Crónica de un viaje en autobús urbano

–Por Jesús C. Aguirre Maldonado (Texto y Fotos)—

Delicias.- “¡Ándale, apúrale con las bolsas del mandado o te deja el camión. vámonos o ahí te quedas, le dice una pasajera a su hermana, luego de acudir a el Centro de la ciudad a hacer las compras de la semana, mientras que los demás pasajeros se trasladan a sus hogares, unos terminando de trabajar o de ir a clases, en un día normal de labores.

Luego de abordar el camión apuradamente, la mujer se acomoda junto con su hermana en el asiento de plástico, mientras el chofer, con unas rolas en la radio cobra para luego proceder a encender el motor.

El camión inicia su marcha sin que todos los pasajeros estén debidamente sentados en sus lugares.

Diferentes rostros se miran: Trabajadores, estudiantes de enfermería, señoras con bebés y hasta una adolescente de alrededor de los 14 años, que seguramente, por los papeles que traía en la mano, venía de consulta, acompañada de otra joven poco mayor que ella. Las dos estudiantes.

-“¡Bajan…bajan!”. Schirrrr, el camión frena de manera abrupta, mientras se escucha el ruido de las balatas rechinar.

El pasajero baja y el camión continúa su marcha, mientras en una de sus paredes interiores se puede leer un anuncio de Transporte del Estado para un Transporte Seguro y de algunas recomendaciones, pero a la gente le vale y no respetan los asientos del frente para discapacitados, pese a que sobre estos hay pegada una calcomanía.

Una joven madre que bajó al centro a conseguir trabajo, en “lo que cayera”, según comentó a este medio, con su hijo en brazos, porque no tiene quien se lo cuide, tiene que batallar, pues es madre soltera. El niño se duerme.

Otra parada y la gente vuelve a descender.

-“Ey carnala , no manches, ayúdame con las bolsas del mandado orita le mandas mensaje al morro, no seas cómoda”.

Por fin el camión llega a su destino, en una de las tantas historias que se viven a diario a bordo. jesusaguirre25@hotmail.com