Por el bien del pueblo (capítulos 5, 6 y 7)…por Luis Arturo Chavarría
POR EL BIEN DEL PUEBLO (NOVELA)
PARTE I
5. A pensarla
Luego de que se fueran el profe Roberto y la comitiva, José Manuel y Sandra se miraron y enseguida se concentraron en el elote que habían dejado a medio consumir para atender al grupo. No hablaron. Continuaron saludando a la gente que paseaba, cumpliendo la rutina fidesemanera, hasta que Sandra pidió:
—Ya vámonos a la casa, José Manuel. Estoy cansada.
Él llamó a los muchachos, que al igual que siempre rezongaron y a regañadientes comenzaron a seguir a sus padres rumbo al hogar, pidiendo que les compraran algo todavía en cada puesto o carrito frente al que pasaban.
Finalmente llegaron a la casa. Los chicos fueron puestos a preparar sus mochilas y útiles para iniciar la semana escolar, y autorizados para ver el último programa deportivo transmitido por los canales que podían ser captados por la televisión abierta, ya que la familia no tenía servicio de cable.
En la mesa de la cocina, acodado frente al periódico que no había terminado de leer por la mañana, José Manuel esperaba que Sandra preparara la taza de café que ella le había ofrecido.
Cuando estuvo lista la bebida, la colocó ella a un lado del codo derecho de él y se sentó a su lado, sorbiendo con delectación la suya propia.
José Manuel dobló el periódico y lo dejó al centro de la mesa. Recogió su taza y bebió, contagiado del placer mostrado por su esposa.
—¿Qué le vas a contestar al profe? -le preguntó Sandra sin más.
—¿Eehh? ¿qué? ¿Qué qué le voy a decir…? -preguntó a su vez, sorprendido, José Manuel.
—Sí -confirmó ella la pregunta-. ¿Qué vas a contestarle?
—Pues… lo que ya le decía ahorita. ¡Que no! ¿De dónde sacan que yo quiero ser candidato?
Sandra dio un largo sorbo a su café, entreteniéndose luego en darle vueltas a la taza sobre el platito, en actitud pensativa. José Manuel la observaba, sabiendo que venía algo. Los años de matrimonio le habían enseñado que ese era el preámbulo de una argumentación acerca de lo que estaban hablando. Siempre era así.
—Creo que no escuchaste lo que te dijo, Chenel.
—¡Claro que lo escuché! Los que no escucharon fueron ellos.
—No me has dicho por qué no quieres ser candidato. Me dices que no quieres serlo, pero, ¿por qué? Eso es lo que ellos te preguntan. Razones. Para aceptar, ellos te ofrecieron las suyas. Para rechazar, esperan razones más contundentes que ésas.
—¿Qué? ¿A poco tú también quieres que me lance? -se ariscó él.
—Ni quiero ni dejo de querer. Pero me gustaría saber qué piensas de lo que te propusieron. Y más que gustarme, me interesa, porque nos afecta. A ti, a mí y a los muchachos. A la familia.
—Pues pienso que yo no soy “grillo”. ¿Qué voy a hacer de Presidente Municipal?… es más, fíjate lo que me haces decir… ¿de Presidente Municipal?… ¡de candidato! Ya se les hace que gano. ¡Hasta sueñan!
—Pues mira, yo no sé mucho de eso, pero me imagino que si te buscaron es por algo. Ellos sí saben. Tienen toda su vida metidos en este rollo de la política, así que ¡algo habrán aprendido!
—Más bien ya chochean. O ya no quieren ser ellos los que pierdan, como siempre, y buscan a quién crucificar. No sé, pero, ¡imagínate! Por el PAN, de seguro el Diputado Fernando Durán va a ser el candidato, si hemos de creerle a los chismosos. Por el PRI, pues los que se oyen son Luciano Anaya, Omar Fernández, Miguel Rodríguez, Nabor López y hasta Leonor Acosta -los fue contando con los dedos-. Cualquiera de ellos, al que agarres, es león arañado, ya tiene mucho colmillo. La gente los conoce y los identifica. ¿Qué voy a hacer yo ahí?
