Como era de esperarse, la maquinaria del sistema político mexicano se mueve para darle el triunfo electoral a Enrique Peña Nieto (EPN) y el PRI. De hecho todo apuntaba a que así fuera: las televisoras, las despensas, los ríos de dinero para coacción del voto, pero sobre todo, el conteo del IFE. Era ingenuo pensar, como ciudadano(a) común, que por las buenas se le puede ganar al corrompido sistema político y en particular al PRI.
La sociedad mexicana, acostumbrada al fraude electoral y los escándalos políticos, ya debería estar preparada para un escenario así. Es precisamente ahora a la hora de la postelección cuando se esperan reacciones de la gente. El grupo internacionalista hacker Anonymous y el juvenil #Yosoy132 son hasta el momento, los únicos atenta y abiertamente en alerta ante esta realidad. Pero mientras los primeros al sospechar del fraude cibernético, llevan su propio conteo, los segundos esperan reunirse para decidir acciones a seguir.
Al igual que hace seis años, el país queda dividido por sus preferencias partidistas. Según los datos del IFE, hay en una férrea competencia entre el abstencionismo y EPN por el primer lugar, cercanos a los cuarenta puntos; AMLO en segundo a una distancia de 5-6 puntos; Josefina Vázquez Mota en un lejano tercer sitio con una cuarta parte de los votos; y otra férrea “pelea” por el último lugar entre Gabriel Cuadri y el voto nulo en el horizonte del dos por ciento de los votos. No debe extrañar la mancuerna abstencionismo-PRI, pues van de la mano y son proporcionales: a mayor abstencionismo, mayor posibilidades de triunfo del PRI, sin olvidarse además el valor de los votos que obtiene el PRI; es decir, los que compra, los que fuerza, los que mete de trampa.
El detalle del fraude está en la distancia permanente, inamovible, del puntero (EPN) con el segundo lugar (Andrés Manuel López Obrador, por segunda ocasión) de entre tres y seis puntos, así como en la también inamovible distancia entre voto nulo y Gabriel Cuadri (este candidato fungió en todo momento no sólo como un distractor y palero de EPN, sino también como una especie de comodín sin el cual la ecuación anómala de votos no sería posible). Este tipo de anomalía estadística se presentó en el 2006 y desde entonces ha sido investigada por científicos de varios países. Lo que llamo la atención de estos especialistas fue esa forma tan particular y mexicana de burlar las leyes científicas para adecuarse al resultado oficial: las tendencias no se cruzan, sino se mantienen, ¿cómo?
El fraude en las democracias electorales es muy común. En Estados Unidos por ejemplo, país que se jacta de “democrático” y hace guerras en su nombre, también emplea la rasura del padrón, el acarreo de votantes, el financiamiento exorbitante (“donaciones”) fraude cibernético, entre otras, sin los cuales no se entenderían triunfos como el de George W. Bush en el 2000, una elección particularmente fraudulenta. En las democracias capitalistas se practica lo que se conoce como “democracia dirigida”: las elecciones dan la sensación social de orden, civilidad y certeza, pero en realidad, como en México, quienes deciden y gobiernan son las grandes corporaciones, los grandes capitales, pero hacen creer a su ciudadanía que se juega limpio y su voto vale. En las democracias capitalistas la competencia electoral es inequitativa y responde a los intereses de los grupos más poderosos.
México se ha especializado en fraudes electorales desde siempre (la historia del país está llena de conflictos de este tipo, como en 1910) pero a partir de 1988 se ha especializado en el fraude electoral electrónico. En 2012 se vuelve a aplicar dicho esquema con los resultados hasta ahora conocidos y ya legitimados por la clase política. Según el doctor en física Jorge Alberto López Gallardo de la Universidad de Texas en El Paso (UTEP) se están utilizando matrices similares a las utilizadas en 2006 para crear correlaciones perfectas inamovibles a favor de EPN y en contra de AMLO. En su cuenta de Twiteer @A_LopezGallardo se pueden apreciar las observaciones que está recogiendo.
El peor escenario postelectoral es el de un país dividido por que puede generar violencia. Cuando se hizo la reforma electoral del 2007, el Instituto Federal Electoral (IFE) no hizo lo necesario para evitar un panorama así: ni segunda vuelta, ni candidaturas ciudadanas, ni vigilancia de la coacción del voto, entre otras. El IFE hace tiempo que dejó de ser una instancia confiable, mucho menos ciudadana que incluso se ha visto débil o cooptada ante el poder de las televisoras; esto hace ver al IFE ante la opinión pública como más a favor de los intereses del stablisment y no de la ciudadanía. De este escenario salió el #Yosoy132.
Es natural si la gente se siente defraudada: ni los candidatos, ni las instituciones del Estado (llenas de burócratas partidistas) mucho menos los partidos o los grandes empresarios están a la altura del país. El fraude electoral , estuvo presente siempre ante los ojos de todos y todas (ahí están Youtube y Facebook como testigos) y la realidad, la cruda realidad es que el futuro inmediato presagia más violencia, estado policiaco, corrupción. Las elecciones pasan, se van, el PRI nunca se fue, ¿vendrá con deseos de venganza?, ¿cómo va a recuperar toda la lana que invirtió en la campaña y publicidad? Mientras votabas no dejó de haber violencia, robos, feminicidio, inseguridad, ¿estará la sociedad mexicana a la altura de su país?
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