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En busca de la felicidad…por Aída María Holguín

Sumirse en la indolencia (que todo lo consume) para llegar a una aparente tranquilidad, o asumir las responsabilidad -por pequeña que ésta sea-, en contra de lo que es injusto o incorrecto, es tema que debiera preocuparnos y ocuparnos como centro de la búsqueda esencial de un estado de felicidad.

Platicando con un grupo de colegas periodistas, me di cuenta de que no era la única persona inquieta por la cadena de cosas que pasan a lo largo y ancho de nuestro país, y que por ser de interés público, requieren de investigación, análisis, reflexión y seguimiento.

Por otro lado, analizando los comentarios que suelen escucharse en reuniones sociales, detecté ciertas actitudes coincidentes; por ejemplo: “para qué investigar, si hay otros que ya lo hacen”; “para qué preocuparme por eso, habiendo otras cosas por las cuales preocuparse”; “a mí no me gusta opinar de política”, “que flojera, para qué me estreso con esas cosas”, “desinformada(o) soy muy feliz”.

Considerando ambas cosas, y ante la duda y el estrés que ocasionalmente logran arrebatarme la concentración, opté por ir en búsqueda de esa felicidad que -a decir de muchos- llega de manera fácil; solo es cuestión de ignorar ciertas cosas.

Fue así, que me propuse hacer un experimento: pasar 3 días alejada de cualquier fuente que me proporcionara información de interés público; es decir, cero periódicos, cero internet, cero televisión y radio, cero reuniones (laborales/profesionales), etc. Quizá así, descubriría la comodidad de vivir desinformada o en el “fascinante” mundo de las cosas sencillas.

Durante la etapa de simulacro, supe que el experimento -como estaba planeado originalmente- sería un total fracaso, porque no podría pasar tres días sin nada de información; entonces, el plan fue modificado.

Aunque había “prohibiciones” que no me causaban ansiedad; el no poder monitorear medios digitales y redes sociales sí era un gran problema; de ahí, que la modificación fue en el sentido de poner filtros: leer el título de las notas relacionadas con asuntos de interés público, pero no el contenido de la misma; en caso de tener demasiado interés por enterarme de algún contenido, sólo estaba permitido leer noticias de la secciones de deportes, farándula, belleza, moda, curiosidades, etc., (me negué a incluir la sección policiaca).

Con esas adecuaciones, el experimento inició y llegó a su término. En esos tres días, sólo me enteré de cosas como… que el Maracaná ya no es el estadio con más aforo del mundo; que Lucero volverá a las telenovelas hasta 2015; que “el piojo” Herrera opina que a “el chicharito” le conviene salir del Man United; que las tres viudas y los siete hijos del papá (fallecido) de la actriz Silvia Navarro se están peleando por la herencia; quiénes fueron las mejores “vestidas” del Festival de Cannes, y hasta de cómo tener axilas blancas y suaves en tan solo 5 pasos.

Al final del experimento, fueron 4 los resultados: 1.- No fui más feliz, 2.- Mi participación en redes sociales disminuyó prácticamente en un 100% porque me fue imposible recomendar textos relevantes para el presente y/o futuro de nuestro país o emitir alguna opinión (responsable); 3.- Obtuve información que no me es útil, y 4.- Me desintoxiqué al conseguir el descanso mental que tanto estaba necesitando.

Si alguno de los estimados lectores está pasando por momentos de duda, cansancio mental y/o impotencia causados por tantos acontecimientos protagonizados por la clase política en el poder, o bien por las dificultades personales y/o profesionales, les recomiendo ampliamente que hagan el mismo experimento. Si bien es cierto que no serán más felices, sí tomarán ese respiro que tanto se necesita para “agarrar vuelo”.

Entender nuestro papel en la gran obra de la vida -a la cual aportamos solo diminutas partículas- y llegar a un estado de felicidad, no es cosa sencilla; sin embargo, este “retiro” de tres días me permitió corroborar que la felicidad se asoma en las bromas familiares, en los abrazos de la gente que queremos, en cumplir con nuestros deberes, etc., y que no es la felicidad el motor que nos mueve, sino la búsqueda esencial y permanente de ese estado.

También me quedó claro que cuando se hace el hábito de investigar, analizar y reflexionar sobre los asuntos de interés público, la felicidad llega con la satisfacción de no permanecer callados ante los abusos del poder; y escribir, es una forma de no permanecer callados.

Y ya que hablamos de “escribir”, en esta ocasión concluyo con una de las frases contenidas en el libro “The Pursuit of Happyness”, autoría del empresario, conferencista y filántropo estadounidense, Chris Gardner: “Esta parte de mi vida, esta pequeñita parte de mi vida, se llama felicidad”.

Aída María Holguín Baeza
Correo: laecita@gmail.com

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