Nuestro país vive en carne propia los efectos de un ejercicio lamentable, ese por el que quienes nos esforzamos por mantener viva la esperanza lo asimilamos como una especie de parto doloroso de una necesaria nueva etapa en la vida nacional; donde seamos capaces, sociedad y gobierno de superar las crisis de seguridad, de la economía y de credibilidad hacia el poder público en general.
El grueso de las teorías e intenciones de quienes detentan el poder, indican que las acciones preventivas orientadas a la educación de la infancia y adolescencia, así como la atención a la generación de los NiNis, podrían resolver el problema en su conjunto; sin embargo, la realidad es que desde hace tiempo la educación en México ha sufrido un retroceso preocupante. Y es que basta solo con ver la falta de de interés por parte de muchos de los “educadores” que tienen a su cargo una de las responsabilidades más importantes para que nuestro país tenga un mejor futuro.
En estricto sentido, en manos del docente se encuentra la transmisión de valores, técnicas y conocimientos generales o específicos de la materia que enseña, parte de la función pedagógica del profesor consiste en facilitar el aprendizaje para que el alumno lo alcance de la mejor manera posible. Lamentablemente, si partimos de la seria encomienda que en sus manos tienen los docentes, nos damos cuenta de que en México estamos bastante alejados de contar con suficientes profesores que cumplan con estos requisitos.
Difícil sería describir en este corto espacio, lo que pasa y deja de pasar en las escuelas de los diferentes niveles; por ello, solamente tomaré como ejemplo dos recientes casos de los cuales fui testigo. Aunque se trata de escuelas distintas, ambos casos sucedieron en instituciones primarias – en donde debería comenzar la educación formal de nuestros niños–.
Se acercaba el día de muertos y con ello el tan esperado “puente” que teóricamente suponía que los alumnos no tendrían clases el lunes 1º y el martes 2 de Noviembre. Como suele suceder, el puente de día de muertos invitaba a prolongar el descanso de los maestros y así sucedió: Un mega-puente de una semana se hizo presente: la semana del 1 al 5 de noviembre los alumnos tuvieron vacaciones de día de muertos.
La otra historia comenzó el jueves 28 de octubre con la celebración de una fiesta de “halloween” en donde los alumnos de primaria fueron parte de este festejo de origen estadounidense. Una vez concluido el festejo en la escuela, los estudiantes volvieron a sus casas para regresar a la escuela hasta el miércoles 3 de noviembre. En este caso, los maestros “comprometidos” con la educación de los infantes, decidieron dejarles de tarea todo que deberían aprender en las aulas los días que comprendía este otro mega-puente. En otras palabras, le endosaron sus obligaciones a los padres de familia.
Los puentes y mega-puentes se han hecho una tradición en el sector educativo de nuestro país, y si a eso le sumamos lo recientemente publicado en Milenio Semanal, en el artículo titulado “El desastre educativo mexicano”, en donde se señala que “las huelgas, la burocracia, un sindicato politizado y sin calidad profesional, escasa inversión, dispendio y alta deserción escolar ante una educación vista como inútil, son elementos de la catástrofe”, pues es fácil entender por qué México está como está.
En teoría, ser profesor implica un compromiso para con nuestro país y la sociedad; la profesión de docente es un honor y privilegio que solo deberían aceptar y desempeñar aquellos que tienen la preparación adecuada y la vocación de educar y enseñar desinteresadamente. En los hechos, ser profesor –en la mayoría de los casos– significa haber heredado la plaza, ser amigos de la autoridad educativa en turno, tener un trabajo con buenas prestaciones, muchas vacaciones y pocas responsabilidades, o simplemente tener un sueldo y una antigüedad que les permita tener una jubilación asegurada.
Todo esto lo digo con conocimiento de causa; en primer lugar, porque vengo de una familia de profesores de los de antes y porque crecí rodeada de sus compañeros docentes que aunque hoy ya son jubilados, siguen realizando una labor verdaderamente educativa desde diferentes ámbitos. En segundo lugar, porque actualmente, en las pláticas cotidianas con los amigos, compañeros de trabajo y reuniones familiares, nos damos cuenta de lo que hoy por hoy sucede y deja de suceder en las aulas de los planteles escolares.
Muchos tenemos la fortuna de haber convivido desde pequeños –tanto en la escuela como en el entorno familiar– con profesores “de los de antes”, de esos que contra viento y marea se trasladaban a sus centros de trabajo para cumplir con sus responsabilidad de brindar una verdadera educación y un mejor futuro a sus alumnos, es por eso que resulta triste y decepcionante ver que hoy en día, para muchos “profesores”, educar a los niños y jóvenes no representa un interés público, sino un interés personal.
Bien lo afirmaba el filósofo y matemático griego Pitágoras de Samos: “Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres.”
Aída María Holguín Baeza Correo: laecita@gmail.com
Artículos anteriores: http://laecita.wordpress.com
Últimos comentarios