Crónicas de Don Leopoldo Amaya Chávez
“Festival de la Fundación de Ciudad Delicias” /78 Aniversario
Diez Crónicas de Fundadores y Pioneros de Ciudad Delicias, Chihuahua
III. Crónicas de Don LEOPOLDO AMAYA CHÁVEZ
Versión digital
© Presidencia Municipal-Secretaría de Desarrollo Social-Departamento de Cultura
© Javier Arturo Quiñones Espinoza, Compilador y Editor.
“Las personas que por sus enfermedades, debilidades, o ilusiones voluptuosas, no gusten de emocionarse notablemente con la verdad como corresponde a todo individuo que aspire a civilizado, no debe leerlo, y debe prohibirlo a sus hijos o educandos como muy pernicioso para las mentiras deliciosas de poéticas tradiciones…”.
Francisco Bulnes, Las grandes mentiras de nuestra historia
Presentación
La divulgación digital de las “Crónicas de Fundadores y Pioneros de Ciudad Delicias, Chihuahua”, ha sido posible gracias al auspicio de la Secretaría Municipal y la Secretaría de Desarrollo Social del gobierno del Ing. Mario Mata Carrasco.
Debo en particular a los buenos oficios del licenciado César Jáuregui y el señor Albino Rodríguez la consecución de nuestro objetivo de dar a la luz pública una serie de diez crónicas de fundadores y pioneros que aparecerán en este portal durante el mes de abril.
La crónica de don Leopoldo Amaya Chávez es la tercera de la serie.
La presente crónica consta de dos partes.
La primera se basa en nuestra edición de un texto básico de don Leopoldo y varias entrevistas realizadas durante el año 1991 en su casa sita en la avenida 1ª Norte (ver notas). En apego a nuestro criterio metodológico general, consiste la presente crónica estrictamente en palabras del propio entrevistado tomadas de ambas fuentes. En todos los casos, los diversos pasajes de la edición fueron supervisados, corregidos y autorizados por el narrador.
La segunda es nuestra edición de varias entrevistas realizadas durante 1992 en el hotel “El Dorado” (ver notas).
Javier Quiñones
Ciudad Delicias, Chihuahua, a 31 de Marzo de 2011
CRÓNICAS DE DON LEOPOLDO AMAYA CHÁVEZ
Introducción
Don Leopoldo Amaya Chávez representa en este decálogo de crónicas un lado digamos “bronco” del ser deliciense. Mas errarían quienes creyeren por esto que no era un hombre de ideas, porque lo fue abundantemente y en un sentido muchas veces radical. Unos cuantos ejemplos ilustran bien cierto rasgo de terquedad ideológica que distinguió su fuerte y subyugante personalidad.
Durante las cuatro o cinco entrevistas que nos concedió entre 1991 y 1992, insistió don Leopoldo en no escribir completo su apellido materno, sino solamente una letra Ch en vez de Chávez. De hecho, las dos publicaciones que hicimos entonces aparecieron ambas a nombre de “Don Leopoldo Amaya Ch.”, porque así lo exigió él. Fue hermano de la primera logia masónica que hubo en Delicias y se divertía en grande criticando a “los mochos”. Despreciaba por “llorón” al ícono Pancho Villa, el modelo de valentía para muchos chihuahuenses y mexicanos en general.
Empero siempre se dio tiempo don Leopoldo para ser uno de los principales constructores de la naciente Ciudad Delicias, desde la Junta de Mejoras Materiales, cuya presidencia ocupó consecutivamente durante seis años.
Seguramente le gustará a Don Polo, esté donde esté, ver reunidas en una sola publicación las dos crónicas publicadas en “Reportero” con los títulos: “Memoria inédita de don Leopoldo Amaya Ch.” (no. 1, Abril-Mayo de 1991, pp II-IX) y “Las memorias de don Leopoldo Amaya Ch., II, Imágenes de Pancho Villa” (no. 2, junio de 1992, pp. XVI-XIX).
El libro oficial conmemorativo de los 75 años de la fundación de Ciudad Delicias publicó (sin citar la fuente los editores) una versión mutilada de nuestra edición de 1991 de la “Memoria inédita…”. Al publicarla completa, y adicionarle la segunda parte, “Imágenes de Pancho Villa”, se cumple pues con una labor de rescate de la versión original de un pionero de veras excepcional.*
-PRIMERA PARTE-
Memoria Inédita de don Leopoldo Amaya Ch. 2
Lo que estoy platicando a mi grabadora lo hice del año de 1931 al de 1991, y queda asentado con esta fecha.
UNA TRADICION FAMILIAR
Yo nací el 9 de marzo de 1900. Soy de ciudad Guerrero. Los de allá tenemos un dicho: “Papigochi, pico largo /lo que dicen con la boca /con la mano lo sostienen”.
Mi papá fue presidente municipal y Jefe de la Defensa Local en el Distrito de Guerrero, en 1912. Mi tío Abelardo Amaya murió en la batalla de Pedriceñas, Durango, ese mismo año. Y mi hermano Octavio murió en Puebla; andaba bajo las órdenes del general Marcelo Caraveo.
