Cartera…por Javier Quiñones
LOS HERMANOS FIERRO, EMPRENDEDORES Y CIENTÍFICOS
Una de las más geniales ideas surgidas en Delicias fue convertir el Museo de Paleontología en una asociación civil, pues así se pudo salvar la magnífica institución de las garras de los políticos –siempre al acecho de cualquier target que alimente su fama fútil o engorde los bolsillos propios, de los familiares o de los cuates.
Como la mayor parte de las cosas que han hecho grande a Ciudad Delicias, la colección de fósiles del Museo de Paleontología A.C. es un fruto más de las iniciativas particulares de sus pobladores. A los que tenemos edad suficiente nos consta el duro y desinteresado bregar de los hermanos Fierro durante décadas, cuando su sueño era apenas una utopía de soñadores contumaces. Entonces, ningún político ni ningún adalid de la cultura los ayudó mientras–acompañados de anónimos jóvenes voluntarios- anduvieron trepando y bajando cerros, esculcando los cauces de los arroyos y volteando piedras.
Cuando tras muchos años reunieron al fin los Fierro la base de su colección, Jimmy Ríos Velasco descubrió la importancia de esta obra y le asignó un espacio en el proyecto del Centro Cultural.
Justo entonces empezaron los problemas. Un día se enteró Rodolfo que Intercerámic obtuvo los debidos permisos gubernamentales para hacer ladrillos con un yacimiento de fósiles de millones de años, y acudió al lugar con la esperanza de salvar algunos; así lo hizo, rescató los que pudo… y lo pagó con la cárcel. Recuerdo haber escrito hacia 1989 algunas notas airadas denunciando la kafkiana agresión de los destructores y sus leguleyos contra los científicos delicienses.
Luego tocó turno a los antropófagos del INAH. Alegaron los escolásticos que los Fierro no tenían títulos de paleontólogos, y con tan inicuo argumento reclamaron la posesión de la obra ajena, como si la ciencia se basara en diplomas y no en el quehacer propiamente científico.
Si hoy tenemos un museo orgullosamente deliciense se lo debemos a Roberto y Rodolfo, a su tenacidad de enamorados de su labor, a su persistencia y su voluntad de no rendir la obra de su vida a la destructiva burocracia.
Si Roberto y Rodolfo hubieran desfallecido, hoy estaría el museo en las garras de la cuñada de un gobernador, la hermana de un líder parlamentario o la amante del secretario de cualquier secretario. Así como ha ocurrido con casi todos los espacios culturales en Ciudad Delicias, hoy banalizados por los juegos turbios de algunos políticos a los que provocan urticaria la inteligencia y el buen gusto.
Por eso fue genial aquella idea.
Por esta idea el museo ha perdurado, crecido y sabido llevar el buen nombre de Delicias y Chihuahua a otras partes del mundo.
MURGUÍA, CASI VÍCTIMA COLATERAL
Escalofriante descripción hizo, en Primero Noticias, Héctor Murguía del asesinato de uno de sus escoltas. Dijo que tras confirmar la agresión y muerte de uno de sus guaruras, se apersonó en el hotel en donde se aloja(ba)n los agentes federales, donde fue recibido con insultos y amenazas de muerte; “A nosotros nos vale si es Presidente Municipal, los podemos matar a todos” –dice que le dijeron.
Sin duda, el jefe de los federales, el Presidente de México Felipe Calderón, le debe una explicación al alcalde de Juárez, pues por muy poco no es Murguía un guarismo más en la gorda estadística de víctimas colaterales. Los argumentos del gobierno federal contra la escolta son: 1. Los guardaespaldas iban vestidos de civil; 2. Iban armados; y, 3. No obedecieron la orden de bajar las armas. Las dudas son: 1. ¿Acaso no iban también de civil los federales?; 2. ¿Acaso ignoran los federales de don Felipe que además de ellos mismos, hay en todo el país guaruras de civil que cuidan a diversos gobernantes?; y, 3. ¿Acaso debían los guardaespaldas deponer sus armas sólo porque se los pidieron otras personas vestidas de civil y armadas?
