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Reinició la lucha por el poder…por Aída María Holguín

 

Con el inicio de las campañas electorales, los partidos políticos y los candidatos reiniciaron la eterna lucha por el poder. En esa lucha -que durará tres meses- se enfrentarán -de diversas maneras- para lograr permanecer, recuperar o llegar al poder a través de los más de 2,000 cargos que en este en proceso electoral se están disputando.

Considerando que las campañas electorales son una competencia, es lógico que al final de ésta haya ganadores y perdedores. Esto no significa que el pueblo deba estar incluido entre los perdedores; al contrario, una elección democrática supone que los ciudadanos ganarán porque serán representados y/o gobernados por hombres y mujeres que siempre tomarán decisiones pensando en el bien común.

En ese sentido, uno creería que durante la lucha se verán a los mejores competidores de cada equipo; cosa que en esta ocasión -como en muchas otras- no sucedió del todo. Si bien es cierto que en estas elecciones hay “dos que tres” buenos candidatos, que por primera vez -en la historia de México- participarán candidatos independientes, y que la mitad de los candidatos son mujeres -en cumplimiento de la equidad de género-; esto no es garantía de que los mejores hombres y mujeres ocuparán los puestos de elección popular.

Y es que cuando de competencia se habla, hay que considerar que no sólo se trata de una simple disputa o contienda entre dos o más personas; sino que implica que esas personas deben tener un historial limpio y una serie de conocimientos, actitudes, aptitudes y valores que vayan de acuerdo con el cargo que van a desempeñar; es decir, que cuenten con perfil digno para representar y/o gobernar de manera adecuada al pueblo.

Analizando el historial y perfil de los de los actuales candidatos, es posible darse cuenta que hay casos en los que su sola candidatura resulta un insulto a los mexicanos, pero peor será el insulto cuando algunos de ellos lleguen a ocupar -sin contar con el perfil adecuado para legislar- una curul en Cámara de Diputados, y sin haber sido electos por el pueblo.

Esta no será la primera vez que decaiga el ánimo de los mexicanos al ver desfilar a un importante número de candidatos faltos de preparación y con un dudoso historial; de ahí, que la principal tarea de los partidos políticos y candidatos en esta campaña no puede -ni debe- limitarse a invadir los espacios públicos y/o privados con publicidad y propaganda cuyos contenidos se enfocan a prometer cosas que probablemente no serán cumplidas. La tarea es más complicada porque hay que convencer a los ciudadanos del por qué son la mejor (o la menos peor) de las opciones (prometer cosas ya no funciona).

Sin duda alguna, el próximo mes de junio los ciudadanos informados y responsables le “pasarán la factura” -a través del voto- a los candidatos y partidos políticos. Por su parte, aquellos que venden su voto, son manipulables, buscan un hueso y/o son siervos del sistema, votarán sin detenerse a reflexionar. Es por esto, que en esta campaña los partidos y candidatos no les queda mucho por hacer, salvo tratar de convencer -tardíamente- a los potenciales abstencionistas y anuladores del voto de que el mayor daño se debe su cómoda, pero irresponsable actuación el día de los comicios.

El 2015 es un año crucial para México. De los resultados electorales dependerá que la situación mejore o empeore, por lo que carrera por el poder no debe enfocarse a conseguirlo nada más para alimentar egos, presencia o presupuestos partidistas.

Tal y como lo dijo el gobernador de Chihuahua, César Duarte, el poder es para poder; pero no para poder abusar de él -como la ha venido haciendo Duarte-, sino para poder demostrar que el servicio público se puede desempeñar de manera honrada y que el único interés en el desempeño de los cargos encomendados, es el interés público.

En fin, cada actor de este proceso electoral tiene una gran responsabilidad, y como dijo Manuel Gómez Morín: “Que no haya ilusos; para que no haya desilusionados”. Es por eso, que resulta fundamental emitir el voto razonado; pero sobre todo, comprender que es un gran error pensar que el no acudir a las urnas -o hacerlo pero anular el voto-, es el mejor “castigo” que se le puede dar a la clase política.

En esta ocasión concluyo con lo dicho alguna vez por la escritora, dramaturga y compositora argentina, María Elena Walsh: “Esa preocupación obsesiva por ocupar el cargo, la pelea por la cuota minúscula de poder. Deberían ser más creativos y darse cuenta de que la pelea es por solucionar los problemas. Si lo logran, van a encontrar un reconocimiento mucho más grande que un pequeño cargo.”

Aída María Holguín Baeza
Correo electrónico: laecita@gmail.com

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