Hola, perdido en los meandros de la implementacion de la reforma laboral, febrero lo dedique a resenar algunos de los aspectos mas destacados del proceso del que solo puedo adelantarles que esta semana se discute la Convocatoria para elegir a los funcionarios encargados de operarla y monos! Ahora, por lo pronto, quisiera descargarme un poco; no dejar de lado esos afanes (porque no se puede ni se debe), pero si darle su cauce natural a los tiempos de la reforma y todas sus implicaciones. Al tiempo, como luego se dice.
Aparecer hoy con estos parrafos tiene el exclusivo afan de recobrar el ritmo natural de mis escritos, que navegan entre el desahogo, la guasa, la critica, la contemplacion, la reflexion y las ganas de fregar que periodicamente habitan este rechoncho cuerpo mio, incapaz de resistirse a los oscuros deleites que promete su equivoco encanto.
Quiza esta necesidad de regodearme en una beatifica sensacion de paz, se explique por el susto que padeci este fin de semana. Me explico, con el cuento de la reforma laboral el lunes sali a Juarez, el martes a Monterrey y el miercoles a la Ciudad de Mexico.
Alguien, presa de una profunda ignorancia, podra decir: que padre!!. Que padre! Esto ya lo habia vivido yo hace aoos, muchos aoos, cuando viajaba de un punto al otro de la Republica litigando asuntos electorales; pero no tiene nada de divertido porque vas a una reunion de trabajo, mal duermes, te banas, te levantas, vas al aeropuerto, llegas, trabajas, mal duermes y asi. En algun punto, te despiertas a media noche y con voz estrangulada te preguntas, presa de una subita lucidez: On toy?
El jueves pasado, se suponia que yo debia regresar a Chihuahua, pero perdi el vuelo; viajaba yo en el Didi e iba yo tranquilamente jugando al Duolingo?oui, pendant mon temps libre, J’tudie le francais(s, en mis tiempos libres estudio frances), cuando de pronto el automovil se detuvo.
Estabamos en el Viaducto y los carros empezaron a detenerse. En el Viaducto A las ocho y media de la manana Pues si, ahi estabamos, parados. Una nina (o nino) saco su manita por la ventanilla para pedir que no avanzaramos. Lo primero que pense fue: sera una fila de patitos con una arrogante pata al frente De tortugas. No, nada; enfadado dejo de hacer lo que estaba haciendo y ahi estaba: una gorda encuerada parada en la banqueta (bueno, no estaba encuerada, pero como si se lo estuviera porque se le transparentaba todito).
Eso no fue lo raro, lo raro es que enseguida de la gorda habia otra y otro y otro, entreverados con flacos (el mas vestido con una pijama del Pato Lucas), mirando todos al cielo. Ahi si ya, mi yo metiche, no se pudo contener y bajo el cristal para ver que estaba pasando (me senti Will Smith en?Independence Day, esperaba yo ver una nave espacial encima del Palacio de los Deportes) y en eso la radio empezo a chirriar y resulta que habia una alerta sismica.
Del?Dia de la Independencia
pase de inmediato a?2012; ya me veia yo en medio de un cataclismo de edificios derrumbandose, sumido en un mar de fuego y me senti
Woody Harrelson, abriendo feliz los brazos al fin del mundo. Pero no, la nina/nino metio su manita, no paso ningun patito y lentamente se reanudo la circulacion muy lentamente.
En esas estabamos, asi que le dije al del Didi: Hale, hale, usted dele y no se amilane, noble auriga; el fulano volteo y me vio como Dios a las liebres; si el hubiera parlado la lengua de Checspir habria dicho: what; mas no, nomas pregunte: que; a lo que yo le respondo con ese tonito inconfundible: que le piques guey; y si, se puso las pilas, peeero, ahi fue donde senti con toda nitidez como un hado maligno se cernia sobre mi.
En efecto, jadeando, llegue al aeropuerto; antes de llegar al punto de revision empece a encuerarme (como la gorda, o sea, no todo) y ya en calcetines, sin saco, ni cinturon, haciendo malabares con el maletin, el portatrajes y mis tres bandejas (porque a fuerzas has de sacar la computadora de su estuche), llegue al area de inspeccion, donde me vieron como el Senor de los Vuelos, yo digo, porque me revisaron hasta las muelas.
Ahi fue donde perdi el vuelo. Gracias a Dios, aqui estoy.
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Luis Villegas Montes.
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