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Carta a Jorge Carrillo…por Luis Villegas Montes

Leí con atención el artículo que recién tuvo el atrevimiento de escribir y publicar en algún medio de circulación nacional titulado: “Exequias de un sexenio“;[1] y lo escribo así porque, en efecto, es un atrevimiento de su parte posicionarse en un tema que a usted, en lo personal, no le puede ser ajeno en lo absoluto vista su biografía; lo que de inmediato me lleva a preguntarme, con toda sinceridad -y con el debido respeto, por cierto- si es usted idiota o se hace. Me explico:

Escribe usted, entre otras ternezas (por no decir despropósitos), que:

a) Es en ese culpar el pasado que encuentra una espeluznante firmeza para aferrarse a sus errores y justificarse. No es conocida ninguna opinión nacional o extranjera, fuera de sus corifeos íntimos, que le haya dado la razón en su guerra contra la hidra […] Es importante hacerlo notar: ¡¡Nadie, nadie!! le ha dado la razón. […] Sus absurdas referencias sobre una  ‘negociación’ con el crimen en el pasado tienen su lógica. En su interior es una certeza de que presidente y Chapo tienen la misma jerarquía ética por eso pueden negociar”; ¡Qué manera tan elegante de deslindarse de un crimen histórico, don Jorge! Mire usted:

Con su dicho, no sólo soslaya la oportunidad que tuvo usted de hacer algo por combatir al crimen organizado, sino, sobre todo, sus propios yerros y excesos que constituyen uno de los ingredientes para el estado de cosas actual. En su reportaje “Narcotráfico. México Colombianizado”, Elvia Andrade Barajas apuntaba: “La persistencia de la delincuencia organizada a gran escala en México alrededor del lucrativo tráfico de drogas desde aproximadamente principios de la década de los setenta se debe a una eficaz protección frente al aparato de la ley[2] y don Julio Scherer García (otro que sí se merece el “don”) escribió: “Hace casi veinte años -los setenta, los ochentas- el país se asomó al escándalo del narco”.[3] Es más, desde fines de los 80’s, existían versiones de los vínculos inconfesables entre el Gobierno y el narco: “Félix Gallardo estaba unido a una vieja clase política desplazada de los centros neurálgicos de poder ligada al expresidente Luis Echeverría, por la vía del exgobernador de Sinaloa, Sánchez Celis, y que comenzaba a quedar en decadencia, a la cual pagaba primariamente por la protección de sus negocios”.[4] Más aún, de la camarilla política de Carlos Salinas se ha escrito, en relación a las actividades de su propio padre y sus contactos con un conocido contrabandista tío de Juan García Ábrego, así como de su hermano Raúl: “Parece haber servido como catalizador para la transferencia hacia el este del eje central del narcotráfico, haciendo del cártel del Golfo, dirigido por Ábrego, su principal aliado”.[5]

En 1989 se produce la extraña detención de uno de los herederos de Félix Gallardo, Amado Carrillo Fuentes, “quien quedó libre sin más sin explicaciones, aunque según algunas versiones llegó a reunirse con gentes de niveles superiores del gobierno o incluso con el propio presidente Salinas, y en el transcurso del sexenio adquirió la supremacía en el importante corredor de drogas de Chihuahua”.[6]González Calderoni, cuyos orígenes sociales son la clase media alta en contraposición con la abrumadora mayoría de los miembros de las agencias de seguridad, tenía fuertes vínculos anteriores con Raúl Salinas de Gortari, para quien trabajó proporcionando escuchas ilegales de diversos candidatos opositores, entre ellos Cárdenas, durante la campaña para la elección de 1988”.[7] Más aún, de 1991 a 1996, buena parte de las noticias referentes al narcotráfico tienen como protagonistas a destacadas figuras de la política de esa época, entre ellos, el actual Senador Manlio Fabio Beltrones y, por supuesto, el hermano incómodo.[8] El hermano de José Francisco Ruiz Massieu, Mario Ruiz Massieu, acusó a dos secretarios de Estado y a dos gobernadores, vinculados con el narcotráfico, con la muerte del primero.[9] Eduardo Valle (a) “El Bhúo” apunta categórico: “Que conste: en ningún momento se me ocurrió que Carlos Salinas de Gortari podría tener relaciones con Amado Carrillo, Juan García Ábrego o los Arellano Félix. Quizá Raúl. Pero después de todo lo que no ha ocurrido, los mexicanos ahora sabemos que sí: el Presidente de México tenía una idea bastante exacta de lo que ocurre con las empresas criminales internacionales de donde participan mexicanos”.[10] El testimonio definitivo que sepulta a Salinas es el de su antecesor, Lic. Miguel de la Madrid; quien sin ambages lo acusó de “fomentar en su sexenio la corrupción y de robar fondos públicos”, por un lado; y por otro: “Su hermano Raúl [Salinas] tuvo contacto con narcotraficantes”.[11] ¿O ya se le olvidaron las declaraciones de Sócrates Rizzo de hace unos cuantos meses, en el sentido de que losgobiernos priistas controlaban las rutas del narcotráfico para impedir los ataques contra civiles”?[12] ¿Tampoco recuerda su dicho en el sentido de que el problema del tráfico de la droga viene “desde la época de Lázaro Cárdenas que fue cuando empezaron a enviar droga a Estados Unidos y en donde de alguna manera el Ejército tenía una control sobre ese tránsito”?[13] El mismo ejército al que usted perteneció por décadas.

