temprano y estudiando por las noches, lograron dirigir grandes empresas aquí y en muchas partes del mundo. En esta ciudad se han consolidado grandes atletas, aquí surgieron reconocidos actores y artistas, este valle ha sido la cuna de grandes empresarios y empresas, aquí se han creado importantes medios de comunicación, esta zona es reconocida por su hospitalidad y su diversa gastronomía.
Nuestra situación como frontera nos proporciona esa interesante biculturalidad. De la misma manera que celebrabamos la Navidad, celebramos el “Día de acción de gracias”, Semana Santa y el “Día de la Coneja”. Fuimos adoptando el Halloween, como nuestros vecinos aceptaban el Día de muertos. Pero por miedo, hasta la convivencia con las familias paseñas, lamentablemente se ha perdido. Inclusive aquí mismo ya no se convive como hasta hace unos años. Ya no se conocen a los vecinos, ahora todos nos cuidamos de todos.
Se nos ha arrebatado la posibilidad de que los niños juarenses disfruten de su infancia, al joven se le está cancelando la posibilidad de estudiar y divertirse. Al padre y madre de familia se le está impidiendo el derecho de trabajar digna y lícitamente, se está negando a los jóvenes la oportunidad hasta de “echar novio” en los parques de la ciudad. Al religioso se le está dificultando predicar y al médico curar. Y lo peor de todo, se nos está arrebatando la posibilidad de vivir y ser felices.
Y todo esto que pasa en esta ciudad ocurre ante la apatía de los tres niveles de gobierno y de nuestra clase política, porque hasta este momento no he visto ningún legislador de esta entidad ni de esta frontera defender a Ciudad Juárez en el Congreso de la Unión.
¿Qué ellos no la extrañan? ¿Qué no se acuerdan de aquel Juárez con su pasado y sus tradiciones, con su Feria del algodón, con sus matachines en los diferentes templos? ¿Qué no recordarán el sabor de las ricas enchiladas que se vendían en los barrios de Juárez, o los sabrosos burritos que son conocidos en todo México, o aquel delicioso menudo, o los inolvidables olores de las carnes asadas en familia?
Hoy se ha perdido la convivencia en las esquinas, en los parques, en las calles, cada día que pasa hay menos bailes en las colonias de esta frontera y menos espacios para la sana diversión. |
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