Necesitamos agua para todo: desde la ducha matutina, hasta el cepillado de dientes antes de dormirnos. Además del consumo humano, es indispensable para diversos procesos productivos, por ejemplo, la producción de alimentos. Tan sólo una taza de café equivale a 140 litros del líquido.
Para garantizar su disfrute a las próximas generaciones, se requieren medidas para evitar la crisis en su abastecimiento. A la par del diseño e implementación de políticas públicas integrales, es necesaria la participación mayoritaria de usuarios, organizaciones civiles, universidades y colegios de profesionistas, para resolver la problemática en el país.
En la cuenca del Valle de México debe reconocerse que se trata de un recurso finito y vulnerable, que requiere un manejo eficiente para garantizar el acceso equitativo en cantidad adecuada y calidad óptima a la población.
Es fundamental alertar de la importancia de tomar las medidas necesarias para cuidarla y aprovecharla mejor, a fin de que todos gocemos de sus beneficios de manera equitativa, se garantice el desarrollo económico y preservemos los ecosistemas sanos.
Por sus características, el Distrito Federal enfrenta crisis recurrentes para satisfacer la demanda creciente de sus habitantes, con una disponibilidad limitada, que se utiliza de manera ineficiente y se distribuye de manera inequitativa.
Por ejemplo, los habitantes de la delegación Iztapalapa reciben 120 litros por día y en algunas zonas del poniente de la ciudad consumen más de 400.
Es una situación compleja a nivel global, con una población en la metrópoli de más de 20 millones de personas, a dos mil 200 metros de altura sobre el nivel del mar, con problemas en el sistema de drenaje, de suelo, un acuífero sobreexplotado y contaminación de fuentes de abastecimiento.
Hoy tenemos la oportunidad de actuar de manera anticipada, antes de enfrentar una situación crítica. Es urgente aumentar las contribuciones que recauda el organismo respectivo y racionalizar los subsidios que se otorgan al consumo, para lograr la equidad del esquema y un equilibrio financiero.
Se requiere un debate público para recabar los recursos que garanticen el abastecimiento durante las próximas décadas, vía subsidios federales y estatales, con la participación de los usuarios.
En casa, quienes tienen acceso continuo, podrían ahorrar su consumo sin sacrificar su bienestar, con medidas sencillas: detectar y reparar fugas, utilizar regaderas y llaves ahorradoras; cambiar excusados y lavadoras de ropa obsoletos por equipos eficientes, reutilizar el líquido y regar jardines por las noches.
La adecuada gestión y cooperación entre los diferentes grupos de usuarios promueven el acceso al líquido, la lucha contra su escasez, y contribuyen a la reducción de la pobreza.
La colaboración permite un empleo más eficiente y sostenible de los recursos hídricos y se traduce en beneficios mutuos y mejores condiciones de vida.
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