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Salvador García Soto | La otra toma de Luz y Fuerza

 

DE LA COLUMNA SERPIENTES Y ESCALERAS

La noche del sábado 10 de octubre, cuando el país se sorprendió ante la decisión del presidente Felipe Calderón de tomar el edificio de Luz y Fuerza del Centro con la Policía Federal, para luego decretar la extinción de la paraestatal, pocos supieron que el sorpresivo y efectivo operativo que permitió tomar por asalto la sede de la compañía se gestó desde un año antes y que no era la primera vez que las fuerzas federales tomaban posesión de ese inmueble
 
Ya en una ocasión, el domingo 16 de marzo de 2008, de madrugada, la Policía Federal había entrado por asalto y había logrado tomar el control del edificio de LyFC La noche del sábado 10 de octubre, cuando el país se sorprendió ante la decisión del presidente Felipe Calderón de tomar el edificio de Luz y Fuerza del Centro con la Policía Federal, para luego decretar la extinción de la paraestatal, pocos supieron que el sorpresivo y efectivo operativo que permitió tomar por asalto la sede de la compañía se gestó desde un año antes y que no era la primera vez que las fuerzas federales tomaban posesión de ese inmueble.

Ya en una ocasión, el domingo 16 de marzo de 2008, de madrugada, la Policía Federal había entrado por asalto y había logrado tomar el control absoluto del edificio; la toma ocurrió exactamente unas horas antes de que venciera el plazo para el estallido de la huelga a la que tenía emplazado el Sindicato Mexicano de Electricistas aquel año. En aquella ocasión, como ahora, la toma había sido limpia y tomó por sorpresa a los electricistas que, al enterarse de que el gobierno había tomado su centro de trabajo, doblaron las manos y aceptaron firmar el contrato colectivo con un aumento de 4.5% al salario, muy por debajo de lo que exigían.

 

 

 

El sábado 15 de marzo por la tarde, Martín Esparza había roto negociaciones con el gobierno. Tras un ríspido encuentro de varias horas con el secretario del Trabajo, Javier Lozano, y la secretaria de Energía, Georgina Kessel, el líder sindical había abandonado las pláticas con la amenaza de que al día siguiente colocarían las banderas rojinegras, tras declarar a su sindicato “en alerta”.

 

 

 

Pero en unas cuantas horas el aguerrido Esparza dio un giro de 360 grados y pocos entendieron por qué, de estar a punto de la huelga, a las 10 de la mañana del domingo, en una asamblea con las bases del sindicato en el auditorio de la sede del SME, el dirigente informó que habían aceptado el 4.5% de incremento más prestaciones y que firmarían el contrato con el gobierno. Pero, además, el sindicato más combativo aceptaba firmar un “acuerdo de productividad” impuesto con 16 compromisos para los trabajadores de Luz y Fuerza.

 

 

 

En realidad, Martín Esparza tuvo que ceder en aquella ocasión porque la Policía Federal ya tenía tomado el edificio de la empresa y el gobierno de Calderón tenía listo el decreto de extinción que finalmente se guardó en un cajón ante la rendición total del SME.

 

 

 

Año y medio después, el gobierno retomó aquel decreto y, aprovechando la división interna que generó la elección de un nuevo liderazgo, reactivó el proyecto de desaparecer LyFC. Un mes antes del 10 de octubre, cuando se decidió ir hacia la extinción de la paraestatal tras revisar las impugnaciones a la reelección de Esparza, ocurrida el 2 de julio, hubo una reunión en Los Pinos en la que el Presidente preguntó a su gabinete de seguridad los riesgos que se corrían de ordenar la toma del edificio.

 

 

 

“Habrá muertos”, dijeron sus colaboradores al Presidente, a quien sugerían ordenar un operativo militar que garantizara la toma total. Pero otra ala del gabinete se opuso a la utilización de los militares. Genaro García Luna pidió que le dejaran armar un operativo similar al que ya había logrado tomar el edificio, sin violencia, en marzo de 2008. Se acordó que fuera la PFP la responsable de la toma y, tomando como modelo la toma de Ciudad Universitaria por la Policía Federal, ocurrida el 6 de febrero de 2000, se diseñó la operación por la que la noche del 10 de octubre se tomaría por asalto la sede de Luz y Fuerza.

 

 

 

Para llegar a la toma del sábado, cuentan fuentes cercanas, se estudió el lugar desde 15 días antes. Aviones de supervisión aérea fotografiaban y tomaban desde el aire el edificio y con cámaras especiales detectaban la presencia de trabajadores en cantidad y ubicación, enviando la señal al centro de mando de la PFP. Para evitar ser detectadas, las fuerzas federales comenzaron a llegar al lugar de poco en poco vestidas de civiles; la mayor parte de los contingentes fueron llevados en camiones escolares que nunca fueron detectados por las guardias del SME, que se vieron disminuidas por las celebraciones del triunfo de la Selección Mexicana ante El Salvador ocurrido aquella tarde.

 

 

 

Toda la entrada de los federales fue grabada en video sin cortes para dejar testimonio de una toma “limpia” y pacífica en la que los agentes no encontraron resistencia ni sorpresas, porque sabían exactamente cuántos trabajadores había en el interior y dónde se ubicaban. Para cuando las huestes del SME y el propio Esparza reaccionaron ya era tarde: el edificio estaba totalmente ocupado y controlado por la PFP y, una vez más, igual que en aquel marzo de 2008, se echaban por tierra mitos que hablaban de una auténtica “fortaleza blindada” por el sindicato, donde se decía que hasta había un “cuarto de explosivos” que los electricistas harían explotar al ingreso de fuerzas federales.

 

 

 

Pero a diferencia de aquel 15 de marzo de 2008, no hubo ni rendición del sindicato ni recapitulación del gobierno. El domingo a primera hora apareció publicado el decreto presidencial que extinguía la compañía, y de ahí a la marcha multitudinaria del SME el jueves, y luego al “diálogo de sordos” ocurrido ayer en Bucareli, lo que hay es un conflicto político que será de larga duración y en el que ambos bandos apuestan al desgaste y la derrota del contrario. ¿Quién se impondrá finalmente? ¿Quién gana y quién pierde en esta confrontación que apunta a radicalizarse?

NOTAS INDISCRETAS… Entre las cúpulas del PRI hay molestia en serio contra su dirigente, Beatriz Paredes. La acusan de la división que el conflicto electricista provoca en el viejo partido por no haber fijado, una semana después, una posición oficial del CEN priísta. “Beatriz una vez más rehúye comprometerse y fijar una posición clara del partido”, dice una de las cabezas del priísmo, que cuestiona el estilo “escurridizo” de la dirigente porque no es la primera vez que provoca divisiones. ¡Ah, pero eso sí —dicen los mismos priístas—!, qué bien hablaba Beatriz en la ceremonia de Morelos junto a Calderón… Aunque después apareció como el defensor y hasta como “mediador” del SME, la realidad es que a Marcelo Ebrard el operativo federal contra la empresa local de luz lo agarró fuera de base. El jefe de Gobierno andaba de visita en Nueva York, de donde volvió el domingo por la tarde en un vuelo de Aeroméxico en el que viajaba junto a su esposa… Por cierto, Demetrio Sodi afirma que desde hace 15 días habló con el secretario particular de Marcelo para pedirle una audiencia al gobernante capitalino, pero ni siquiera le han llamado para decirle que “la agenda está llena” o cualquier otro pretexto. ¿Y entonces, al “mediador” del diálogo entre el SME y el gobierno no le gusta el diálogo?… Los dados cierran semana. Serpiente doble.

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