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Perdió la vista por abuso de las drogas

100_7751Por Jesús C. Aguirre Maldonado (Texto y Fotos)—

Delicias.- Debido al abuso de las drogas y a los solventes Gregorio Mendoza Valles, hoy de 38 años de edad, perdió la vista a los 27 años de edad al secársele los nervios ópticos y su entonces pareja lo abandonó, aprendió a valerse por si mismo y vende dulces en Presidencia Municipal y en las calles de Delicias.

Nacido el 12 de noviembre de 1974 en esta ciudad de Delicias, Gregorio cuenta que estuvo juntado con su anterior pareja sentimental desde los 19 hasta los 27 años de edad y en la actualidad sus dos hijos tienen 16 años el varón y 17 la jovencita.

Menciona que convive con ellos y la semana pasada fueron con él a Meoqui, pues juega desde hace cuatro años Gol Bol (un deporte para invidentes).

Se sincera con el reportero y empieza a “recorrer el cassette de su vida”, a darnos detalles sobre la misma.

“Perdí la vista por las drogas. Le ponía al thiner, al alcohol y algunas veces le hice al polvo (cocaína)”, dice Gregorio, quien tiene tatuda una lagrimita en uno de sus ojos.

Nos cuenta que hace once años, cuando tenía 27, llegó en coma, inconsciente al Hospital Regional. “Desperté ciego y sin poder caminar. Yo no sabía y me dijeron que todo se había debido al uso de los solventes con que me drogaba. Se me secaron los nervios ópticos por los inhalantes, pero yo le pedí a Dios que me ayudara y los doctores nomás estaban esperando que me muriera”.

Dice que le pidió con todas sus fuerzas a Dios.

Él (Gregorio) vivió primero por el sector Norte, por Casa Lerma en una vecindad, hasta los cuatro años de edad, después cuando tenía cinco años se fue a radicar a la colonia Tierra y Libertad.

“Ahí viví y crecí y ahora ya de grande y ciego vivo en casa de un hermano, de 36 años de edad y casado”, nos cuenta el invidente que arrepentido de su vida pasada se acercó a Dios y ahora nos platica su testimonio.

“A los 12 años de edad me empecé a juntar con chavalillos y por curiosidad, por querer probar que se sentía fui que me metí al infierno de las drogas, primero con resistol cinco mil, luego con thiner y alcohol. Desde los 12 hasta los 27 estuve sumido en el mundo de las drogas, pero el thiner me dañó”, cuenta con tristeza.

Destaca que su pareja sentimental, pues no estaba casado, a los 19 años lo regañaba y le pedía que viera por sus hijos, pero ahora es cristiano, cerca de la misericordia de Dios.

Por parte de una hermana cuenta que fue como se acercó a la iglesia.

“Jesucristo llegó a mi corazón y fue cuando le pedí al Señor Jesucristo, pues me quedé dormido y me caí de la cama cuando estuve en el hospital y nadie me ayudaba.

Se cayó el tripié en que colgaba el suero y fue entonces cuando sentí una presencia del Espíritu Santo. Sentí que él me guiaba, pues él me llevó a la cama y al baño”.

Dice que “fue el Señor Jesucristo, que es real y verdadero el que lo ayudó, pues cuando andaba drogado alucinaba.

Estuvo preso en la Peni por haber robado en aquellos tiempos y cuando fue menor estuvo internado en el Tribunal, pues “andaba de vago”, cuenta.

Sus padres ya murieron, pero cuando vivían ellos lo querían corregir, muy bien lo recuerda y se pone triste.

“Siempre fui rebelde, pero las lágrimas de mi madre nunca me importaron y el único que me cambió, que me transformó y me sacó de las drogas fue el Señor Jesucristo. Ahora ya tengo 11 años que dejé las drogas y le pido que me de fortaleza para seguir avanzando y haciendo la lucha, pues vendo dulces por las calles y en Presidencia Municipal”, menciona Gregorio, quien armado de una varita de esas para invidentes ha aprendido a valerse por sí mismo.

Con orgullo cuenta que ha recuperado el amor de sus hijos, un joven de 16 y una jovencita de 17.

“Ellos son felices y me han perdonado, pues mi mujer ya hizo su vida con otra persona y a mis hijos cuando puedo, producto de mi trabajo, les doy poquito”.

Narra Gregorio que sólo estudió hasta el quinto de primaria en la primaria de la colonia Tierra y Libertad.

Sus sueños, sus anhelos, son “seguir adelante y ser mejor cada día y recuperar la vista, aunque mi vista tiene un daño irreparable, le he pedido al Señor, que es el médico de médicos, el doctor de doctores, que me devuelva la vista”.

Recuerda que cuando quedó ciego una hermana se informó dónde preparaban a las personas invidentes para inscribirlo ahí y se tuvo que acudir a la ciudad de Chihuahua, en Ceyac, que es un Centro de Estudios para Invidentes.

“Duré seis meses ahí y aprendí a andar en Chihuahua y en sus calles, a tomar los camiones . Allá me enseñaron a valerme por mí mismo y estuve trabajando en una fábrica de muebles, donde duré dos años y siete meses”.

Menciona Goyo que en la fábrica empacaba sillas, las forraba y armaba porta cubiertas para vitrinas, además de lijar y atornillar.

Dice con orgullo que la gente es buena y respetable aquí en Delicias y que no le han faltado al respeto o que se hayan burlado de él.

“Yo lloraba mucho por haber perdido la vista, ya que sabía que iba a estar ciego toda la vida. Estaba desahuciado, pero le pedía mucho a Dios, que me diera fortaleza, paz y que me diera consuelo en mi tristeza. Todo eso y más me dio y ahora es quien me alienta a seguir adelante”, confió Gregorio Mendoza Valles.

A todo los que se encuentran sumidos en las drogas él les aconseja que se acerquen a Dios y que le abran sus corazones para que obre en ellos. “El cambia, transforma, sana y es la solución a nuestros problemas”.

Gregorio es cristiano y acude a la Iglesia Apostólica de la Fe en Cristo Jesús, que se ubica en la esquina de calle 5ª y avenida 4ª sur.

jesusaguirre25@hotmail.com

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