La noche quedó atrás (I de II partes)…por Luis Villegas
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“Aferrarse a fragmentos de control obrero, repitiendo como pericos frases revolucionarias, es algo peor que inútil; no es solamente obstructivo, es incluso contrarrevolucionario, porque conduce a divisiones que se pueden usar contra nosotros por los fascistas. En esta etapa no estamos luchando por la dictadura del proletariado, estamos luchando por la democracia parlamentaria”.
George Orwell.1
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Desde hace meses, tengo la sana intención de devolver un libro y no lo he hecho. Pasan los días, las semanas, los meses ya, y resulta que nomás no. No lo regreso. Escribo estas líneas para hacer pública mi intensión de devolvérselo a su propietario, mi amigo Pepe Luévano, a la mayor brevedad posible. Consten dos cosas -aclaración necesaria para que Pepe no se vaya a emocionar en exceso-: Que estas buenas intenciones tienen fermentándose seis meses y que estoy diciendo que se lo voy a regresar pero no estoy diciendo cuándo.
El libro en cuestión lleva por título el mismo que encabeza estos párrafos y es, en muchos sentidos, un libro entrañable. Bien escrito, ameno, inteligente, pareciera una novela pero no lo es. Me recordó sin remedio una novela que atesoro y que me regaló mi papá: “Memorias de Pancho Villa”2 -de edición agotada y que por problemas de herencia no ha podido ver la luz de nueva cuenta desde hace años-.
Como sea, “La Noche quedó atrás”,3 que a diferencia del de Pancho Villa sí contiene memorias auténticas, es un libro indispensable para conocer de primera mano los horrores, los excesos y la estupidez de los regímenes socialistas de principios y mediados del Siglo XX; así como el desencanto que produjo, en muchos hombres y mujeres de buena fe, una causa noble en principio que a la postre, tras la caída del Muro de Berlín, se resquebrajó en mil pedazos y expuso a los ojos del Mundo la dolorosa hipocresía de sus líderes.
“La Noche quedó atrás” es la autobiografía de Richard Krebs, alias Jan Valtin, quien asqueado de lo que ha visto hasta entonces, decide denunciarlo. En resumen, el libro contiene el testimonio de un ex-militante del Partido Comunista (PC) alemán, quien fuera miembro del Komintern (la Internacional Comunista). En resumen, el autor cuenta cómo, luego del fallido intento de la Revolución Comunista en Alemania de 1919, se embarcó de grumete en Hamburgo, trabajó en las minas de cobre del norte de Chile, formó parte de la tripulación de un barco ballenero, actuó de extra en un par de películas gringas, duró encerrado mil días en la prisión de San Quintín y se desempeñó, sucesivamente, como contrabandista, agitador, terrorista, espía y agente doble después de caer en manos de la Gestapo. Cabe señalar que luego de editada su obra, Krebs murió 10 años más tarde, exiliado en los Estados Unidos.
¿Qué me llamó la atención del libro?, podría preguntarse Usted, gentil lectora, amable lector, para inducirme a escribir estos párrafos, muy simple; el libro narra de manera pormenorizada el lugar común de las facciones de izquierda en su lucha por el poder: En varias partes, a lo largo del libro, Krebs toma nota de la ofuscación de los comunistas de su época, empeñados en combatir, como su mayor enemigo, al Partido Socialdemócrata (el que más se identificó con la República de Weimar), en lugar de hacer causa común con él y luchar contra los nazis.
Esos pasajes, esa sinrazón, me recordó lo ocurrido en el transcurso de la Guerra Civil española, cuando las organizaciones republicanas –Izquierda Republicana, Unión Republicana, Partido Socialista Obrero Español, Partido Comunista de España, Partido Obrero de Unificación Marxista, el Partido Sindicalista, Esquerra Republicana de Catalunya, entre otras-, fueron incapaces de resolver sus disputas intestinas y las llevaron a enfrentamientos internos, en ocasiones sangrientos, que sin duda terminaron por hundir la causa republicana.
Recuerdo un libro que leí las pasadas vacaciones, “La guerra apasionada. La historia narrativa de la Guerra Civil Española”,4 y ese regusto amargo que deja la lectura de un libro de historia cuando los pasajes que relata duelen por cruentos, por verdaderos, por inentendibles, por imbéciles. Como ejemplo de esto que digo, baste recordar las célebres “Jornadas de Mayo” de 1937, consistentes en la serie de enfrentamientos acaecidos entre el 3 y el 8 de mayo de 1937, en diferentes localidades de Cataluña, particularmente en Barcelona, en el contexto de dicha Guerra Civil. En estos hechos se enfrentaron los grupos anarquistas y trotskistas -partidarios de la Revolución general-, por una parte; y por la otra, el Estado republicano español y la Generalidad de Cataluña, así como algunos grupos políticos. Esa fue la cúspide en la serie de encuentros y desencuentros entre la institucionalidad republicana (desde antes de la Guerra) y la Revolución, en pugna a partir del 18 de julio de 1936.
Continuará…
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