En el paraíso…por Luis Villegas Montes
EN EL PARAÍSO.
Traigo la vista cansada. Desde el pasado martes 11 de agosto, salgo a la calle, pelo los ojos y nomás no. No aparecen por ningún lado. Los busco detrás de cada rostro, de cada gesto de estupor que se pinta en la cara de todos los desconocidos o desconocidas, de todos los anónimos transeúntes que se cruzan por mi camino, ¡y nada! No los hallo. Busco a una mujer en paños menores o de plano desnuda con una serpiente enrollada en el brazo; y a un hombre barbón en idénticas condiciones, encuerado -o cubierto con una hojita de parra colocada de modo estratégico-, jugando con una manzana a medio comer. Los trato de rastrear en cualquier acento que no alcanzo a comprender; un gruñido, un sonido gutural, una silaba que no suene a inglés, a francés, a chino, a italiano, a portugués, algo que se escuche primitivo y no; tampoco por la vía de la audición los encuentro.
Simplemente Adán y Eva no aparecen por ningún lado; y eso que he recorrido nuestra hermosa ciudad de Chihuahua (inundada en algunos tramos es cierto, pero eso le da un encantador toque… húmedo, muy de agradecer en estos páramos desérticos que habitamos) de norte a sur y de este a oeste, dos veces.
“¿Por qué?”, podrían preguntarse mis 45 lectoras y lectores (es un hecho, esto ya nadie lo para) “¿por qué anda Villegas buscando a Adán y a Eva desde el martes pasado?”. “Por la simple y sencilla razón -les podría responder yo- que, de acuerdo al discurso del señor Gobernador del Estado vertido ese mismo glorioso e inolvidable día, los chihuahuenses vivimos en el Paraíso.
En efecto, con el aliento de una economía pujante y vigorosa que hace de los otrora cinturones de miseria auténticos suburbios (en el sentido neoyorkino del termino); sin el agobio punzante del desempleo, que hace de los tarahumaras y las hordas de mendigos en las calles notas pintorescas de mero folclor; sin sufrir el azote de la delincuencia y el crimen organizado, vaya a saber uno a que otro Estado de la República se fueron a refugiar; con una oferta educativa que abarca a toda nuestra vibrante juventud (sean aptos o no, estén preparados o no, puedan con dicha responsabilidad o no, consigan empleo después o no, etc.); con un régimen de salud que envidia el Orbe entero, sobre todo los países del primer Mundo; con un preclaro sistema de justicia que sirve de faro a todo México; y con un régimen jurídico cuyo logro más conspicuo fue sacar a los animalitos de los circos; todo a un precio de ganga, solo 41 mil millones de pesillos de deuda, los chihuahuenses vivimos en el Paraíso.
Nomás nos falta que Garfio tape los baches y el parque de “El Rejón” se desagüe, para que los chihuahuenses vivamos para siempre, sumidos en una estado de beatifica felicidad.
Ahí vengo, me voy a tomar una foto para que este momento dure.
Ya regresé.
Sin palabras para describir la tristeza que me da ver a la mayoría de nuestras autoridades (miembros del Poder Judicial, diputados, integrantes de organismos con autonomía constitucional, etc.), ovejunos, incapaces de asumir con valentía e inteligencia las consecuencias de su plena independencia frente al Poder Ejecutivo, me quedo con estas palabras atribuidas a Tucídides: “Recordad que el secreto de la felicidad está en la libertad, y el secreto de la libertad, en el coraje”.
Hago votos porque el pueblo de Chihuahua, en la persona de quienes se ostentan como sus representantes legítimos, reúna el coraje necesario para romper el círculo vicioso que todavía nos tiene postrados e impotentes frente al abuso y el exceso en el ejercicio del poder público que todavía caracteriza a nuestro Estado.
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Luis Villegas Montes.
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