b) El daño hecho a la sociedad en sus emociones, en su sentido de seguridad, tranquilidad y percepción de futuro es enorme. Fueron destruidas contrayéndose una deuda moral inconcebible. […] El miedo, la desesperación crecieron al individualismo, al egoísmo, al olvidarnos del ‘nos’. ¡Sálvese quien pueda! Es la consigna que deja”; ¡Qué corta memoria la suya, don Jorge! ¿No recuerda el caso de los Echeverría, de los López Portillo, de los Salinas de Gortari? ¿No recuerda las devaluaciones brutales, los saqueos inconmensurables al país, la deuda externa que de 1972 a 1994 creció de 25 mmd a casi 300 mil millones, los famosos “Años de Hidalgo” (que chifle a su madre el que deje algo)? ¿Es ése el pasado que añora?

c) No llegó a sentir la dimensión y majestad del cargo”; así se expresa un cortesano; no hay majestad en el desempeño de un cargo público o, por lo menos, no debe haberla. La esencia del desempeño de una responsabilidad de esa índole se halla en el nombre genérico que sirve para enunciarla: Servicio público; ésa y no otra es la esencia del quehacer público, no las taras y vicios que caracterizaron los regímenes a los que usted sirvió y de los que fue parte y que llevaron a don Daniel Cossío Villegas a definir al sistema político mexicano como una “Monarquía absoluta, sexenal y hereditaria en línea transversal”.[14]

d) Nunca aceptará su pecado original: Meterse con lo que no conocía, ni la fortaleza del crimen ni la debilidad de  las instituciones”; ¡Enhorabuena, don Jorge! Ésa es, quizá, si no la única verdad detrás de todo su escrito, por lo menos la aseveración más inteligente: Que México es y ha sido -no de ahora, sino de siempre- un país con instituciones débiles que vive más acorde con la letra de la ley que con su espíritu; me imagino, que en su ignorancia suprema, desconoce usted el dicho de dos insignes constitucionalistas mexicanos; con su venia (o sin ella, que para el caso da igual), los cito: “Parece, pues, que el recurso de la fuerza está cayendo en desuso. Pero eso no significa que la fuerza haya sido sustituida por el ejercicio armónico de la democracia. En tal aspecto, el retroceso es notorio. Un partido oficial, creado y sostenido por el gobierno, cierra la entrada de la política a cualquiera opositor o independiente. Sólo el que se somete y persevera en las consignas del partido tiene cabida en las cámaras federales”, escribió (él sí) don Felipe Tena Ramírez en la introducción a su célebre obra: “Derecho Constitucional Mexicano” en 1944.[15] Y justos 55 años después (1999), otro ilustre constitucionalista escribió: “En la vida hay ironías: esta obra aparece en el momento en que la constitución, como instrumento que norma la vida democrática y pacífica de una sociedad, que limita la actuación de la autoridad, ha desaparecido, debido a las reiteradas violaciones a su texto […] ha sido sustituida por un documento que consagra como forma de gobernar la arbitrariedad, y en el mejor de los casos, la discrecionalidad. […] El texto de 1917, bien o mal, era una constitución; ha dejado de serlo; mentes desordenadas y enfermizas la han transmutado en un mal reglamento en el que se han vertido todo tipo de necedades y extravagancias”.[16] Así que ya ve, don Jorge, “que no todo tiempo pasado fue mejor” y que la debilidad institucional de esta hora, como usted la llama y de la que usted se duele, mucho le debe a los políticos de su época, pero sobre todo, a los milites, como usted, que sostuvieron con la fuerza de las armas un régimen autoritario que se dio el lujo de desembocar, sin una voz disidente capaz de conmover a la sociedad mexicana de entonces, en la matanza de la Plaza de las Tres Culturas.

Permítame en suma, don Jorge, refutarlo con un clásico: “¿Qué humor puede ser más raro/que el que falto de consejo,/él mismo empaña el espejo/ y siente que no esté claro?”;[17] pues no a todos los priístas, en esta hora, se les puede reclamar lo que a usted: Haber sido, entre otras lindezas, en el periodo más álgido de la corrupción que llevó al narcotráfico a enseñorearse en nuestro país, Director General Fundador del CISEN (Centro de Investigación y Seguridad Nacional) institución para la inteligencia del Estado Mexicano, así como coordinador general y fundador de la Comisión para la Atención contra los Delitos de la Salud de la Procuraduría General de la República (PGR). Cabría preguntarle, con toda oportunidad, ¿qué hizo usted en su momento? Permítame responder a esa pregunta en la voz de un Senador de la República que no, no señor, no es panista, el Senador Graco Ramírez, quien declaró para la revista Proceso, entre otras cosas, que: “Jorge Carrillo Olea fue quien incubó el huevo del narcotráfico en Morelos. Él es el responsable de la desgracia que vive la entidad”.[18] En este punto, permítame una pregunta, don Jorge: ¿Haber sido inhabilitado por 14 años para el desempeño de un cargo público por sus vínculos con el crimen organizado no le enseñó nada? ¿Fue en respuesta a dicha inhabilitación que se hizo (o se tuvo que hacer) especialista en seguridad nacional y servicios de inteligencia?

No insulte a los mexicanos que leemos historia, don Jorge ¿o debo decir general?; guarde esa pluma que por tantos años mantuvo cobardemente bajo el ala, para proteger a un régimen autoritario que resolvió en baños de sangre algunos de los conflictos más álgidos de la historia patria mientras usted, y gente como usted, se ocupaba de la intendencia, en el mejor de los casos, o de proveer la metralla, en el peor. Guarde silencio y tenga respeto, si no por la memoria de los muertos, por lo menos de la inteligencia de nosotros, los vivos, cuando no de los sobrevivientes.

Luis Villegas Montes.

luvimo66_@hotmail.com

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