El año de 1937 llegó a Delicias el coronel Juárez y rentó por la calle Tercera una casa que habían hecho unas señoritas. Al día siguiente de su llegada, empezó a invitar a ciudadanos para que se identificaran como descendientes de los revolucionarios de 1910. Fui a su oficina a visitarlo, le di mi nombre y le dije que mis hermanos Abelardo y Octavio Amaya fueron iniciadores del movimiento revolucionario en San Isidro, a las órdenes de Pascual Orozco.
Fui aceptado por el coronel, quien nos dijo que fuéramos a escoger nuestros lotes a Colonia Lázaro Cárdenas. Escogí uno de 20 hectáreas y otro para mi hermano Fernando de 18; y me fui a fincar. Hice una bodega bastante grande y un cuarto anexo donde metí una cama de campaña y demás enseres para vivir allí. Esta construcción existe todavía.
“ESTÁN VIOLANDO EL DECRETO”
En 1931, el Gobierno del Estado me dio el nombramiento de Recaudador de Rentas en el mineral de Santa Eulalia. Tomé posesión, estuve un año dos meses, y al terminar, entregué la oficina al señor Corral.
En ese tiempo ya se estaba moviendo el ambiente con miras a la presidencia municipal. Ese mismo día salí a caminar y estuve sentado en unas bancas enfrente de la iglesia con unos amigos, quienes empezaron a tratar asuntos políticos.
Estando con mis amigos salió un grupo de ciudadanos del Hotel Hidalgo y me invitaron a que fuera a platicar con ellos al hotel; los acompañé y me dijeron:
-Leopoldo, ya vienen las elecciones y queremos que tú seas nuestro candidato.
Yo ya estaba preparado. Les contesté:
-Acepto y les doy las gracias. ¡A trabajar!
Allí mismo hicimos todo el movimiento y nos pusimos de acuerdo para entrar a la lucha.
Comenzó la propaganda, pasaron un mes o dos y llegó el momento.
Había un contrincante, don José Márquez, un viejo minero de ahí que encabezaba al grupo contrario. Tras las elecciones se hizo el cómputo, se dio lectura de la votación, levantaron el acta, me dieron el triunfo… ¡y a tomar posesión de la presidencia!
Tenía como tres o cuatro meses de gestión cuando llegó un decreto del Congreso para cambiar el nombre de los santos y las santas. Entonces, yo le puse a Santa Eulalia el de Aquiles Serdán, muerto en 1910 en Puebla peleando contra el gobierno de Porfirio Díaz. ¡En la parte alta de la iglesia mandé poner con letras muy grandes el nombre de Aquiles Serdán!
Y a Santo Domingo le puse el nombre de Francisco Portillo, un revolucionario originario de Aldama que se levantó en armas a favor de Madero. Estando una mañana en esa población, llegó el ejército de la federación, pelearon un rato, y allí murió este famoso revolucionario.
Por lo tanto, los que están usando el nombre de Santa Eulalia en diferentes anuncios están violando el decreto publicado en 1932; en consecuencia, como ex presidente municipal de Aquiles Serdán tengo la obligación de denunciar los hechos.
“ESTÁN HACIENDO UN PUEBLO”
Terminé mi mandato en la presidencia, entregué a Félix Velarde y me quedé sin empleo. En las mañanas me iba a platicar a la tienda “Peña Rica” de mi hermano Fernando y empecé a hacer planes.
En Aquiles Serdán no me convenía seguir, y pensé irme a Aldama, donde en 1912 estuve en una escuelita hasta tercer año. Una mañana llegó a la tienda de Jorge un árabe que se dedicaba a vender ropa como ambulante. Nos dijo a todos:
-Están haciendo un pueblo enseguida de Meoqui, ya se ve mucha maquinaria y algunas casitas; dicen que vienen abriendo un canal.
Yo me puse a pensar en el detalle. Le pregunté a Jorge:
-¿Cuándo vas a hacer el recorrido nuevamente?
-Me voy mañana –me dijo.
Y yo le dije:
-Jorge, llévame a ver ese asunto.
Y ahí vengo. Llegamos a Meoqui, ocupé un cuarto en el hotel “Hidalgo” para pasar la noche, y otro día en la mañana llegamos a Delicias.
Nos paramos donde está actualmente el motel “El Dorado”. En este lugar estaba la gerencia de la Comisión Nacional de Irrigación. Le dije a Jorge:
-Quiero que me lleves a ver donde dicen que hay mucha agua -y nos fuimos con ese rumbo de Armendáriz.
Caminamos como ocho o diez kilómetros por la carretera que ya habían abierto. Al fin nos paramos a ver la maquinaria y vi un canal completamente lleno de agua. Venían abriendo el canal: ponían un tapón para detener el agua, seguían abriendo ocho o diez metros, quitaban el tapón ¡y ahí venía el agua!
Ya cuando vi esa inmensidad de agua me dije: “Aquí está mi situación”.
TRAVESÍA POR EL DESIERTO
Regresamos a Aquiles Serdán y despaché a mi señora al rancho de Casablanca. Me fui a Chihuahua, donde pedí por telégrafo un carro con veinte mil pies de madera de San Pedro, Madera. Compré un carrito que me costó trescientos pesos, color verde, al que puse por nombre “El Perico”.
En Aquiles Serdán fui a una carrocería a que me arreglaran un carro con cuatro ruedas de fierro y su caja; conseguí un tronco de caballos con su guarnición; localicé un carpintero (era Jesús de la Fuente), un albañil y un peón; y conseguí dos botes de doscientos litros, llenos de herramientas.
