Negociación y comercio en tiempos electorales…por Aída María Holguín
La “negociación”, en términos generales, tiene como finalidad llegar a acuerdos que se traduzcan en acciones que beneficien a todas las partes involucradas; es decir, que los acuerdos emanados de la negociación debieran ser un medio para llegar a encontrar soluciones para el bien común, y no para el bien de sólo una de las partes involucradas.
En materia electoral, es bien conocido que la negociación es una práctica común; sin embargo, ésta suele ser manipulada para cometer actos vergonzantes; esto, debido a que los actores político-electorales “confunden” –como se dice coloquialmente- la gimnasia con la magnesia, y utilizan la negociación para comercializar votos; convirtiendo así, en un mercado electoral al proceso cuya esencia es de carácter cívico-político (“político”, no partidista).
Lo anterior, generalmente queda plasmado en una especie de contrato comercial (verbal o escrito), mediante el cual una de las partes (vendedor) se obliga a dar algo en favor de la otra parte (comprador) a cambio del precio convenido. En en tiempo de campañas electorales, esto se traduce en la compraventa de votos a cambio de un supuesto beneficio (económico o en “especie”) inmediato o futuro.
En el caso de los partidos políticos y/o los candidatos que acuden a este tipo de prácticas para intentar ganar las elecciones, al momento del cerrar el contrato de compraventa, el comprador supone -equivocadamente- que éste es de por vida, por lo que el apoyo (voto) adquirido le pertenecerá eternamente. De manera contraria, el vendedor siempre estará en la espera de un mejor postor con el fin de obtener un mayor beneficio personal -o grupal- a cambio del voto. Todo dependerá de la oferta, la demanda y los supuestos beneficios.
Con el paso de los años, este tipo de contratos, negociaciones, convenios, pactos, acuerdos o tratos (como cada quien guste llamarlos), se han ido haciendo más frecuentes en época electoral con el objeto de obtener un favor a cambio de otro (si bien le va a todas las partes involucradas).
Después reflexionar respecto a todo lo anterior, nace una pregunta: qué es peor, ¿vender o comprar “voluntades” (votos)?
No es sencillo saber qué es peor; pero lo que sí queda claro de inmediato, es que cualquiera de los dos casos implican la pérdida de la dignidad de los participantes, y convierte al acto de compraventa en alimento de la corrupción que tanto daño le han hecho a nuestro país.
Todo esto, trae a mi mente un spot publicitario de una famosa marca de tarjetas de crédito, que adaptado a todo lo dicho anteriormente, se reflejaría de la siguiente manera: voto por una precandidatura, 200 pesos, una despensa y “1kg.” de promesas; voto por un candidato a diputado, 300 pesos (en monedero electrónico), una televisión digital y “5kg.” de promesas… La voluntad, el razonamiento, la ética, la honestidad, los principios, los ideales y el futuro ¡no tienen precio!.
Quien se atreva a comprar o rentar votos electorales, no puede -ni debe- dirigir los destinos del pueblo bajo ningún cargo de elección popular o de designación directa porque no tiene la calidad moral para hacerlo manera adecuada.
Por otra parte, aquellos que vendan o renten su voto, no tendrán la calidad moral suficiente para reclamar o exigir que los compradores desempeñen sus cargos de manera honesta.
Con todo lo analizado anteriormente, resulta entonces imprescindible, comprender que el razonamiento, la convicción y la responsabilidad que como electores tenemos, son elementos poderosos y decisorios que deben constituirse en el motor que nos motive y nos mueva a elegir cuidadosamente a aquellos que tomarán las decisiones respecto a las políticas públicas que afectarán –positiva o negativamente- las condiciones de vida de todos y cada uno de los mexicanos.
Finalizo en esta ocasión con lo dicho alguna vez por el político y trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy: “No podemos negociar con aquéllos que dicen, «lo que es mío, es mío; y lo que es tuyo, es negociable».”
Aída María Holguín Baeza
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