Todo cambia…por Aída María Holguín
Todo cambia.
Una voz fuerte y melodiosa se puede escuchar reconociendo las constantes transformaciones de diferente índole que sufren los seres vivos y el medio ambiente que lo rodea. Se trata de “Todo cambia”, gran canción del folclor latinoamericano escrita por Julio Numhauser, e interpretada magistralmente por la ya fallecida -pero inolvidable- Mercedes Sosa.
Fue con el inicio del proceso electoral 2015 que vino a mi mente tan famosa trova, y entré nuevamente en un proceso de análisis y reflexión. Y es que si bien es cierto que –como dice dicha canción- “cambia todo en este mundo”, los cambios no siempre son positivos; es decir, los cambios no necesariamente implican una mejora o una transformación de fondo o de forma.
Por ejemplo: las serpientes cambian de piel, pero no por eso dejan de ser serpientes. Y si hablamos de cuestiones más relevantes, podemos corroborar que las reformas constitucionales hechas en el 2014 están muy lejos de representar un cambio positivo para la mayoría de los mexicanos.
La forma de “hacer política” en México también ha cambiado; sin embargo, ésta cada vez está muy lejana de cumplir con su objetivo principal que es el de tomar decisiones –o ejercer el poder- para atender los intereses públicos.
Recientemente, el Gobierno Federal decidió regalar 13.8 millones de televisiones digitales al mismo número de familias mexicanas de escasos recursos; esto, -según la versión “institucional”- es con el objetivo de garantizar el acceso equitativo a servicios de telecomunicaciones de clase mundial. Sin duda alguna, esta decisión refleja un cambio; sin embargo, es bastante cuestionable.
Lo anterior debido a que “curiosamente” la entrega de dichos televisores se dio en torno al proceso electoral 2015; es decir, que solo se cambió la forma, pero no el fondo: las despensas ya pasaron de moda y ahora decidieron regalar televisiones “en aras de atender el interés público”.
Con la entrega de las televisiones, no queda duda de que el ejercicio del poder quedará garantizado a través de la programación (y contenidos “a modo”) de las cadenas televisivas favoritas del gobierno en turno. Esto último, considerando que -por obvias razones- las familias de escasos recursos no tienen el presupuesto necesario para para solventar el servicio de internet (si es que en verdad son “televisiones inteligentes” y/o que haya servicio de internet en todas las localidades) o de televisión de paga que aseguren la diversidad de opciones para estar bien informados.
Definitivamente México requiere un cambio, pero no un cambio solo de forma, sino también de fondo. Ese cambio tiene que ser radical y puede –y debe- empezar de una manera muy sencilla: asumiendo la responsabilidad ciudadana de asistir a las urnas para expresar -vía el voto- que ya es tiempo de un verdadero cambio que iniciará con la decidida participación ciudadana en los asuntos públicos y en la elección de representantes que verdaderamente vean por el bienestar integral de los mexicanos.
Es importante reflexionar que abstenerse de votar o anular las boletas electorales bajo el pretexto del desencanto y la decepción hacia la clase política que ha abusado del poder -que solo unos cuantos les han conferido-, no cambiará en nada la realidad.
Lo que realmente puede generar el cambio en México, es que los ciudadanos hagamos lo que nos corresponde y dejemos claro que somos nosotros los que tenemos el poder; un poder que le prestamos a los representantes populares, pero que nos sigue perteneciendo; solo es necesario entender y comprender que es necesario hacer uso él.
En fin, recién empieza la sobredosis de spots (que 13.8 millones podrán ver en su tele nueva), espectaculares, volantes, desplegados, notas informativas y ofrecimientos de cambio que de manera “natural” se da en cada proceso electoral, pero al terminar los tiempos de campaña y se apague -por ley- la voz de los candidatos, tocará el turno a los ciudadanos de reflexionar y tomar decisiones firmes y valientes que permitan iniciar ese cambio radical que tanto requiere en México.
En esta ocasión concluyo con lo dicho alguna vez por la líder indígena y derecho humanista de origen guatemalteco, Rigoberta Menchú: “No vamos a cambiar el país en poco tiempo, pero se hará con nosotros, no sin nosotros.”
Aída María Holguín Baeza
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