Se organizó el viaje. Sacamos bastimento de la tienda de mi hermano, y ahí venimos en el carro de caballos con el chofer, el carpintero y el albañil, y yo con mi amigo Jesús Menchaca en el carrito verde. Yo me adelantaba bastante, esperaba a que me alcanzaran, y me volvía a adelantar, hasta que llegamos al cruce del camino rumbo al sur.
Al llegar a la cuesta grande, ahí donde El Ojito, tuvimos que bajar y empujar todos para que pudieran subir los caballos y el carro pesado; lo logramos, y bajamos a lo plano, rumbo a Bachimba.
Pero los caballos ya no pudieron; estaban completamente cansados, así que ordené soltarlos para que comieran algo y nos venimos Jesús y yo a Meoqui.
Tenía Jesús un amigo en las orillas de Meoqui que se dedicaba a la compraventa de marranos gordos. Ya que lo localizamos, nos invitó a comer chicharrones con tortilla, y le dijo Jesús:
-Oye, préstanos o alquílanos tus mulas para un carrito que tenemos tirado.
Inmediatamente le ordenó a uno de sus hijos:
-Súbete a una mula y vé con ellos.
Llegamos a donde estaba el carro, prendieron las mulas y ahí venimos. En Meoqui entregamos las mulas y prendimos a los caballos. Al llegar al río San Pedro, los caballos bebieron agua, pues venían muriéndose de sed.
Luego pasamos el río y entramos a Delicias por la Colonia Terrazas.
“PUROS GATOS FLACOS”
Llegué a Delicias con 3 mil pesos. Muy flaco, pesaba 54 kilos -ahora, a mis 91 años, peso 76-, y con dolor de estómago, pues el colon se me inflamaba; el que me curó fue el doctor López Bernal.
Ya aquí nos fuimos por la Calle 2ª Norte. Allí donde está actualmente el hotel “Baeza” había una casita de adobe de 4 por 4, con techo de cartón. El dueño hacía unos meses que había llegado de Alquiles Serdán. Le dije:
-Préstanos un local.
Nos autorizó, y bajamos la herramienta; yo llevaba un catrecito de tijera, cobijas y todo lo necesario. Entonces soltamos a los caballos para que comieran zacate, nos metimos a la casita y pasamos la noche.
Seríamos como mil habitantes cuando llegué, ¡puros gatos flacos!
Pero nos pusimos de valientes. ¡Sí era un desierto, no había ni luz ni agua!
Otro día en la mañana agarré mi carrito y me fui a donde estaban las oficinas del gerente de Recursos. Le hablaron al encargado de señalar los lotes urbanos -ya tenían su plano, pues hacía como un año que habían empezado a trabajar- y me dijo don Pedro Silva:
-Véngase, señor Amaya, vamos a localizarle un lote.
Nos fuimos por la calle Tercera, donde había una que otra casita aislada, y nos paramos en una esquina. Me dijo don Pedro:
-Mire, este lote está muy bueno, lo tiene solicitado un doctor pero no lo va a tomar.
Me dijo:
-Ahí enfrente va a ser un mercado y de aquel lado va a ser una escuela -actualmente la 305.
Yo le dije:
-Oiga, don Pedro, es mucho.
Era un llano de zacate, gatuños y mezquites, toda una manzana completa. Le dije:
-Oiga no, don Pedro, si yo no quiero tanto.
Y él me contestó:
-Tómelo, es muy bueno, es el mejor de aquí -y que me va animando.
Después fue amigo íntimo mío don Pedro.
Otro día ahí voy con mi gente y empezamos a abrir cimientos. Ya terminados, compré adobes en Rosales. En ese tiempo ya traían para otras construcciones, para Primitivo Márquez, para los Valenzuela, para el “Hotel del Norte”, en fin…
En eso llegan los veinte mil pies de madera a la estación, y vi a don Ramón Licón con su troca de mulas para que la cargara y las metiera en la bodega que ya estaba hecha.
VENDIENDO MADERA POR TODOS RUMBOS
Ese día estábamos trabajando y llegó un señor, agarró una tablita de ½ por 6 por 16 y me pidió que se la vendiera. Yo no sabía nada de vender madera, ni de pies ni de nada de eso, así que le pregunté a Jesús de la Fuente, el carpintero:
-¿A cómo se la vendemos?
Y él me dijo:
-Pues son tantos pies… véndeselo a 50 centavos.
Con este detalle empecé a soñar despierto, y me dije “Yo creo que aquí está el negocio”. Ésa fue la primera venta que yo hice en Delicias, al señor Domingo Gutiérrez, quien acaba de cumplir 93 años. (Hace 20 días fui a visitarlo; me lo encontré en un sillón, muy cuidado por sus dos hijas; ya no puede andar; no oye pero sí ve. Tuvieron que gritarle las hijas para decirle quién era yo, y no sé si oiría.)
Después, ahí donde está la casa grande hice primero un salón, enseguida una pieza chica y luego la cocinita; teché, y el albañil Tesero Bernal puso el piso de ladrillo.
Ya que estaba todo listo, mandé traer a mi familia.
Llegaron mis enviados a Aquiles Serdán, sacaron los muebles de la casa donde habíamos vivido, y ahí viene mi familia para Delicias. Aquí descargamos, nos metimos a la casita con muebles y toda la cosa, y a formalizar el hogar.
