La resurección de los Soviets: otra vez el ‘Vivebús’ (parte final)
Luis Villegas Montes—
LA RESURECCIÓN DE LOS SOVIETS: OTRA VEZ EL “VIVEBÚS”. 2ª DE 2 PARTES.
No obstante, los halagüeños augurios -reseñados en un artículo previo- se estrellaron con la dura realidad de los hechos. Sin pretender defenderlos, pues en realidad se trata de un pequeño pulpo codicioso y voraz en manos de priístas (que hasta flamantes senadores le han dado a la República), quienes durante décadas han condenado a los chihuahuenses a un transporte público sucio, caro e inseguro, lo cierto es que resulta falso que los concesionarios hayan “quebrado” una empresa que, desde sus mismos orígenes, estaba condenada al fracaso: “Los villanos del ViveBús, tienen nombre y apellido, el primero se llama Jorge Doroteo Zapata García y el segundo Francisco Javier Lozoya Ontiveros. No son los únicos, sí los mayores y más representativos, sobre quienes recae la responsabilidad más grande del fracaso, siendo ellos los encargados de hacerlo rodar con éxito”;1 muy por el contrario, los datos contradictorios, las francas mentiras, la pésima planeación y los fallos del sistema, se evidenciaron desde los primeros días de operación e incluso meses antes.
El costo.
Como ya vimos, en su III Informe de Gobierno, el Gobernador del Estado dijo que la inversión del proyecto fue de 745 millones de pesos;2 en contraste, dos meses antes, durante la inauguración del sistema, el propio Gobernador señaló que el monto de la inversión había sido “de mil millones de pesos”;3 empero, con datos del FONADIN, resulta que la inversión total del proyecto fue de solo 886 millones;4 ¿a quién le creemos?
El aforo.
Desde el arranque del proyecto, se afirmó que habría aproximadamente 122 mil usuarios;5 dato idéntico al contenido en la Iniciativa enviada por el Gobernador para reformar la Ley de Transporte;6 pese a ello, durante el citado foro, “Taller Ruta Crítica para la Implementación del Nuevo Sistema de Transporte Urbano de la Ciudad de Chihuahua”, se habló de “más de 300 mil chihuahuenses al día”;7 en contraste, al momento de su entrada en operación solo se habían expedido 84 mil 678 tarjetas.8 Dicho en otras palabras, respecto de la primera proyección, los especialistas se habrían equivocado en más de un 30%; respecto de la segunda, esta sí constituye una auténtica catástrofe pues el yerro es superior al 71%; ¿a quién le echamos la culpa?
La 1ª. semana de operación.
Los errores se evidenciaron desde la primera semana de operación. Pues no solo la capital del Estado amaneció el lunes 26 de agosto con bloqueos ciudadanos en las calles del centro histórico; sino que la queja se hizo consistir, precisamente, en la insuficiencia de camiones: “Según los usuarios, el primer motivo que detonó las manifestaciones, fue el que la ruta de las 7:00 horas llegó con más de 15 minutos de retraso, lo que ocasionó que alrededor de 400 personas se juntaran en espera de abordar una misma unidad”.9
El “exitoso” acuerdo con los concesionarios.
En su lucha contra “el pulpo”, el Gobierno modélico, patentado y conducido por el genio del Gran Guía, tuvo sus altibajos. En la base de todo el sistema, estaba el dichoso acuerdo que llenó de júbilo los corazones de los involucrados.10 Durante la inauguración, el titular del Ejecutivo afirmó que los derechos laborales de los choferes no cambiarían, habría “capacitación para que fueran más eficientes en su responsabilidad y tuvieran la seguridad de “poder realizar su trabajo de manera digna y mejor remunerada”.11 Menos de nueves meses después de tan rimbombantes declaraciones, ya les estaban “preparando el despido” a más de 250 de ellos.12
La transparencia.
Otra vez en la inauguración, el Gobernador del Estado aseguró que habría “transparencia en el uso y ejercicio de los recursos que próximamente la Coordinadora de Transporte Colectivo tendrá”.13 Como luego dicen, “cae más pronto un hablador que un cojo”; medio año más tarde, alegando la existencia de una supuesta “laguna legal”, el Congreso del Estado (la “Corte” variopinta del soberano en turno) se negó en redondo a practicarle una auditoria a la empresa, pese a tratarse de un organismo a cargo de un servicio público, a partir de un esquema de derecho público.14
La requisa.
La “Luna de Miel” terminó cuando el Gobierno del Estado, de manera sorpresiva, anunció la requisa de la ruta roncal y decidió que los concesionarios sólo manejaran las rutas alimentadoras.15
El amparo.
Sin embargo, el sainete no ha concluido pues los concesionarios se ampararon y, ¡oh, sorpresa!, el Juez de Distrito les concedió la protección de la justicia federal a los inconformes.16
Del apretado resumen que antecede, contrastado con las expectativas generadas por el propio Gobierno, es claro que es este quien, desde el arranque mismo del proyecto, con información poco fiable y sin una adecuada planeación, sentó las bases del desastre. Por eso: Si él lo descompuso, que él solito lo componga.
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Luis Villegas Montes.
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