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Santa Claus…¡¡¡Ha muerto!!!…Por Rafael Ramírez

SANTA CLAUS… ¡¡¡HA MUERTO!!!

(Tragedia invernal en un acto)

RAFAEL VELAZQUEZ RAMIREZ

(ONASSIS)

El bondadoso hombre de la larga y alba barba, el traje encarnado y la risa estridente no levantaba la vista de su periódico, mientras su esposa hacía que barría junto a él…

–          ¡Claro! –dijo la dama dejando la escoba en paz- A ti no te importo que yo esté toditito el santo día arreglando la casa, recogiendo mugreros y dándole de comer al ejercito de enanos que hacen los juguetes…

Santa Claus miró a su mujer por encima de los anteojos. Por su mirada podía notarse que ya tenía algunas horas de escuchar mansamente a su consorte…

–          ¡Y qué decir! –continuó la matrona- De toda esa bola de amigotes tuyos que vienen con el pretexto de darte nuevas ideas para hacer juguetes y de paso acaban con todas las provisiones… ¡Hasta con el rompope barrieron!… ¡Pero eso a ti no te importa! ¡Eso a ti te vale un soberano comino!… A ti que te tengan la comida caliente y rápido, y que ruede el mundo ¿verdad?…

La señora Claus cambió del reclamo al sollozo:

–          Mientras que yo. ¡YO! Óyelo bien ¡YO!. Yo soy la que se friega y que ya no aguanta la espalda y los juanetes. Que no tengo ni un momento para ir al salón de belleza con mis amigas… ¡Mírame! ¡Mírame como estoy de ajada y fea!… ¡Y todo por tu culpa!… Me tienes esclavizada eternamente… Ni siquiera las telenovelas me dejas ver…

–          Pero mujer, las telenovelas dan puros malos ejemplos –se atrevió a comentar Santa.

–          ¡Cállate! –estalló la mujerona- ¡Eres un desvergonzado, un cínico, un patán, un gandul, un mujeriego, un arribista!… ¿Qué crees que no me doy cuenta de los escándalos que organizas los veinticuatro de Diciembre?… No, si ya me lo decía mi mamá: “No te cases con ese. ¿Qué no ves que nunca pasa la navidad en casa?. Ve tú a saber dónde se mete. A parte regresa todo tiznado. Seguramente por haberse revolcado con una negra. Y sepa Dios que otras cochinadas haga”.

–          ¡Por el amor de Dios, mujer! –dijo Santa elevando los ojos al cielo.

–          ¡No metas a Dios en esto! ¡Sacrílego! –rebufó madame

–          Pero si fuiste tú quien lo mencionó.

–          Si ¡claro!. Ahora échame a mí la culpa… Y no me cambies la conversación, monstruo de lascivia y perdición ¡Toma! ¡Toma! ¡Toma!

San Nicolás se incorporó del sillón sobándose los estacazos que le propinó la dueña de sus quincenas. Se acomodó las antiparras y con su mirada dulce y nublada se aproximó a ella diciendo:

–          Pero Betty…

–          ¡No me digas Betty!… ¡Alma negra! –exigió la consorte.

–          Está bien, Austreberta… ¿Qué te pasa?… De sobra sabes perfectamente lo que hago los veinticuatro de Diciembre. La verdad, no sé por qué una actividad tan altruista como la mía, te causa tanta molestia.

La mujer no contestó  nomás por no dar su brazo a torcer.

–          Anda –propuso Santa-. Siéntate y platícame serenamente lo que te sucede.

La señora se llevó una punta del delantal a los ojos para secar una furtiva lágrima.

–          Es que la vecina siempre me cuenta de la fiesta de navidad y, además, habla muy bien de ti… Y eso me da mucha rabia, mucho coraje, mucha muina. Porque tú sabes que como buena hembra originaria de Hidalgo del Parral, Chihuahua, me sublevan los aprovechados, lángaros, zánganos, atenidos, mantenidos, que cubriendo su ineptitud con una legión de enanos ayudantes y una esclava mensa que le remienda los trajes rojos y, a parte, le da sus pastillas de Graneodín Benzocaína para la garganta y le tiene preparado su baño de agua calientita para cuando regresa de sus pachangas navideñas y, todavía más aún, le prepara sus chilaquiles bien picositos…

Santa Claus se puso de pie y trató de ganar la salida al ver que su amada cónyuge, tomaba un enorme palote para hacer tortillas de harina y se dirigía a él con actitud francamente homicida.

–          ¡Y tener que soportar! –bramó la dama blandiendo el palote-, mudamente como todo el mundo habla bien de él y que se lleva las palmas y bendiciones de todos los niños…

Santa se agazapó en un rincón y encomendó su alma a creador.

–          ¡No señor! ¡Esto se acabó! De ahora en adelante todo el orbe sabrá que no eres tú, si no YO, la que hace felices a todas las criaturas de la tierra…

Así que si esta Navidad, ve usted entrar por la chimenea a una señora entrada en años y en carnes, riendo con voz ladina, ya sabe que es la esposa de Santa Claus.

Nosotros estaremos en el sepelio del altruista varón, maldiciendo la mentada igualdad de géneros… Y dándonos a todos los diablos por andar creyendo que democracia e igualdad es lo mismo…

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