—Pues me imagino que lo que decía el profe… a presentar un frente distinto al de toda la vida. Es cierto lo que dices. Todos esos que suenan son la misma gente de siempre. Y al pueblo ya lo tienen hasta aquí -se pasó Sandra el índice por la frente-. Me parece que no andan tan errados los viejitos buscando entre la gente sin malear, como ellos mismos dijeron.
José Manuel fijó su mirada en los ojos de su mujer, frunciendo un poco el ceño. Giró el cuerpo para quedar de frente a ella.
—Oye, oye… ¡te desconozco! Qué, ¿te ofrecieron una lana para convencerme?
—No te hagas -se defendió ella-. Es en serio. Al menos yo sí me lo tomé en serio, y quiero pensarlo bien. Si vas a decirles que no, díselos con argumentos, para que no te acorralen. ¿O a poco crees que se van a dejar así nomás que te les rajes? Si ya vinieron y quieren embarcarte, es que ya la pensaron y lo planearon bien. Están listos para cortarte las salidas, y si no, a las pruebas me remito… ¡nomás deja que te vuelvan a agarrar, y verás!
—Pero es que, ¡no hay nada qué pensarle!…
De pronto se dieron cuenta que en el marco de la puerta estaban recargados José Antonio y Pedro Manuel, sus dos hijos, muy serios y atentos a la conversación.
—¡Ah, caray! -exclamó José Manuel-. No los había visto, hijos. ¿Qué, necesitan algo?
—¿Vas a ser candidato, papá? -preguntó José Antonio, el mayor, muy serio.
Sandra se anticipó a la respuesta de su marido:
—Tu papá está pensando en lo que le dijeron ahorita en la plaza, hijo. No es algo que se decida en lo que te comes un elote. Por eso estábamos platicando.
—Si ganas -le dijo Pedro Manuel-, ¿puedes mandar que nos hagan unas canchas de futbolito en la colonia, papá?
—Hijos -les atajó él- ni siquiera sé si voy a ser candidato, ¡menos si voy a ganar! Además, ¿de qué comeríamos si me lanzo? ¡Tendría que dejar de atender el taller para andar en campaña!
—¡Oscar lo puede atender, papá! -le dijo con ingenuo entusiasmo su hijo menor.
—Si se necesita, nosotros le podemos ayudar —secundó el mayor a su hermano.
José Manuel no permitía regularmente que sus hijos se ocuparan en el taller. Prefería que atendieran la escuela, que no se distrajeran de su educación, para que lograran terminar alguna carrera y obtener un título profesional. Así que zanjó la cuestión:
—Hijos: mamá y yo estamos platicando, tratando de encontrar una respuesta para el profe y sus amigos. Pero ustedes, lo que tienen que hacer, es alistar sus mochilas para mañana. ¿Ya terminaron la tarea?
—¡Yaaaaa! -respondieron a coro los dos muchachos.
—Bueno, entonces, ¡a dormir! Ya es tarde y tienen que levantarse temprano. Denle un beso a su mamá y váyanse a acostar.
Esta vez no hubo reticencias. En realidad se les veía el sueño en los ojos. Obedientes besaron a su madre, quien, persignándolos, los despachó a la cama.
—Hasta mañana. ¡Que duerman bien!
Cuando se encaminaban a la recámara, pudieron escuchar a Pedro Manuel decirle a su hermano:
—¡Estaría padre que mi papá fuera el Presidente Municipal! ¿Te imaginas…?
6. Un cura grillo
Desde su llegada a la Parroquia, el Padre Chente dejó ver que le gustaba socializar con la gente. No rechazaba invitaciones para tomar un café o para asistir a bautizos, bodas y quinceañeras.
En poco tiempo se relacionó con las familias, e hizo predilección por la de Fernando Durán y Flor, afuera de cuyo domicilio era seguro ver la vagoneta en que se transportaba, una noche sí y otra también.