Y yo a seguir haciendo fincas.
Desocupé el lugar primero donde habíamos metido la madera e hice otro local grande enseguida (donde está ahora Mueblerías Futurama); aquí metí la madera y el otro local lo renté a 80 pesos mensuales a unas gentes que se dedicaban a vender frutas y verduras.
Por entonces empecé a construir la Casa Amaya. Hice los salones de treinta y tantos metros de fondo y casilleros para acomodar la madera -que ya no venía por ferrocarril, sino en camiones; la traían de Cuauhtémoc, Santa Rosa y Valle de Allende; en fin, llegaba un camión cada 8 días.
Y así anduve vendiendo madera por todos rumbos.
“HABÍA BASTANTE GENTE COMPRANDO LOTES”
Llegó el gerente del Banco Agrícola y traía la documentación para crear la Junta Federal de Mejoras Materiales. El ingeniero Agustín Domínguez se organizó, apoyado en Samuel Chávez y “Chagua”, una señorita que le ayudaba, y de acuerdo con el decreto solicitó a los dueños de lotes que nombraran al presidente de la junta.
Se formaron dos bandos, el mío encabezado por Gustavo Parra y Manuel Chávez F., y otro que traía como candidato a un ingeniero de Recursos.
Dominó mi grupo y me entregaron el plano de la población, el Reglamento y el Decreto. Me hice cargo y comisioné al ingeniero Gameros para que eligiera un lugar para las oficinas, que localizó donde está actualmente la Junta de Aguas.
Luego Gameros me dio el plano y el presupuesto de construcción y me fui a México, donde el gerente del Banco de Crédito Agrícola, que era el jefe de las juntas del país, los autorizó y me dijo:
-Nada más que el Banco no tiene ahorita dinero.
-Vengo sólo por la autorización –le respondí.
La junta empezaba a tener dinero por la venta de lotes, había bastante gente comprando lotes.
LA CÁMARA DE COMERCIO MÁS JOVEN
En mi primer año al frente de la junta abrimos drenajes. En varias partes tuvimos que meter barrenos, porque llevaba el drenaje una profundidad de cuatro o cinco metros para poder dar el nivel que venía de lo alto.
Así llegaron nuevas elecciones, y me reeligieron. Entonces compré un equipo de pavimentación en ciento cincuenta mil pesos, ¡y a pavimentar! Comenzamos por la Plaza de la República.
Luego pusimos agua potable, hicimos pozos para dar agua suficiente.
En 1943 invité a diez gentes para formar la Cámara de Comercio. Invité al licenciado Raygada para que me asesorara y me fui a México; allá me identifiqué con el acta de mi nombramiento de presidente.
El gerente nacional de la Cámara me felicito y me dijo:
-Esta es la Cámara más joven de su estado.
LOS MASONES DE LA “ORIÓN”
Yo tenía la agencia XX, y además distribuía sodas y agua mineral.
Estaba una cantina del “Tío Lamparita”; le decían así a Eliseo Orviz porque, como al principio no había luz, siempre traía una lamparita en la mano que ponía encima del mostrador de la cantina. Todavía existe ese “Club Centro”.
Y en el lugar que actualmente ocupa “Súper Pollo” estaba doña Tila, esposa del chino Ramón Moy; vendía tacos y también la surtía yo. Todas las noches me iba a platicar allí a su local con otras personas, entre ellas Don Evaristo Madero, primo del apóstol Madero; era muy fumador, siempre andaba con el cigarro en la boca, ¡pero no los compraba, siempre andaba pidiendo! En aquel entonces yo también fumaba, con ese motivo nos hicimos amigos.
Una noche, platicando surgió el asunto de la masonería, y le pregunté:
-Don Evaristo, ¿cuántos años tiene?
El me dijo:
-Treinta y tres.
-Bueno, yo tengo siete -le contesté.
Me agarró los dedos, hicimos el saludo especial y nos identificamos plenamente. Así empezamos a formalizar el asunto. Me dijo don Evaristo:
-Debemos ya formar el triángulo.
Doña Tila prestó el cuarto anexo y yo les hablé a los hermanos de Saucillo, entre ellos al ingeniero Rembao, quien tenía una fábrica de vinos. Llegamos una noche a ese cuartito, entre otros, Luis Nevares, Eliseo Fernández, Armando Sepúlveda, Francisco Osollo y Armando Porras. Don Evaristo sugirió el nombre de “Orión” y nos explicó su significado. Todos lo aceptamos.
Eliseo dijo entonces:
-Bueno, hay que hacer el templo, y creo que el indicado es Leopoldo.
Yo en ese tiempo estaba muy joven y entusiasta, así que fui a la junta, solicité un lote, me indicaron el lugar ahí donde está actualmente, y puse gente a trabajar.
“MI QUERIDO AMIGO JUAN ARGUIJO”
Mi querido amigo Juan Arguijo era un minero de Aquiles Serdán; fue uno de los que me ayudó durante mi campaña para la Presidencia Municipal de aquel lugar.
Cuando me vine de por allá, al poco tiempo llegó también él.
Se convirtió en líder, y como no les convenía esa actitud, lo mandaron matar.
“ASÍ EMPEZAMOS A DARLE LUZ”
Me traje una o dos plataformas con postes de Monclova, de esos postes prietos que están todavía en las calles Tercera y 2ª Norte.
