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Báilamela suavecita: el asunto del vivebús

BÁILAMELA SUAVECITA: EL ASUNTO DEL VIVEBÚS.

 

Yo anduve en camión mucho tiempo. Lo reconozco, tengo una década, más  o menos, que no me trepo en uno; pero sí sé, porque lo viví durante muchos años, qué significa viajar en transporte público. Vivíamos, en la calle 39ª, en la Col. Obrera, y a diario caminábamos hasta la Avenida Pacheco y Degollado, creo. Allá íbamos, mi mamá hermosísisima de falda y tacones muy altos; y yo tropezándome a cada rato porque caminaba con los ojos cerrados (en invierno, mi mamá se empeñaba en ponerme “pasamontañas” y como a mí me daba vergüenza usarlo, cerraba los ojos para que el resto de los transeúntes no me viera). Total, toda la secundaria y durante la preparatoria y la Universidad anduve en camiones. Dicen que “todo tiempo pasado fue mejor”, falso. De aquellos tiempos no añoro absolutamente nada, excepto, el garbo de mi mamá al caminar que ha ido cediendo a la dura realidad de los años.

 

Como sea, cuando alguien, particularmente conductores, se quejaba de las obras del Vivebús yo me limitaba a disentir calladamente. Frente al privilegio de quienes tenemos la posibilidad de usar un vehículo automotor, las obras de cualquier tipo que se emprendan por el Gobierno para facilitarle la vida a quienes no poseen un automóvil deben ser aplaudidas y alentadas. Lo que no se puede consentir, es la prestación de un servicio público como la excusa perfecta para el exceso y el lucimiento de los gobernantes, máxime cuando las obras en cuestión están muy lejos de satisfacer las expectativas que los propios gobernantes generaron.

 

“Soluciones eficaces y modernas existen, y hoy son ejemplo de que con voluntad y trabajo es posible encarar el grave problema que genera el tráfico y mejorar considerablemente la calidad del aire y la salud de los ciudadanos”; así se exponen -y se leen-, en la página oficial del Vivebús, las razones para alentar un proyecto de esta índole.1

 

Es decir, según su dicho, los problemas del abundante tráfico vehicular y el de la contaminación, generaron una política pública específica, “moderna y eficaz”, consistente en implementar el Sistema de Transporte Urbano “Vivebús”. Huelga decir que además de esas dos consideraciones, el objetivo primordial del sistema es facilitar la movilización de los habitantes de las ciudades de Chihuahua y Juárez; esa es la razón de ser del Sistema en su conjunto; cualquier otra consideración es absurda. Y en resumen, de la operación y funcionamiento del mencionado Sistema se puede afirmar sin asomo de dudas:

 

1.    Primero, que la autoridad no ha sido capaz de establecer con precisión y claridad el costo óptimo por la prestación del servicio. En este sentido, ha generado conflicto la expedición de las tarjetas para adultos mayores,2 así como las de los estudiantes;3

 

2.    Segundo, respecto de las propias tarjetas, que ocurrieron diversos problemas: Cantidad insuficiente, necesidad de implementar el pago en efectivo,4 deficiencia en la operación de las máquinas expendedoras;5 etc.;

 

3.    Tercero, que a partir de los cobros irregulares derivados de la deficiencia en el servicio, existe molestia y descontento de los usuarios;6

 

4.    Cuarto, que el sistema de transporte es lento, insuficiente, caro e ineficaz, lo que refleja una craso error en la proyección del Sistema en su conjunto, y

5.    Tan es así, que deberá modificarse más del 50% de las rutas del sistema y contemplar la posibilidad del cobro mixto.7

 

Lo anterior, no constituye una ocurrencia del que esto escribe; el propio Gobernador del Estado, de manera pública, amenazó con retirar la  concesión del Vivebús “por las quejas que se han dado recientemente”.8 Lo que el Gobernador no dice, lo que el titular del Poder Ejecutivo local calla, es que el diseño e implementación de esas políticas públicas “eficaces y modernas”, los realizó la administración a su cargo; que quien otorgó la concesión a los empresarios voraces e incompetentes (suponiendo que lo sean), fue el propio Gobierno que, ahora, como diría Sor Juana, tras empañar el espejo, resiente que no esté claro.

 

No es evadiendo su responsabilidad, a partir de su falta de previsión e incompetencia, como se van a resolver las cosas; ni tampoco, echándole la culpa a los empresarios, reales o ficticios, de los que el Gobierno se duele; la responsabilidad es de él, del Gobierno, pues en principio, a su cargo está la obligación de atender la problemática del transporte público; y hasta ahorita, en este asunto todo le ha salido mal tirando a pésimo.

 

Lejos de la certeza, de la transparencia, del aliño en la planeación y ejecución de su política de transporte, el Gobierno titubea; se va de ladito; da un pasito p’a delante y dos p’atrás; como bailando cumbia, pues: Báilamela suavecita, mírame, sígueme acósame…

 

Luis Villegas Montes.

luvimo6608@gmail.com

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