La familia lo acogió como a un miembro más.
El hecho no habría tenido mayor trascendencia de no haberse dado coincidentemente con los primeros movimientos políticos.
Como guía y líder de los creyentes católicos, mucha gente buscaba su consejo y orientación, ya específicamente respecto a tal o cual Partido o probable candidato, o ya genéricamente relativo a la manera de asumirse ante el proceso electoral que se avecinaba.
Y resultó ser que el Padre Chente se vio inmerso en ese aspecto de su grey.
Primero, mediante un documento que el Arzobispo hizo circular y promover por toda la Diócesis, llamando a participar con conciencia y responsabilidad a todos los ciudadanos, y pidiendo a los católicos ser ejemplo.
Pero la comunidad era pequeña como para diluir el impacto social del proceso político en la masividad, así que —pueblo chico, infierno grande— estos mensajes, al asimilarse al pueblo, se fueron viciando de tendencias; tanto los de la jerarquía eclesiástica como los de cualquier líder de opinión: el maestro, el médico, el dirigente de algún grupo u organización, el periodista. ¡Cualquiera!
Y luego la amistad del Padre Chente con Fernando comenzó a interpretarse como una señal respecto de hacia dónde debía inclinarse el apoyo de la grey.
Desde luego, no hubo jamás un pronunciamiento directo por parte del Padre Chente.
Pero la gente tiene sus lecturas de la cotidianeidad.
7. Omar
La verdad es que siempre había querido la oportunidad.
Omar Fernández se distinguió siempre por su activismo político y por echarse a cuestas cuanta encomienda se viera difícil de concretar. Y él siempre las sacaba adelante.
Pero a cambio, sólo había obtenido una vez la designación de suplente de diputado. Que no era poco. Pero que no era lo que él quería. Además, el titular cubrió toda la gestión, dejándolo con las ansias de novillero.
Coordinó varias campañas, tanto locales como estatales, con buenos resultados. Pero jamás recibió la propuesta de una candidatura.
Se decía en el pueblo que por eso había abandonado las filas del PAN para hacerse priísta.
Comerciante independiente, tenía buenos contactos por todo el estado, ya que había encontrado un nicho muy productivo: proveía a los municipios de materiales para la obra pública.
Haber estado tan cerca de las administraciones municipales le había permitido detectar la problemática a que se enfrentaban al encontrar tan dispersos a los proveedores. Así que orientó su negocio de comercio -ejercido toda su vida- a este ámbito, y resolvió dos cuestiones a un tiempo. La subsistencia y la permanencia en el mundo de la política.
Y ahora, sus buenos oficios parecían fructificar. Por fin había conseguido que su nombre sonara como el de uno de los posibles para la candidatura del PRI en las elecciones en puerta. Desde luego, él mismo había “soltado el borrego”, y cuando vio que el rumor cobraba fuerza e incluso se sopesaba como posibilidad, decidió salir del anonimato. Valiéndose de un par de comparsas, se hizo invitar por un grupo para participar en la contienda interna del Partido por la candidatura a la Presidencia Municipal.
Y ahora estaba trabajando ya en su precandidatura.
Acondicionó un local de su propiedad, en desuso, como casa de campaña. Y ahí estaba, con sus cuatro colaboradores de confianza, preparando la asonada.
Se sentía bastante confiado, ya que el apellido Fernández estaba presente en el ánimo del pueblo como el de una familia que siempre había apoyado el progreso de la comunidad. De hecho, su padre, Don Victoriano, había sido Presidente Municipal en un par de ocasiones, y en la primera de ellas había introducido al pueblo la energía eléctrica.
Además, se estaban anticipando a los tiempos, con el propósito de llevar camino andado para cuando los demás decidieran arrancar. Y contaba con los recursos suficientes para “lubricar” la operación de una precampaña y, desde luego, la campaña formal luego de alcanzar la candidatura.
Rigo Leyva, Manuel Muñoz, el Doctor Lavín y José Guadalupe Bolívar le proponían los siguientes pasos para avanzar.