Donde actualmente está la cafetería del motel “Dorado” había un salón grande; ahí metí el material eléctrico y puse a Pascual Chávez para que administrara el negocio.
Enseguida me fui a Camargo y conseguí a Filemón Medrano, un buen electricista que trabajaba en La Boquilla; le di de contrato la instalación de la luz, y él mismo se fue poniendo postería por toda la Tercera.
Allí mismo donde hoy está la caldera del motel teníamos una planta estacionaria que nos dio la CNI, y puse a un señor que le decíamos “El Chapopote”, que era mecánico, para que la atendiera.
Así fue como empezamos a darle luz a Delicias en 1947.
“FUE A MEXICO A ENTREVISTARSE”
A Emiliano J. Laing lo conocí perfectamente bien.
Fue un buen presidente, de los mejores que ha tenido Delicias; sobre todo honrado. Una magnifica persona.
Ahí donde está el cuartel de los soldados estaba la oficina de telégrafos. La señora Laing era la telegrafista; una señora morenita, flaquita, delgadita. Pero muy lista.
Luego, cuando el general Henríquez era candidato a la Presidencia de la República, Laing fue a México a entrevistarse con él y le ofreció sus servicios. El general lo comisionó para que aquí en el estado organizara un movimiento revolucionario. Con ese nombramiento quedó como jefe de la revolución en el Estado de Chihuahua.
A Laing lo mataron y lo tiraron en el panteón de la Colonia Terrazas.
“ERA UN BENEFICIO PARA LA POBLACION”
Luego se formó un comité para la construcción de la escuela secundaria. Lo encabezó Guillermo Quevedo como presidente, Juanito Ochoa fue secretario, Leopoldo Amaya tesorero, y de vocales, Pedro Matar, Eliseo Orviz, Francisco Osollo, Anastasio Hernández y otros cuyos nombres no recuerdo.
En tres meses terminamos la construcción y le puse el nombre de “Leyes de Reforma”. El señor Armando Sepúlveda consiguió las letras y las colocó personalmente donde están en la actualidad.
Luego seguimos Guillermo Quevedo y yo por un llanito que estaba por ahí, y me dijo:
-Mira, aquí voy a hacer un gimnasio.
-Pues sí –le dije-, pero yo ya no te ayudo, ya he abandonado mucho mi negocio.
Él me contestó:
-Leopoldo, si no me ayudas yo no hago nada.
Me puse a pensar que era un beneficio para la población, y acepté.
Yo me encargué de la parte material. Comencé a hacer los castillos en el arco del lado izquierdo, que se levantó con vigas redondas; para este trabajo traía algunos peones y un muchacho de Meoqui, al que le decían “El Gato” porque era el que se subía por los postes del castillo para irlos amarrando.
En la construcción del gimnasio se invirtieron 600 mil pesos que aportó el señor Quevedo. Le pagué con la manzana que hoy ocupan “El Dorado” y la agencia de automóviles de al lado.
“CALZABA DE LA MISMA MEDIDA”
Cuando estaba por terminar mi sexto periodo al frente de la junta, debí convocar a los dueños de los lotes para la nueva elección.
Como los elementos que habían estado en contra mía tenían la seguridad de que iban a perder, pensaron en ir a ver al gobernador Borunda. De Delicias salió una comisión encabezada por Alfredo Chávez a hablar con Borunda para pedirle que se pusiera en contacto con el gerente del Banco de Crédito Agrícola, muy amigo suyo y que calzaba de la misma medida. El gerente de México era el que controlaba las juntas de todo el país.
Tras las gestiones de Borunda, el gerente mandó a una persona para que hiciera los trámites de traslado de la Junta Federal de Mejoras Materiales al municipio. Ese señor llegó a Chihuahua, habló con Borunda y regresó a Delicias, donde ya le tenían listo al licenciado Grajeda para que levantara el acta correspondiente.
Me localizaron en la granja. Leí el acta, hice unas pequeñas observaciones y les dije que fueran con el señor Samuel Chávez para que les entregara la documentación y las oficinas.
“TENÍAN SU PANTEÓN PARTICULAR”
Con estos acontecimientos mi situación se puso difícil, pues tenía en contra al profesor Carlos Muñoz, al grupo que había estado siempre en contra mía y al mismo gobernador Borunda.
¡Pues no les faltaba ya más que hacerme desaparecer, como habían hecho antes con mi amigo Juan Arguijo!
Lo mismo hicieron con mi amigo Carlos Acosta, a quien ayudé en las elecciones de 1939 para la presidencia municipal. Un día antes de tomar posesión lo mandaron asesinar por el rumbo de la estación; así entró el suplente, Andrés Beltrán del Río. Ya en la siguiente elección, Arturo Chávez puso a Luis Nevárez.
En otra ocasión, “El Mocho” y dos personas más fueron a Meoqui y asesinaron a un doctor.
Después sacaron de la escuela donde era directora (donde después fue la Mueblería Regional) a Olga, y también la asesinaron.
Después agarraron a un muchacho, hijo de don José Caballero, lo asesinaron y lo enterraron allá por las lomas que dan frente a la carretera a Rosales, donde los Chávez tenían su panteón particular.
A “El Mocho” lo tenían encargado del pozo número 3, pero se pasaba el día y la noche en las cantinas, hablando cosas que a su jefe no le convenían; y entonces mandaron que le aplicaran la misma medicina que “El Mocho” le aplicó al doctor de Meoqui.