Repito aquí lo que he dicho antes: el Presidente Calderón fue muy irresponsable al poner en las calles a unas fuerzas armadas de muy dudosa calidad moral. Su muy justa guerra contra el narco adolece de tal debilidad intrínseca. Tal vez debió seguir una estrategia previa de depuración de los cuerpos de seguridad e investigar a los principales beneficiarios del narcotráfico, formar listas secretas de los implicados, digamos durante la primera mitad de su sexenio; y sólo entonces, ya depurados los policías y los militares, declararle la guerra a los malos.
La guerra de don Felipe contra el narco es en principio justa e indispensable.
Lo que falló fue la estrategia, el plan.
VERACRUZ EN DELICIAS
Le dijeron que en el Norte había mucha chamba. Por eso y porque la muerte de su padre lo colocó inesperadamente a la cabeza de dos familias a los 21 años, pues recién se había casado, un día cobró su quincena de eventual en un campo de Pemex y partió con rumbo a la Ciudad de México. Le dijeron que para ir al Norte tenía que llegar a la Central Norte, y lo consiguió no supo cómo. Ya allí, ante los tableros de destinos debió elegir entre Nogales y Ciudad Juárez; eligió donde el boleto costaba menos.
Así se hizo chihuahuense Fausto. En Juárez empezó durmiendo en la estación de camiones, lavó platos, ayudó en la cocina y el bar en horas libres, dobló turno en un taller mecánico hasta que no pudo más; se sentía afortunado de hallar trabajo, mas necesitaba dinero extra. Entonces solicitó ser admitido en el ejército, con tan buena suerte que lo contrataron a la primera.
Así pudo Fausto llegar a ser policía, por su experiencia en el ejército. Para ayudarse al principio se puso a meserear aquí en Delicias, antes de portar el uniforme. Su señora es de su tierra, se vino hasta acá para estar con él. Consiguieron un lote en las orillas, levantaron su hogar con sus propias manos ¡y ya tienen agua, luz y drenaje! Él ayuda cada que puede a la hija y el hijo con las tareas; está empeñado en que serán mejores que él algún día no muy lejano; ya está ahorrando para comprarles una computadora…
Son de Veracruz. Son como muchos delicienses que también vinieron de cualquier lugar. Y qué bueno: porque lo peor que puede pasarle a una comunidad es aislarse del resto del mundo, aldeanizarse. ¡Ah cómo se parecen Fausto y su señora a los primigenios Vencedores del Desierto que emergen de las crónicas de Procultura, Jorge Carrera, Manuel Rentería, Macario Guillén, Adrián Martínez, Alma Quiñones y Carlos Gallegos.
CRIMEN DE LESA MAJESTAD
(UNA EDICIÓN PARA TORQUEMADA)
Nos despertó la curiosidad el cronista y consultamos el DRAE. Lesa:
Ergo, cabe decir que se consumó en junio pasado, al publicarse el libro “Todos los años de nieve y otros relatos de Jesús Gardea” (Chihuahua, Azar, 2010), un crimen de lesa majestad contra el inmortal dentista deliciense. Las pruebas del homicidio gramatical están allí, a la vista de todos. Decenas (si no cientos) de errores de secundaria afean in extremis los textos subyugantes y perfectos de un maestro del rigor.
Los burdísimos matones son numerosos e increíblemente ninguno leyó -al parecer- las pruebas de imprenta de la fatal edición.
