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La miel del Panal (parte final)…por Luis Villegas

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Recuerde el lector que la afirmación que da vida a esta serie de artículos es la relativa a que desde hace días, diversas notas periodísticas dan cuenta de las dificultades en la campaña del virtual candidato del PRI a la Presidencia de la República, Enrique Peña Nieto.

Así las cosas, el mes de diciembre de 2011 constituyó uno de los meses más aciagos en la aparentemente sólida trayectoria de Peña Nieto tras sus aspiraciones; el 5 de diciembre comete el primer error de consideración cuando miente en la FIL de Guadalajara sobre los supuestos libros que había leído y confunde los nombres de dos autores;[1] esto dio lugar a un furioso intercambio, principalmente en redes sociales, a partir del cual, aunque se insista en que ese tropiezo no constituyó un auténtico descalabro para la campaña, lo cierto es que, por lo menos una encuestadora, señaló que el candidato había descendido 3 puntos en las preferencias del electorado: “De noviembre a diciembre, las opiniones positivas de Peña Nieto bajaron tres puntos, de 40 a 37, mientras las opiniones negativas subieron uno, de ocho a nueve, según la evaluación de Mitofsky”.[2]

Es decir, a la fecha, último día de enero de 2012, además  del asunto de su hija en Twitter,[3] su ignorancia sobre el precio del kilo de tortilla[4] o el monto del salario mínimo,[5] sus infidelidades conyugales[6] y un hijo del que, según su mamá (del vástago) no se hace cargo;[7] se halla el de la disputa con el PANAL, tras la ruptura motivada por la falta de acuerdo entre las dirigencias de los dos partidos.

Esa falta de acuerdo, al margen de su deteriorada imagen en medios, constituye uno de los primeros auténticos riesgos para la campaña de Peña Nieto. En principio, si bien la salida de la maestra Elba Esther podría mejorar su imagen bajo el sólido argumento de: “NO me ayudes compadre…”, lo cierto es que la situación de facto posterior dista mucho de ser halagüeña para él y sus aspiraciones:

En primer lugar, está el hecho indubitable de que las fuerzas del Revolucionario Institucional se verán mermadas con todos aquellos miembros del sector magisterial que apoyan de modo incondicional a su lidereza; este apoyo no es poca cosa si se consideran los éxitos de ese partido político que en poco menos de seis años ha crecido de forma consistente.

Sin soslayar, por supuesto, que uno de los sectores más activos en épocas electorales es, precisamente, el magisterio. Es decir, la desbandada panalista afecta al priísmo de manera directa al menos de dos formas y le beneficia -si verdaderamente le beneficia- de una sola: El PRI pierde por los votos que deja de captar y, sobre todo, por los operadores de campo que se esfumarán en la próxima contienda (piénsese en que todavía existen comunidades en las que el “curita”, el “doitor” y el “maistro” son personajes célebres de enorme influencia y prestigio). El beneficio es uno solo, discutible y relativo: La imagen de Enrique Peña Nieto saldría beneficiada por haberse deslindado de la ominosa presencia de Elba Esther, tan desacreditada en el ámbito nacional.

En segundo lugar, y aquí sí no hay lugar para las especulaciones banales, pareciera más grave que el PRI -seguro de su triunfo en este año tan significativo y que constituye un verdadero parteaguas en la historia nacional luego del 2000- simplemente desdeñe la alianza con un Partido que en el nombre lleva el pecado y en su alianza con el PANAL le saliera más caro el caldo que las albóndigas. En esa soberbia, que se siente ya triunfador sin ninguna justificación, sin haber salido los ciudadanos a votar ni contado los sufragios; más aún, sin haber comenzado las campañas siquiera, es posible que se halle el peor descalabro de todos para el PRI y sus abanderados: Que “dueños del pastel” no quieran repartir ni las miguitas.

Hasta la fecha, lo único cierto, tratándose de Peña Nieto, es que es el candidato de las televisoras y que usa gel como loco para mantener intacto su look a pesar de lo “movido” de la travesía.

Por no saber, Peña Nieto no sabe ni dónde está parado y pese a los buenos oficios de su infatigable “padrino”, Carlos Salinas de Gortari, es imposible que pueda enmendar lo que Salamanca “non presta”.

Con ésta, van ya seis o siete a cero en el marcador y lo peor para don Enrique es que en este asunto de la política, como en el beisbol, la cosa no se acaba hasta que se acaba.

Luis Villegas Montes. luvimo66_@hotmail.com, luvimo6608@gmail.com


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