Estos crímenes quedaron impunes, fueron asesinatos que nunca se aclararon.
LA ESTATUA DE CARLOS BLAKE
Las personas de este lugar tuvieron la buena idea de mandar hacer una estatua del ingeniero Blake y poner su efigie donde actualmente está.
Mi opinión es que esa estatua debería estar en la presa “Las Vírgenes”, junto a la tumba del ingeniero Rubio.
El ingeniero Blake, ex gerente de Recursos Hidráulicos, no tuvo nada que ver con la urbanización de Delicias. Todo estuvo a cargo exclusivamente de la Junta Federal de Mejoras Materiales.
DE LAS INVERSIONES PÚBLICAS
Vamos a tratar el asunto de las inversiones públicas.
Solamente yo le pago a los gobiernos federal y del estado 375 mil pesos mensuales, y 8 millones al municipio por concepto de predial.
Estaría de acuerdo en que el dinero de los contribuyentes se utilizara por ejemplo en arreglos a las escuelas, que a los profesores se les pagara un mejor sueldo, que a los agentes de tránsito también se les mejorara, al igual que a los policías municipales.
Que se hiciera buena limpieza en las calles y en las plazas; y que se invirtiera en pavimento.
En fin, que el dinero se utilizara en obras útiles.
TESTAMENTO POLITICO
Quiero dejar mi testamento político.
Soy libre pensador, mi ideología es liberal.
Yo fui “almazanista”, fui “padillista” y ahora soy miembro del Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Del PRI nunca he sido, les he echado siempre. ¡Y les sigo echando!
Siempre ha habido dos grupos en Delicias, el de los liberales y el de los “mochos” que son los clericales.
Yo siempre les ganaba porque me seguía una mayoría; la tradición del Estado de Chihuahua es liberal, no clerical.
-SEGUNDA PARTE-
Imágenes de Pancho Villa 2
En el combate de Tierra Blanca, Francisco Villa derrotó a los federales y los orozquistas, y entonces se vino con su gente a Chihuahua.
Mi familia rentaba una casa a la orilla del río. Yo me salí a la carretera a verlos entrar. Al frente de ellos iba Villa. Fue la primera vez que lo vi.
La segunda fue en Cusihuiriachi, cuando nos agarraron presos a la mayor parte de los habitantes de ese mineral. Sitiaron el lugar y pidieron el nombre de los comerciantes de Cusi para sacarles dinero; cuando ya lo hicieron los dejaron salir y yo aproveché para salirme junto con ellos.
Se había hecho noche. Agarramos mi hermano Fernando y yo por la vía del ferrocarril; era una noche de muy bonita luna. Por la carretera de terrado venía Villa con su Estado Mayor. Se paró y nos dijo:
-¿A dónde van, muchachitos?
Y yo, con una voz muy delgada, respondí:
-A dormir.
Y nos regresamos a Cusi. Allí en la plaza un soldado de Villa le dio un balazo en la panza a un niño. Por eso quedó asustado Fernando, porque le tocó ver.
La tercera vez que vi a Villa yo tenía una cantina en la avenida Ocampo de Chihuahua, se llamaba “El Cañón de Bachimba” (ahora es botica). Una vez que vino a Chihuahua de Canutillo llegó por la Ocampo y pasó frente a mi cantina. Allí lo volví a ver.
Villa fue un individuo con unas energías notables; casi se puede decir que fue un genio militar. Pero en contra, era un animal, sumamente asesino.
Como ejemplo, uno de tantos crímenes que cometió: quemó a la abuelita del general Ruiz, quien tenía un comercito en ese lugar. Ella se le enfrentó: lo insultó y le gritó muchas veces:
-¡Bandido asesino!
Villa mandó a uno de sus soldados que sacara un bote del comercio de la abuelita, la bañó de petróleo y la quemó.
“¡ESTÁN PELEANDO EN GUERRERO!”
En 1916, estando en Ciudad Guerrero, siendo mi papá José María Amaya presidente municipal, nos fuimos a vivir a una propiedad agrícola de don Fernando González. De la plaza Juárez al molino, que es a donde nos cambiamos, hay aproximadamente un kilometro y medio.
Esa mañana, serían las tres de la madrugada, mi mamá Francisca Chávez (primera actora) se despertó porque oyó una fuerte balacera, y le dijo a mi papá (segundo actor):
-¡Están peleando en Guerrero!
Se levantó mi papá, abrió una ventanilla que daba hacia la carretera, y escuchó el tiroteo. Así que se vistió, se fajó la cartuchera, agarró el rifle 30-30 y me ordenó:
-Leopoldo (tercer actor), ve a ensillarme el caballo.
Le pregunte que cuál, y me dijo:
-El bayo.
Para llegar a la bodega anexa al río Papigochi, recorrí 500 metros; ya allí, ensillé el caballo y se lo llevé a mi papá, quien estaba en la carretera esperándome. Montó y se encaminó hacia Guerrero, pero mi mamá le gritó:
-¡José María, no vayas a Guerrero, vete a San Isidro! (hoy Pascual Orozco).
Agarró pues rumbo a las lomas de San Isidro, y después de media hora de trayecto estaba tocando la puerta del cuartel. Salió un oficial y mi papá le dijo que quería hablar con el general. El oficial le explicó que Cavazos estaba dormido, que acababan de llegar de un baile en Miñanca.