Por divertirnos, pedí a una mano santa abrir veinte veces el libro infecto y pude identificar dieciséis máculas a ojo de pájaro (la página va entre paréntesis):
“continúo” –por: continuó (198, 210)
“el rosado” –por: el rosario (142)
“cuarteadoras” –por: cuarteaduras (129)
“necesitad” –por: necesidad (130)
“Santitlana” –por: Santillana (109)
“lo oía” –por: la oía (116)
“aca” –por: acá (99)
”terminan” –por: terminara (100)
“Vuelto a” –por: vuelvo a (142)
“hacía” –por: hacia (149)
“las cosa Entre” –por: las cosas. Entre (197)
“madre, Entonces” –por: madre. Entonces (197)
“si” –por: sí (197)
“¡¿Celina?” –por: ¿Celina? (198)
“El” –por: Él, así como en la página 87: “¿Él va a mandar?” (171)
Los nombres de los asesinos intelectuales están en la página de créditos. Son: Jorge Rodas Rivera, revisor, y Rubén Mejía, proponente editorial. Los de sus cómplices materiales se exhiben en la solapa posterior: nueve diputados comandados por Víctor Manuel Quintana Silveyra, presidente del Comité de Bibliotecas, Asuntos Editoriales e informática de la LXII legislatura del estado de Chihuahua.
Bien haría Torquemada en quemar los 1001 ejemplares de la “edición”, por el bien de los niños delicienses con aficiones literarias y por la memoria del agraviado. (Y de paso, recuperar para el erario lo que se invirtió en tan avieso homicidio –así como reclamaríamos la devolución de un pago al carpintero que nos entregara una mesa de tres patas y media.)
PEÑA NIETO ANTE SUS ESPEJOS
Prácticamente no hay opinador sobre política en México que no concuerde con la idea siguiente: las encuestas mexicanas nos dicen, en conjunto, que Enrique Peña Nieto es ya el precandidato a vencer en la elección presidencial de 2012. Del dato demoscópico se pasa enseguida a la prospectiva cuantitativa que anticipa lo porvenir (al augurio de los números).
La primera previsión, la relativa a la intención de voto para presidente de México, asusta y fascina por entrañar un tabú de la nueva democracia a la mexicana: la posibilidad del regreso del PRI a Los Pinos… ¡y por la puerta grande del IFE! Mas los eufóricos debieran morigerarse en consideración a la experiencia, la otra pata de nuestro conocimiento sobre los procesos vivos.
He aquí lo que tenemos: en las elecciones presidenciales de 2000 y 2006, Labastida y Obrador perdieron durante el año previo a la votación sendas ventajas de 20 puntos. Faltando casi dos años para la nueva cita, queda claro a estas alturas que toda predicción del 2012 se halla aún muy acotada. La ventaja de Peña Nieto podría no significar nada. Ser cautos al respecto, por lo visto, no parece mal consejo.
Los sesgos humanos y estadísticos acechan constantemente al dato demoscópico en el campo, el gabinete y la simple lectura de la noticia. Tanto así, que saber leer las encuestas consiste en gran medida en conocer las limitaciones de los estudios (de hecho, la ficha metodológica debe ocupar un lugar preponderante en los informes). Empero a veces ni siquiera los encuestólogos consiguen controlar la lectura de sus propios datos. Un caso típico involucra a la casa Consulta-Mitofsky, cuyo seguimiento informó durante dos años una firme y amplia ventaja de López Obrador; en su encuesta de mediados de noviembre de 2005, ya con Calderón como candidato, este apareció apenas tres puntos debajo del perredista, en situación de “empate técnico”; y sin embargo, el cabezal informativo de la encuestadora reiteró inopinadamente algo así como “Obrador sigue arriba”… No siempre se sabe ser leal con los hallazgos de las buenas encuestas.
Ser cautos –cabe reiterarlo- es un buen consejo en épocas preelectorales.
Ya una vez Labastida perdió por creer que anulaba las encuestas contrarias con encuestas a modo –como si fuera decisivo el impacto de la información demoscópica sobre la intención de voto real.
Ya otra vez López Obrador atribuyó a una especie de “desafuero demoscópico” su emparejamiento con Calderón en las encuestas –y tal prejuicio le costó no tomar las precauciones pertinentes.
Son espejos donde debería mirarse Peña Nieto.
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