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Viacrucis prehistórico…por Rafael Velazquez Ramírez

(ONASSIS)

 

            Corría el mes de abril en la era mesozoica inferior. Los dinosaurios, o los que quedaban que eran puros tiranosaurios, estaban reunidos en las faldas  de un volcán apagado.

            Aún flotaba en el ambiente el olor a incienso, mirra y palma quemados, ya que apenas habían terminado los días de reflexión, recogimiento y serena paz que marca el calendario…

            Los gigantescos reptiles acusaban signos inequívocos de una feroz cruda. Por doquier abundaban  ojos rojos, labios resecos, dolores de cabeza, temblores intermitentes que se traducían en  histéricos rostros desesperados. Total, estaban que ni mandados a hacer para un anuncio de Alka Seltzer.

            El Lider de los tiranos pidió atención, pasándose la rasposa lengua por los blanquísimos labios.

–          Compañeros y hermanos, es imposibles ocultarles que nos encontramos en un brete.

–          Difícilmente puede ocultársenos –repuso un tirano con las manos en la cabeza-, todos estamos que nos lleva pifas y con el Jesús en la boca.

–          ¡Si! –secundo un reptil con la lengua de fuera, tenemos hambre y sobre todo mucha sed.

–          Y todo por culpa del tirano verde –refunfuño otro de los reptiles-. Con lo sabrosamente que nos la estábamos pasando. Comiendo a garras llenas y bebiendo como cosacos, cada quien dedicado a rascarse las escamas.

–          Sin que nos faltara nuestro curado de gingidio. –Agrego otro coloso recordando épocas pasadas.

–          Pero nada mas iniciaron las festividades la semana Mayor –continuo el reptil que culpaba al tirano verde-, que al remaldito habilitado para cobrar la prima vacacional, se le ocurriera correrse una juerga  con unas tiranas de la mala vida y gastarse el dinero. ¡Y ahora ya lo ves!: hambrientos, sedientos, desesperados y con un crudon marca dinosaurio, sin tener a quien recurrir en nuestra desgracia.

–          Y yo que iba a proponer que nos subiéramos el sueldo. –Sollozo un dinosaurio azul con cara de regidor.

–          Pareceme, señores –contemporizo el Lider gravemente-, que no es el momento de recriminaciones. Yo ya tome las providencias necesarias para castigar a ese tunante en cuanto regrese… Si es que regresa.

–          Pero mientras, ¿qué hacemos?. No vamos a esperar sentados a que ese hijo de la tiznada regrese para salir del problema. –Reclamo un dinosaurio negro por la cruda.

–          ¡Vamos a buscarlo!. –grito otro desesperado.

–          ¡Si es cierto!. ¡Lo mataremos!. –bramo otro coloso.

–          ¡Y nos lo comeremos!. –propuso un tercero.

–          ¡Agua por favor!. –suplico un cuarto a punto de entregar su alma al creador.

–          Calma, calma, señores. –Exigió el Líder tomándose rápidamente un par de aspirinas- Lo que debemos hacer es buscar la solución a nuestro problema…

–          ¡Pero si no existe solución alguna!. –gimió uno de los agremiados.

–          ¿Cómo que no existe solución?. –reclamo el mero machin.

–          Así como lo escuchas –dijo el menos crudo-. Todos los herbívoros, que constituyen nuestro alimento, desaparecieron después de la batahola que organizamos con el pretexto de conmemorar los “días de guardar”.

            Todos los presentes miraban y escuchaban al reptil hablante.

–          La situación es desesperada. –prosiguió- Por una rara condición climatologica los manantiales han desaparecido, los árboles murieron sin mas ni mas provocando que los dinosaurios herbívoros escasearan… Los que nos cenamos en la alagarabía del Jueves y Viernes Santos eran los últimos. –agrego pariendo lagrimas.

–          ¿Entonces?  –preguntaron a coro los ahí reunidos.

–          Pues, señores, ya nos llevó Pifas… Si no nos morimos de la cruda, moriremos de hambre y sed.

Y dicho y hecho. Los dinosaurios desaparecieron para siempre de la faz terrestre. Un noventa porciento  de la resaca y los que la supervivieron, de hambre.

Los científicos, millones de años después, inventaron que los dinosaurios habían desaparecido por algún movimiento de la tierra, o porque un meteoro gigantesco impacto en las orillas de Yucatán, o por un cambio de clima, o por si patatín o patatan, tratando inútilmente de salvar la reputación de las dinos.

Nosotros ya sabemos que fue el canijo pecado quien les dio en la torre a estos simpáticos animalitos

MORALEJA: “Hasta los exagerados se extinguen por sus exageraciones”… (¡Ojo, pachangueros!).

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