País de Zulúes…por Luis Villegas Montes
He escrito en el pasado que a mis quince años, cuando leí por primera vez la Breve Historia de México de José Vasconcelos, troné como chinampina. Todo lo que me había contado mi abuela Esther sobre la historia de México, desde la atalaya de su memoria y su condición de ex–maestra de escuela primaria en su natal Coyame, era falso o, por decir lo menos, discutible; controvertible, polémico. La revelación fue un golpe: El México que había aprendido a querer, que había comenzado a interpretar y a conocer, del que empezaba a sentirme orgulloso a través de sus mitos y héroes, se me deshizo entre los dedos; a partir de entonces fue preciso ir recuperando los pedazos de esa historia y andar por empolvados vericuetos, recorrer caminos laberínticos, tras esa cosa tan nebulosa e inasible a la que llamamos “verdad”.
Recuerdo una ocasión en que mi pecho se hinchó de nostalgia y de pasmo; de incredulidad y satisfacción; de un gozo turbio difícil de explicar. Nunca antes -ni después-, ni en Palenque, ni en Chichén Itzá, ni en Teotihuacán, ni en las Cuarenta Casas, ni en Uxmal, ni en Monte Albán, ni a la vista, bajo su límpido cielo azul, de la hermosísima Sierra Tarahumara, se me nubló la visión como aquel mediodía, lejano ya, cuando ascendí por primera vez los escalones de la estación del Metro situada en el ombligo de nuestra patria; el centro del corazón de mi Mundo desde mis primeras lecturas y los relatos de mi abuela Esther: El Zócalo de la ciudad de México. Casi se me saltaron las lágrimas, tantos la emoción y el júbilo. Y tal vez habría continuado así, sin darle cause a estas líneas, si hace dos días no hubieran tropezado mis ojos con este párrafo del premio Nobel Po Yan: “Había aprendido a amar con todo mi corazón el municipio de Gaomi Noreste y a odiarlo con furia desenfrenada. Hasta que hube crecido, no comprendí que el municipio de Gaomi Noreste es, sin duda, el lugar más bonito y el más repulsivo, el más extraño y el más vulgar, el más sagrado y el más corrompido, el más heroico y el más cobarde, el más bebedor y el más sensual del mundo”.1
Solo así, en la contradicción, es posible asir a México y llegar a amarlo de veras. Sin falsos triunfalismos ni satisfacciones gratuitas, al cobijo de héroes de papel y tinta; con sus miserias y sus prodigios a cuestas. Pues ese México parece que insiste, que persiste en ese afán de desbaratarse a ratos entre mis dedos. Esta semana que concluye es, al menos para mí, una semana triste. Una, donde el México que amo a pesar de todo, se perfila como un lugar odioso que ya no me gusta para amarlo con ese amor incondicional que se merece… o debería merecerse.
Contemplar el arribo de Florence Cassez a su Francia natal me llenó de indignación; verla recibida como una heroína por sus compatriotas, una versión remasterizada de Juana de Arco, me indignó hasta dejarme mudo de furor. Tal pareciera que la francesita hubiera llegado de sufrir una terrible odisea en un país de caníbales, de “cazadores de cabezas” del Amazonas o… de zulúes -cualquiera que sean los salvajes gustos culinarios de estos-. Al verla rodeada de decenas de periodistas, recibida por el Canciller francés, me sentí diminuto, empequeñecido, avergonzado, perteneciente a una tribu de aborígenes feroces, ataviados con plumas y faldones de palma; miembro de un clan de bárbaros. No otra es la imagen que México muestra al Mundo; Nación de la prehistoria, incapaz siquiera de cumplir a satisfacción ese mínimo de mínimos que constituye la justicia penal. La resolución de la 1ª Sala de la SCJN, con mayoría de tres votos ordenó la liberación inmediata de Cassez. En el colmo del absurdo, la Ministra Olga Sánchez tuvo la desfachatez de declarar: “No significa que ésta sea inocente, pues lo que se revisó en el máximo tribunal fue el proceso al que fue sometida en la detención”.2 Ciertamente, a partir de los vicios procesales, había razón para conceder el amparo; sin embargo, en estricto derecho, era preciso que el juez de la causa, con plenitud de jurisdicción, de nuevo se avocara al conocimiento del asunto eliminando las pruebas anuladas y valorando en su dimensión correcta las ajustadas a derecho, para resolver en consecuencia. En respeto al orden jurídico, sí; pero también en respeto al dolor, al sufrimiento y a la dignidad de los connacionales, víctimas de la banda de secuestradores, cuyo líder era el indiscutido amante de la mujer gala y con quien hacía vida en común.
Pero eso no es todo; en esa jornada aciaga para la justicia mexicana del 23 de enero de 2013, el IFE resolvió el procedimiento de queja en materia de fiscalización instaurado en contra del PRI y del PVEM. ¿El sentido del fallo? La exculpación. Plenamente acreditado dentro del expediente, el esquema de contratación entre el PRI y Monex es el siguiente:3
Pero eso no es todo; ¿cómo hizo sus pagos la empresa Inizzio al Banco Monex? A través de la intermediación de otra serie de empresas comerciales entre las que figuran: Baltus, Akropolis, Luciana, Luza, Conclave, etc. Es decir, a la relación anterior, debería agregarse ese otro listado de empresas que también participaron en la triangulación de la operación a partir de que fueron las que finalmente pagaron a Monex los más de 66 millones de pesos que la empresa Alkino prestó al PRI y cuyos intereses no han sido cubiertos en su totalidad a día de hoy. No conformes, las tres primeras empresas referidas, empezando por la 1ª contratante, son insolventes y sus últimas declaraciones fiscales han sido de cero pesos (así como lo leyó usted). No tema; no lo voy a agotar con densos párrafos de intríngulis legales. Baste uno solo: El artículo 77, párrafo 2, inciso g), del COFIPE, establece: “NO podrán realizar aportaciones o donativos a los partidos políticos ni a los aspirantes, precandidatos o candidatos a cargos de elección popular, en dinero o en especie, por sí o por interpósita persona Y BAJO NINGUNA CIRCUNSTANCIA: […] g) Las empresas mexicanas de carácter mercantil”.4 En la especie, es claro que la relación contractual tiene dos extremos visibles y plenamente identificados: El PRI y Monex, por lo que todas las demás, la decena de empresas intervinientes, son INTERMEDIARIAS en esa relación que desembocó, finalmente, en el uso por el citado partido, de más de 66 millones de pesos a través de tarjetas de prepago emitidas por la citada institución bancaria. Por no decir que no es posible, legalmente hablando, que una empresa comercial fondee económicamente a partidos, campañas o candidatos. Pero ¿qué podía esperarse de un Consejero que se confiesa abiertamente priísta durante 50 años (Sergio García Ramírez)? ¿O de un priísta de closet (Marco Antonio Baños) quien, a pesar del beso de la Princesa, todavía exhibe los estragos de su condición previa?
Después de todo, sí, es posible que los franceses tengan razón y este no sea ya el país que prometía ser y quede en un triste remedo de República subsahariana: Un país de Zulúes, ni más ni menos… Ahí vengo, voy por mi güesito y mi lanza.
Luis Villegas Montes. luvimo6608@gmail.com
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