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Aye-aye: el lémur más extraño del mundo
En Madagascar existen toda de extraordinarias criaturas. Sus bosques parecen estar llenos de seres de la imaginación.
Quizás sabiendo eso no debería causarnos asombro toparnos con el aye-aye, una especie de lémur de muy raras propiedades.
Adaptaciones evolutivas
Este mamífero, el mayor primate nocturno del mundo, es arbóreo y comparte con los pájaros carpinteros el mismo nicho ecológico, para lo cual han desarrollado dos adaptaciones muy útiles:
incisivos similares a los roedores
un dedo del medio delgado.
El aye-aye localiza los agujeros que haya en la madera de los árboles y con sus dientes los roe, para luego extraer las larvas que allí se alojan con ese dedo especial.
Sociabilidad
Por mucho tiempo se ha considerado que el aye-aye es un animal solitario, ya que no se asocia con ninguna pareja.
Sin embargo, todo parece indicar que es más social de lo que se pensó una vez. Aunque su búsqueda de alimentación es muy individual, no suele haber conflictos de territorio.
Los límites entre los hogares de los machos son difusos y todos viven allí pacíficamente. Estos tienen espacios de mucho mayor tamaño que los de las hembras.
La manera usual de marcar sus territorios es a través del olor que transmiten sus mejillas y sus cuellos. Los intrusos sienten su presencia y se alejan de allí.
Apareamiento y crías
Los aye-aye no son monógamos y compiten entre ellos por las hembras, llegando a ser muy agresivos.
Durante el apareamiento un individuo puede arrancar a una hembra de otro macho si es necesario. Salvo en esta etapa, los aye-aye interactúan muy rara vez, casi siempre cuando se alimentan.
Los pueden compartir comida con las crías, pero lo usual es que tengan mayor relación con las , con las que sostienen juegos, persecuciones y peleas inofensivas.
A partir de los 13 meses los pequeños ya están listos para interactuar con otros individuos.
La gente lo ve como un presagio de muerte y desastre. Las tradiciones dicen que si un aye-aye señala a alguien con un dedo este morirá. Por tanto, la solución que encuentran los humanos es matar al animal.
Lamentablemente entre las muertes y la destrucción de bosques cada día más agresiva, el futuro de los aye-aye no parece ser muy optimista. Esperemos que su suerte empiece a cambiar, sino lo lamentaremos todos.
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