No obstante, esas estimaciones no son confiables, pues en realidad no asumen un criterio clínico para caracterizarlo como fobia, por lo que hay un uso incorrecto.
Para diagnosticar una fobia, (según el marco de referencia psicológico), se requiere una serie de condiciones que corresponden a un temor excesivo a determinado evento, respuesta inmediata de ansiedad/crisis de pánico, e interferencia atribuida a las relaciones laborales o sociales, criterios que no son considerados por la investigación aludida.
En todo caso, los psicólogos han observado a la nomofobia (de acuerdo con algunos especialistas, la palabra proviene del inglés no mobile phone phobia, fobia a no tener teléfono móvil) como un síntoma de otra patología totalmente distinguible, como la agorafobia o el trastorno de pánico.
Si bien es cierto que la nomofobia que caracterizan en los medios de comunicación corresponde a un patrón de conducta resultado del uso de las nuevas tecnologías, ésta tiene más un trasfondo social.
Desde el punto de vista de la psicología social, se observa una serie de comportamientos que siguen una lógica colectiva, congruente con la estructura posmoderna actual; es decir, se vive para no sentir angustia, para entretenerse. La ironía está en que buscamos soluciones para alargar nuestra vida a través del ‘gen de la muerte’, consumimos alimentos, pastillas e inyecciones para mantener nuestra edad; ocluimos ‘toda’ angustia o malestar con ‘cualquier droga’ que nos entretenga (cigarro, alcohol, marihuana, con extensión del trabajo, las relaciones peligrosas, o la televisión). En este contexto, la nomofobia es una más de las conductas que siguen la ideología de sentirse seguro por todo, sea por una relación amorosa, por lo que nos depara el futuro, por estar en contacto permanente, por estar a la moda o por no quedarse atrás en la información.
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