Los agujeros negros son, dicho en pocas palabras, una región finita del espacio con una concentración de masa tan elevada que genera un campo gravitatorio tan singular que ninguna partícula, ni siquiera la luz, puede escapar de él. Es decir, su poder de atracción es tan grande, que todo a su alrededor se distorsiona merced a su influjo.
En la actualidad, la fuerza específica de Javier Corral, su presencia y condición de primer mandatario en la Entidad, es tal, que simplemente no hay nada en la política local que no resienta su ascendencia. Así, Javier Corral, gracias al poder intrínseco e inherente a su carácter de Gobernador, ha sometido, tergiversado y manipulado la realidad política en una forma tan brutal que, después de su paso por la administración chihuahuense, será poco menos que imposible reconocerse en los despojos.
La primera víctima de la sinrazón corrarlista es, obvio, el PAN. Poco le importa a Javier comprometer el futuro de Chihuahua y el del que todavía es su Partido de origen, con tal de llevar, más que agua a su molino, sangre a sus fauces. Hace tiempo que Corral dejó de pensar en construir, para conformarse, como Demonio de Tasmania, con destruirlo todo a su paso.
Ahí tienen ustedes el caso de las cuatro candidaturas a la Gubernatura que, como malabarista de feria, lo tienen entretenido desde hace meses. Igual que su némesis, César Duarte, en los estertores del sexenio, Javier Corral se ha esforzado por impulsar a varios contendientes, uno de los cuales (Gustavo Madero), ya se le cayó, pero le quedan tres de repuesto para concretar su revancha: “Chela” Ortiz, por el PRI; Juan Carlos Loera, por MORENA; y su consentido —el más consentido—, “El Caballo” Lozoya.
¿O qué decir de Miguel Riggs y su abrupta salida de su Partido de toda la vida —mismo que lo vio nacer—, para ir a engrosar las filas de Movimiento Ciudadano? ¿Y del clan Borruel? Cuyo paterfamilias coquetea descaradamente con MORENA tras la Presidencia Municipal de Chihuahua, luego de militar por décadas en el mismo Partido que su expatrón. Los Borruel, ¡cómo no iba a ser!, se lo llevan todo, impedimenta y bagajes, a engrosar las filas de la rebelión.
Por no hablar de la reciente traición a sus aliados de ocasión. Como modernos Ulises, “El Pony” Lara, “El Pelón” la Torre y el propio Miguel Riggs, se dejaron seducir por el canto de las sirenas palaciegas y apoyaron con todo la causa madero-corralista para que, al final, los dejaran con un palmo de narices —sin siquiera un “gracias” por sus sacrificios— para beneficiar al amigote del alma, Fernando Álvarez.
En el ínter, Mocken se fue al PAN en Juárez, Cruz Pérez parece que se perfila como su contendiente por MORENA, Cabada olvidó su pretendida orfandad ideológica para irse a cobijar bajo las siglas de este último Partido y el impresentable Carlos Olson, ¡Ay! ¡Olson!, hace mancuerna con sus experseguidos políticos para alzarse con la Candidatura del Distrito XVII local. ¡Mocos!
Total, en las postrimerías de su quinquenio, Javier Corral deja Chihuahua como deja Batman la Baticueva por las mañanas: hecha un batidero.
Alguien tiene que ponerle un alto, hacer oídos sordos a sus despropósitos y dejarlo que se adobe, él solo, en el caldo de su delirio, rencor, ineptitud e impotencia. De lo contrario, como agujero negro, terminará por devorarlo y destruirlo todo.
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Luis Villegas Montes.
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