Todo mexicano, por el simple hecho de serlo, debe tener garantizado por ley el derecho constitucional a la salud. Así lo consagra el Artículo 4º de la Carta Magna : “Toda persona tiene derecho a la protección de la salud. La ley definirá las bases y modalidades para el acceso a los servicios de salud y establecerá la concurrencia de la Federación y las entidades federativas en materia de salubridad general”.
Es esta pues, una de las áreas primordiales para la seguridad y bienestar social; desafortunadamente es mucho el trecho que queda por recorrer en México para resolver en justicia este adeudo social para los trabajadores del sector público y privado que “gozan” de esta prestación. Específicamente hablando del ISSSTE y del Instituto Mexicano del Seguro Social, una teoría muy personal y en base a las experiencias propias y de terceros, es en el sentido de que el día en que estas instituciones públicas tengan directores o titulares que hayan sido, no sólo derechohabientes, sino usuarios del “servicio”, ese día las cosas van a cambiar.
La crítica objetiva obliga a evitar generalizar; ya que el personal médico, operativo y administrativo realiza una labor tan noble que muchos de ellos se desempeñan respondiendo digna y eficazmente; sin embargo –y desafortunadamente–, aquí sucede lo mismo que en todas las instituciones gubernamentales y públicas: por unos la llevan todos y la función principal de las dependencias que fueron creadas para brindar un servicio, en lugar de ayudar, terminan siendo una piedra más en el penoso camino para la ciudadanía que necesita hacer uso de los servicios públicos.
En lo personal, hace algunos años tuve un accidente que requería somerme a cirugía plástica reconstructiva en mi mano izquierda. La médico familiar del Seguro Social me dijo: “yo que usted no me operaba, imagínese que al cirujano se le pase el bisturí y quede peor”; afortunadamente, no se me acabo la fuerza de la mano izquierda y no solté la rienda ante el consejo de una “profesional” de la medicina; exigí mi pase con el médico especialista y hoy en día puedo usar ambas manos para escribir. Las referencias familiares, incluyen también a una derechohabiente del ISSSTE, a quien como resultado de un mal procedimiento quirúrgico, le limitaron la movilidad del 50% en 2 de sus dedos de la mano; cuando se quejó le dijeron: “no se queje, ni que fuera pianista”.
En cuanto a retrocesos se trata, en meses recientes, y gracias a una modificación en la tramitología para obtener citas en el ISSSTE, el nuevo procedimiento indica que para lograr cita con el especialista –aún y cuando ésta la programe el propio especialista–, los usuarios deberán sacar primero cita con el médico familiar para que éste a su vez les dé el pase. Este procedimiento, ha causado gran saturación en los consultorios de medicina familiar, lo que a su vez retrasa que el paciente asista a su cita con el médico especialista en el día que él –con anterioridad– señaló como fecha para dar seguimiento al tratamiento.
En un hecho más reciente, –la semana pasada– el servicio de urgencias del Instituto Mexicano del Seguro Social se quedó sin el suficiente número de médicos para atender a los pacientes que –no por gusto, sino por necesidad– acudieron a solicitar asistencia médica. El mensaje dejado en una cartulina y con la cual informaban de esta deficiencia decía lo siguiente: “Atención Derechohabiente: hacemos de su conocimiento que no contamos con el número de médicos y personal de enfermería que debe ser en el área de urgencias, su atención puede demorar. Cualquier reclamación pasar a subdirección de este hospital”.
Por otro lado, y por lo regular, si usted desea ser tratado, no de manera “especial”, sino en forma digna y sensible para así recibir el servicio por el que está pagando a través de los descuentos en su salario y de las aportaciones patronales, será necesario que use ropa formal, porque como se viste lo tratan. También está el caso de quien acude a una cita programada, deberá llegar hasta dos horas antes porque solo así asegura su lugar, pero pobre de quien coincida con algún conocido de la recepcionista del consultorio: le permitirán pasar antes, incluso sin la consabida y anhelada cita.
Otro ejemplo de lo que sucede en los hospitales públicos, es el típico caso de que después de esperar por meses para acudir a la cita con el especialista –si el paciente todavía está con vida— le digan que el doctor salió de vacaciones y tendrán que programarle nuevamente su cita, esperar otros tantos días o meses para ser revisado por el médico.
Historias como estas hay muchas, pero claro está –y también hay que señalarlo— que hay usuarios que piensan y actúan como si debieran recibir un trato especial y comportándose de manera intransigente, olvidándose de que todos los que ahí acuden es porque tienen la misma necesidad de ser atendidos. En fin; este sector del ámbito gubernamental, como muchos otros, también es un problema que se debe solucionar en conjunto.
Y es que no basta con modernizar las instalaciones, hay que humanizarlas. Es necesario y urgente que los empleados dejen el despotismo y realicen su trabajo con un sentido de humanidad y humildad para con quienes pagan su sueldo. Y por su parte, los usuarios deben ser respetuosos y comprender que no son los únicos que están esperando para recibir el servicio y que su caso puede no ser tan urgente o delicado como otros. Hay que recordar que en el pedir, está el dar.
Justicia, respeto, responsabilidad, humildad, civilidad, tolerancia y sobre todo, ponerse siempre en los zapatos del otro, es lo que hará la diferencia en esta y otras instituciones del sector gubernamental. Así lo señalaba el filósofo y geógrafo alemán, Emmanuel Kant: “Obra siempre de modo que tu conducta pudiera servir de principio a una legislación universal”.
Aída María Holguín Baeza Correo: laecita@gmail.com
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