Al fin se levantó el general, abrió la puerta y escuchó decir a mi papá:
-¡Están peleando en Guerrero, general!
El general le respondió (eran amigos):
-Oiga, yo creo que usted viene borracho.
-¡Asómese! -le rogó mi papá.
El general salió, y hasta entonces pudo oír la balacera. Se puso inmediatamente en movimiento; se vistió, despertó a los oficiales y soldados, y con su tropa de unos 300 hombres se movió rumbo a Guerrero. Subieron la cuesta de las lomas, y ya en la meseta se encontraron con Villa. Serian poco más de las cuatro de la mañana cuando se estableció el combate formal.
Mi mamá y yo, desde el molino, oíamos la terrible balacera que duró como una hora.
Pasó lo siguiente, según nos conto mi papá como a los quince días, cuando regresó. Nos dijo que en la parte fuerte del combate los villistas empezaron a retroceder, pero no se dio cuenta de momento a qué se debía.
Por versiones que se supieron después, pasó que Villa había recibido un balazo que le destrozó parte de la rodilla. Decían que cuando se sintió herido, empezó a quejarse terriblemente y a gritar; entonces lo rodearon sus oficiales y retrocedieron en completa derrota.
Bajaron la cuesta hasta llegar a Guerrero. Ya allí, metieron a Villa a la casa de Lupe y Lola Sáenz; luego buscaron a los doctores Brondo y Orozco, quienes hicieron la primera curación. Después consiguieron un carro de caballos al que le enredaron costales en las ruedas, y subieron en él a Villa. Se sabe que con veinte soldados por escolta, Villa escapó con rumbo a La Junta y pasó cerca de los ranchos de Santiago; platicaron los vecinos de una hacienda ganadera donde se detuvieron, que Villa se quejaba terriblemente, que gritaba, ¡que lloraba! En el pie de la sierra hicieron una angarilla con pastes de pino, lo subieron y lo escondieron en una cueva.
Todo esto yo no lo vi, me lo platicaron los vecinos que sí lo vieron.
“¡AI PASÓ EL DEMONIO, VA HERIDO!
El general Cavazos y su gente se reconcentraron en Cusihuiriachi después del combate. Al día siguiente, después de estar en el mineral, mi papá le dijo que iba a Guerrero a ver qué había pasado.
Al llegar a los ranchos de Santiago con la familia Cos, que eran amigos de muchos años, le dijo el señor Cos a mi papá:
-José María: ¡ai pasaron con el demonio, va herido!
Ellos estaban dolidos por lo que les había hecho a sus hijas.
Cuando tuvo mi papá esa noticia, regresó a Cusi a hablar con el general. Le dijo que Villa iba sumamente herido hacia la Sierra y le pidió cincuenta soldados para perseguirlo; pero Cavazos no quiso. Mi papá insistió, pero el general se negó completamente.
El plan de los villistas había sido el siguiente. Villa atacaría personalmente Guerrero, donde estaban como veinte soldados al mandó del mayor Domínguez; allí pelearon, pero el mayor burló el cerco con uno de sus ayudantes. Otra columna al mando de un general de Bachíniva atacaría Miñaca, donde logró matar a la mayor parte de los oficiales. Después Villa debía atacar el cuartel de San Isidro y matar a Cavazos, nomás que mi papá ya lo había puesto en alerta y eso lo salvó.
Consecuentemente, yo fui un actor importante en esos acontecimientos, ¡puesto que ensillé al caballo bayo que fue el héroe de esa jornada!
“¡Y EL OSO CORRIÓ!”
Villa fue un individuo sumamente sanguinario; mataba y violaba. Y entre las muchachas que se robó y violó una fue Lupe Cos, hija de la familia Cos de los ranchos de Santiago, muy amiga de nuestra familia. Allí me iba yo a pasar vacaciones con Epifanio hijo.
Una noche llegaron dos villistas. Tocaron; y cuando les abrieron amenazaron a don Epifanio, a su esposa doña Ramoncita, a Epifanio chico y a María. A Lupe, una muchacha muy bonita como de 18 años, la hicieron que se vistiera, que tomara algo de ropa, y se la llevaron por la fuerza a la sierra con Villa.
Días después, un grupo de villistas llegó a Bachíniva, a la casa del general Comadurán. Encerraron a la señora y le llevaron las señoritas a Villa. Como a los quince días las soltaron y tuvieron que atravesar la sierra solas; en el trayecto se toparon con un oso: el oso las vio cómo venían… ¡y el oso corrió!, según contaron ellas cuando platicaron lo que habían pasado en su odisea.
Las señoritas Comadurán son primas de mi esposa. Con ese motivo, una de ellas no se casó nunca; con quien se iba a casar era con Jesús Antonio Almeida, quien después fue gobernador del estado de Chihuahua.
“¡Y A CORRER!”
En el mes de diciembre de 1918, don José María Amaya fue nombrado jefe de las Defensas Sociales. Nombraron al mayor González para que reclutara soldados, a mi hermano Pablo de pagador y a mí me nombraron teniente. Pablo fue a Chihuahua a traer el dinero de la primera paga de los soldados; trajo moneditas de oro de veinte pesos e hizo el pago correspondiente.
