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Carta de amor para una ex amante (II parte)…por Rafael Velazquez

(¡¡¡ Perdón !!!… Xochitl)

RAFAEL VELAZQUEZ RAMIREZ

(ONASSIS)

Sí, sí, sí ya sé que había jurado y perjurado que jamás, en todos los días de mi vida, seguiría publicando los pormenores de nuestro amasiato, pero ¿qué quieres?… Nosotros los que nos dedicamos a emborronar cuartillas con letras de molde, estamos expuestos a un sinfín de vacilaciones y, sobre todo, a las exigencias del “pópolo”…

Ahí tienes que el otro día, al llegar a las oficinas donde laboro y colaboro, la secretaria me hizo entrega de un buen número de cartas. Al principio pensé que se trataba de facturas y requerimientos por ser cliente moroso y preferí tirarlas a la basura… Pere hete aquí que la incertidumbre me estaba matando y, espantando malos pensamientos, decidí leerlas. Cuál no sería mi sorpresa al darme cuenta que la mayoría de las misivas tenían un mismo mensaje. Ya te imaginarás, me pedían que no interrumpiera el carteo público contigo ya que, según parece, nuestro contubernio amoroso y pecaminoso está siendo tomado como ejemplo, como guía, como método y como recetario, por todos  aquellos que en la actualidad gozan de la felicidad que otorga la fruta prohibida del amasiato.

Así que, para no defraudar al inteligente lector y a la bella y lasciva lectorcita, he decidido mandar al cuerno mi juramento y darles gusto a estos adoradores de Eros, Cupido los íncubos y los súcubos y, ¿por qué no? Darte en la torre a ti… Porque desde que te fuiste sin decir adiós siquiera, no ha habido en mi vida ni una hora serena. Pregúntale a la luna que, desde el ancho cielo, vigila con maternal ternura todo mi desvelo. Pregúntale a la fuente, que alegre canta, ella sabrá decirte de los desgarradores sollozos que he lanzado… ¡Oh amada Xochitl!… Si por lo menos me hubieras dejado de recuerdo el talonario de mi chequera. ¿Vieras el embrollo que traigo con las cuentas?. Mi mujer está a punto de pegarme un balazo. Igual que el que nos pegó aquél viejito, ¿te acuerdas?… Tú estabas aferrada a brincarte la barda y meterse en su jardín para robarle un pavorreal, porque te habían dicho que con las plumas se hacen unos abanicos primorosos y que su carne, convenientemente preparada, tenía la noble virtud de curar la cruda en dos patadas… ¡Oh, la cruda!, producto de innumerables francachelas bajo el sopor del verano delicience. ¿Recuerdas el insoportable calorón? Ese mismo calor que nos obligó un día a tomar toda mi quincena y largarnos en el “Relámpago Azul” tres días a los filtros. ¿Te acuerdas que nos llevamos al “Archi” para que nos sirviera de chofer en tan voluptuoso viaje? ¡Cómo sufrió el pobre al tener que ser testigo presencial de nuestras escaramuzas eróticas, sin poder participar activamente en ellas!… pero al fin de cuentas no sufrió tanto, porque bien que regodeó la pupila solazándose con tu cuerpo escultural (hablando de esculturas, el otro día me reconvino el Presidente Municipal porque leyó que nos queríamos robar la estatua de Don Carlos Blacke)…

Qué tiempos aquellos amada Xochitl. Pasábamos las horas muertas tendidos en el pasto de la plaza Juárez sudando a chorros de pasión y calor veraniego. Aún no sé cuál de los dos calores era más intenso, si el tuyo o el del verano… Porque como dijo Leonardo Fabio: “Fuiste mía un verano, solamente un verano”…

¿Recuerdas el calcinante calor que ni de noche nos dejaba en paz? Ese mismo calor que  hizo concebir, en tu desmedida y calenturienta imaginación, que probablemente en el panteón no hiciera tanto. Y una noche, extremadamente cálida, nos apersonamos en la necrópolis con sendos vasotes de cerveza, según tú, aparte de sacarnos la sofocación, otorgaríamos un rato de disfrute a los que ya están acostados… Cuando llegamos buscamos una lápida lo suficientemente amplia para lograr nuestros lúbricos propósitos. Una vez satisfechos tus alterados instintos carnales, decidiste ejecutar  tu gustado número de tango tailandes. ¡Qué hermosa te veías con la luna reflejada en tu tersa y bronceada piel!… El espectáculo fue todo un éxito, hasta hubo muertos que salieron a aplaudirte con las falanges descarnadas… Lo malo estuvo cuando apareció el vigilante del cementerio (de quien después supe a la Asociación Por una Moral Rígida, instituto con el cual tus principios están mortalmente reñidos). Hay que recordar la que se armó cuando salió corriendo tras de ti con un sarape para echártelo encima. Mientras yo me carcajeaba, tú le quitaste el trapo  y te pusiste a torearlo por entre las tumbas. Otro éxito rotundo: saliste en hombros, le diste la vuelta al ruedo, digo, al panteón y te dieron las orejas (el rabo no, porque no tenía) del vigilante…

Amada Xochitl, bien sabes que si me lo ordenas, estaré de nuevo a tus pies… pero como no lo haces: no te sigo, mejor ¡me quedo!… ¡¡¡ABUR!!!

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