Largo petalo de mar…por Luis Villegas
Recién terminé de leer “Largo pétalo de mar”, de la escritora Isabel Allende.[1] Debo decir que la novela me gustó mucho. Examinar el porqué de esta afirmación requiere un apunte previo.
No sé cuánto tiempo hace que leí a Isabel Allende por primera vez, solo recuerdo el título de la obra: “La casa de los espíritus”. Decir que me gustó es poco, me fascinó. Era adolescente y recién había comenzado a leer a Vargas Llosa, Mario Benedetti y, ¡cómo no!, Gabriel García Márquez. Leer “La casa de los espíritus” fue una delicia, una revelación que anticipaba futuros placeres. Pues no. Desde entonces ni fu ni fa. Todo lo demás que leí de ella encabalgaba una decepción tras otra, hasta que dejé de leerla. Luego llegó a mis manos la contraportada de “El amante japonés”, casi me las incendia, y resulta que no, que tampoco. Cuando compré “Largo pétalo de mar” fue porque no tenía nada mejor qué hacer, así que me embarqué en su lectura con las velas a media asta.
Lo cierto es que fue una agradabilísima sorpresa.
Aunque basada en hechos reales, el arribo a Valparaíso de dos mil refugiados españoles bajo la presidencia de Pedro Aguirre, en 1939, los personajes y su historia particular son ficticios. La novela cuenta los avatares del matrimonio formado por Víctor Dalmau y Roser Bruguera (él médico y ella pianista), ambos, exiliados catalanes, republicanos, rojos, que huyen de los estragos posteriores a la Guerra Civil española. La pareja viaja a bordo del Winnipeg, un barco fletado por Pablo Neruda, que los trasladará al otro lado del mundo, a la patria del poeta, para escapar de los horrores de la represión franquista.
En su país de adopción, los dos continuarán su vida, vivirán intensas historias de amor, y desamor, de sacrificio y expiación, en medio de una vorágine política que llevará a algunos de sus protagonistas a un periplo que les tomará décadas y los llevará de un país a otro, huyendo del fascismo. El título de la novela recuerda un verso de Neruda, quien alguna vez describió su tierra como un “largo pétalo de mar y nieve”.
Una de las razones por las que continué leyendo a Isabel Allende fue porque tiene buena pluma; una por la que dejé de hacerlo fue que, magnífica narradora, algo pasaba con sus historias que no terminaban de “engancharme” como lo hizo la primera.
En “Largo pétalo de mar” se nota la pericia, la habilidad de una novelista consumada, y la historia que desgrana es maravillosa. Con personajes sólidos, anécdotas memorables que se tejen muy bien con la trama, una narración bien contada llena de peripecias y vericuetos, la novela va desgranando la biografía de los protagonistas en torno de quienes transitan otros tantos personajes notables, entre ellos, Salvador Allende y el propio Neruda, por no hablar de una prosa poética que, más de una vez, me nubló la mirada.
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Luis Villegas Montes.
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