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Nuevo orden…por Luis Villegas Montes

 

 

Escribir sobre el horror, hablar sobre el horror, describirlo, pormenorizarlo, intentar asirlo mediante un puñado de párrafos, es difícil, complicado y casi inútil. Como bien se dice: nadie experimenta en cabeza ajena. El horror se vive, se siente, se experimenta… o no existe.

 

A lo más, el horror es un documental sobre la guerra, el hambre, los trabajos forzados o la esclavitud sexual; ahí queda nuestro azoro; para eso nos da nuestra comprensión o, lo que es peor, nuestra compasión: para matar la tarde comiendo palomitas de microondas mientras vemos imágenes que nos hablan de un horror lejano y ajeno.

 

Eso ocurre porque nos negamos a pensar. Porque nos resistimos a percibir el horror con toda la fuerza de nuestros sentidos y de nuestro intelecto.

 

Sería muy simple, bastaría con dejarse llevar. Con cerrar los ojos y empezar a imaginar todas las posibilidades. Vernos a nosotros, a nuestra pareja, a nuestros hijos, como los protagonistas de cada una de esas historias. Sería necesario acostarnos sin dejar de recordar cada imagen, cada gemido, cada aullido, cada mirada de asco o desesperación; luego, con la fuerza de la inteligencia habría que echar a andar la maquinaria adecuada para que cada escena transcurriera en las lindes de nuestro espacio más íntimo: la vivienda, el jardín, la escuela de nuestros hijos, la casa de nuestros padres.

 

Levantarnos y acostarnos con miedo.

 

Una semana de esa “terapia” y estaríamos listos para el manicomio.

 

O no. Tal vez para el manicomio no, sino para la cordura y la comprensión más honda del mundo en el que vivimos. Quizá experimentar el horror nos permitiría comprometernos más con el prójimo y con nosotros mismos. Tal vez eso nos ayudaría a ser mejores personas, mejores seres humanos, mejores ciudadanos. Más lúcidos, más conscientes, más alertas, más compasivos. Atisbar el horror puede resultar inquietante, pero no necesariamente de poco provecho.

 

Lo anterior, para sugerirle —amable lector, querida lectora— que vea una película mexicana llamada: “Nuevo Orden”.

 

Para que no se me acuse de espoileo; me voy a permitir transcribir sendas críticas sobre esta cinta: “‘Nuevo oden’, el merecidamente laureado nuevo trabajo de Michel Franco, es un claro ejemplo de largometraje hijo de su época. Un auténtico puñetazo en la boca del estómago extendido durante 88 electrizantes minutos que, a través de una impecable contundencia narrativa y de un discurso tremendamente corrosivo, genera una fascinación malsana mientras provoca un amargor imborrable en el paladar con regusto a sangre y bilis”.[1] Sangre y bilis, ni más ni menos.

 

El mismo crítico dice: “Vivimos tiempos muy, muy oscuros. La crispación a pie de calle continúa creciendo de forma alarmante, reflejando directamente la deriva y polarización de la retórica política; el debate sobre los derechos, los libertades y la violencia se ha recrudecido; la brecha entre clases sociales aumenta a pasos agigantados y, para colmo, la pandemia que lleva oprimiéndonos un año no está ayudando a relajar este indeseable status quo”.[2]

 

Y es así pues, mientras el Gobierno federal se empeña en reiterar que no pasa nada y en repetir que todo está bien, el país se desmorona. Se desmorona a golpe de decreto que empodera a la milicia en perjuicio del resto de instituciones que deberían orientar su quehacer en forma inteligente, democrática y plural.

 

En medio de esa necesidad vital para transitar con éxito de cara al futuro, el Presidente de la República se empeña en apostar en favor de la institución más vertical, más antidemocrática, más ciega y más violenta que usted pueda imaginar: el Ejército. No podemos consentirlo ni permitírselo.

 

Por lo pronto, vea la película. Contemple en technicolor el horror que nos aguarda como sociedad y nación si continuamos en el letargo de nuestra apatía y desinterés o apoyando a un criminal cuyo único propósito es perpetuarse en el poder a sangre y fuego. Ya lo veremos. Se está preparando.

 

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Luis Villegas Montes. 

luvimo6608@gmail.comluvimo6614@hotmail.com

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