Entonces mi papá recibió la orden de reconcentrar los soldados en La Junta, en espera de que llegara la gente de Bachíniva al mando de Jesús Antonio Almeida. En La Junta también esperamos la llegada de gente de Basúchil, de Guadalupe y de otros pueblos cercanos. Nos reunimos aproximadamente 300 individuos y nos echamos a caminar.
Pasamos la sierra y bajamos a la hacienda de Rubio (ahora Álvaro obregón); allí nos dieron algo de comer y unos quesos para los soldados. Seguimos caminando, hasta que llegamos a un cerro que le dicen De la Vieja, que está rodeado de bloques de piedra. Al otro día salimos del cerro, y el mayor González mandó dos soldados de vanguardia para que fueran reconociendo el terreno.
Amaneciendo, los dos soldados se pararon. Yo le dije al mayor:
-Luis, vamos a ver qué pasa.
Cuando llegamos a donde estaban los soldados les pregunté:
-¿Por qué no caminan?
No me contestaron. Nomás hicieron señas rumbo a los chaparrales de la hacienda de Rubio. Nos adelantamos Luis y yo, caminamos hacia la orilla del chaparral, y desde allí vimos montón de gente a caballo. Les grité:
-¡Quién vive!
Me respondieron:
-¡Viva Villa! -y se acordaron de mi mamá.
Rápidamente me amacicé en el estribo de la montura y disparé toda la carga de mi rifle: ¡pum! ¡pum! ¡pum! ¡pum! ¡pum! Cinco balazos les tiré. Quise meterle más carga al rifle, ¡pero se me caían las balas! Entonces el grupo de villistas se me echó encima, y ante esa situación, di media vuelta a mi caballo… ¡y a correr!
Luis corrió primero en su caballón inmenso. Le gritaba yo desde atrás:
-¡Luis, Luis, espérame! -y me esperó pura madre.
¡Ya casi me alcanzaban los villistas! Luis seguramente con los balazos ni me oyó.
Esto fue a las seis de la mañana. Al fin llegué al cerro de La Vieja, donde hubo algunos muertos. Allí subí en ancas a un viejo asustado, pero se me bajó y corrió hacia el cerro. Después me platicaría que conocía ese cerro muy bien; sabía donde estaba una cueva donde prefirió esconderse, y así se salvó.
Yo seguí caminando hasta llegar al rancho de los Estrada. Ahí, detrás de unos adobes, estaba el mayor González y Jesús Antonio Almeida, que fueron los primeros que corrieron dejando abandonada su gente. Después de correr desde la madrugada hasta la noche, pude llegar a otra sierra, donde solté a mi caballito bayo para que fuera a comer.
Al día siguiente vi en el llano a la gente de Villa, unos 400 hombres con burros, vacas y alimentos que recogían en los ranchos.
Busqué mi caballo, pero ya no traía la maleta donde mi madre me había puesto la provisión; tampoco estaba el capote con el que me abrigaba del frio terrible que hacía en esas llanuras. Todo lo había tirado durante la corrida: ¡lo que necesitaba conservar era el pellejo!
En la noche nos juntamos algunos. Hicimos una lumbre y mis compañeros trajeron un costal de mazorcas de maíz; las tostamos, y eso comimos. Otro día llegué derrotado a Guerrero, sin la maleta y sin capote.
Estos acontecimientos que estoy narrando, hace 73 años que sucedieron.
“UN ASESINO ANORMAL Y LLORÓN”
Villa fue un asesino anormal y también un llorón.
Cuando lloraba seguramente recordaba los asesinatos que cometió. Uno de ellos fue en Chihuahua, donde un compadre suyo tenía en la avenida Zarco una carnicería que le decían “Las 15 Letras”. Una mañana llegó Villa a la carnicería, llamó a su compadre y lo asesinó a sangre fría.
Un día llegó de Agua Prieta derrotado a Ciudad Guerrero. Se subió al kiosco de la Plaza Juárez y también allí se puso a llorar. Hacía mención a la invasión de Veracruz por los americanos, cuando en el curso de su conversación con la gente que nos habíamos juntado para oírlo hablar, comenzó a llorar. Sacó un pañuelo y se limpió.
Eso yo sí lo vi; mucha gente de Guerrero lo vimos.
LAS LETRAS DE ORO DE PANCHO
Un grupo de diputados federales, villistas y seniles, acordaron poner el nombre de Francisco Villa, o sea Doroteo Arango, con letras de oro en el Congreso. El destino se encargó de quemar las letras y todo lo que había, principalmente la documentación que fue combustible del incendio.
Esa documentación guardaba los secretos de las estafas y chanchullos que cometió el PRI desde que lo organizó el general Calles.
NOTAS
*Al respecto conviene reproducir aquí la nota de presentación de la “Memoria inédita…” en la edición original de 1991: “Don Leopoldo Amaya Ch. proporcionó a Reportero para su publicación, una ‘Memoria inédita” mecanografiada en nueve páginas. Además nos concedió varias entrevistas, durante las cuales amplió diversos pasajes autobiográficos y refirió asuntos que interesan a la historia de nuestra ciudad. Una apretada síntesis de ambas fuentes es el texto que aquí ofrecemos a nuestros lectores”.
1 Publicada en “Reportero”, no. 1, 1991.
2 Publicada en “Reportero”, no. 2, 1992. Se agrega un pasaje relativo a Villa que originalmente apareció en la “Memoria inédita”.
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