¾¡Tenemos que aprovechar los resbalones de Ramiro, Omar! -le decía Lupe Bolívar, refiriéndose a los cada vez más frecuentes yerros de Ramiro González, el actual Presidente Municipal priísta.
¾Sí -secundó el Doctor Lavín-. La gente cada vez está más inconforme. Y como ya destapó a Miguel Rodríguez, haz de cuenta que lo sentenció. Nadie, ni en el Partido ni afuera, quiere oír nada de Miguel, nomás por ser el candidato de Ramiro.
¾Necesitamos empezar a hacer presencia -les dijo Manuel Muñoz-. Que la gente sepa que vas por la candidatura. Yo creo que si comenzamos a hacer algunas visitas y conseguimos apoyos en la comunidad, adhesiones pues, podemos presionar en el Partido para que se inclinen por ti. Pero tenemos que chambear de afuera hacia adentro.
¾Eso es cierto -intervino Rigo Leyva-. Acuérdate que hay algunos en el Partido que todavía te ven con malos ojos por venir de la oposición. No se acaban de convencer, y dicen que sólo vienes buscando un puesto. Tenemos que contrarrestar eso.
¾Por eso digo -acotó Manuel- que hay que chambear de afuera para adentro. Si es la gente la que habla de lanzar a Omar, y no nosotros, sus allegados, ¡nada tendrán que objetar esos envidiosos!
¾Pues sí, pero, ¿cómo le hacemos? -quiso saber el propio Omar.
¾Como le hicimos para precandidatearte. Vamos soltando el rumor allá afuera; vamos sembrando la conciencia de la labor de tu papá. Y cuando la gente te asocie a esa labor, te verá como un buen prospecto. Además, no necesitas del puesto para vivir. Tu negocio te da lo necesario y más. Ni modo que te acusen de querer aprovecharte para conseguir dinero -dijo el Doctor Lavín.
¾Pero tenemos que ganarle tiempo al tiempo -insistió Manuel-. Ya andan dos o tres alborotados y no tardan en comenzar la refusilata. Y en medio de la polvareda es más difícil que te notes. Ahorita que las cosas están tranquilas es cuando hay que posicionarte.
¾Estoy de acuerdo con eso -dijo Omar-. Pero me da miedo todavía que el madruguete se interprete como ansias de poder.
¾Tú no te preocupes por eso -lo tranquilizó el Doctor Lavín-. Estamos trabajando a algunas personalidades que te pueden apadrinar, y que darán peso a tu precandidatura. Son reconocidos en el Partido por su trayectoria y nadie pone en duda su integridad y convicción. Si ellos te apoyan, como parece que estamos consiguiendo, no habrá quien se atreva a acusarte de ambicioso.
¾Pero -dudó Omar-. ¿Estamos seguros de ellos?
¾Más que seguros -le informó Lavín-. Lo que sucede es que no se abren de capa así nada más porque sí. Saben que su opinión pesa, y la negocian bien. De hecho, quieren proponerte algunos nombres para Regidores y un par para Funcionarios. Pero se están dando tiempo.
¾¿Y luego? -preguntó Omar-. ¿Por qué no platicamos con ellos?
¾Necesitas dejarlos. A su tiempo se van a acercar. Te están midiendo, esperando que enseñes el cobre o des la cala -dijo Lavín.
¾Tienes que aprender a tantearle el agua a los camotes -pontificó Leyva-. Apurar cuando haya que apurar, y esperar cuando haya que esperar.
¾Pues yo creo que lo que se ha de pelar, que se vaya remojando -dijo pragmático Omar.
¾Mira, Omar. Nosotros llevamos toda la vida en esto. Conocemos a nuestra gente. Déjanos ayudarte. ¡Confía en nosotros! -habló Lavín.
¾Confío en ustedes, Doctor. Nada más decía. ¿Qué tal si podemos avanzar las cosas?
¾Deja que se maduren, Omar. Deja que se maduren.
La próxima semana, los capítulos 8, 9 y 10.
Últimos comentarios