Violencia transfronteriza y estado policiaco…por Carlos Murillo
La violencia en la frontera norte de México suma una víctima más por parte de la Border Patrol (patrulla fronteriza) en el cuerpo de un adolescente quien murió de un balazo en la cabeza, de lado mexicano y ante decenas de testigos que en esos momentos cruzaban la frontera de Ciudad Juárez a El Paso. Una semana antes, en la frontera de Tijuana-San Diego muere otro connacional a golpes por agentes de Estados Unidos, ¿está es la respuesta estadounidense a las críticas, manifestaciones y boicots contra la ley SB 1070 de Arizona?
Estados Unidos acusa a México de ser algo así como un vecino incómodo: pobre, sucio, corrupto, incapaz de gobernarse (Estado fallido) ignorante y peligroso; por lo menos esa es la imagen común que representamos allá sobre todo para los descendientes de europeos con mentalidad de cowboys. La aparición de la ley SB 1070 viene a destapar la parte más oscura de la cultura estadounidense, aquélla que promueve el odio racista disfrazado de nacionalismo y patriotismo. Se quejan de la delincuencia mexicana, de cómo son afectados por la violencia de la migración ilegal, pero, curiosamente, las agresiones siempre vienen de su parte y las muertes las ponemos nosotros (¿?).
La paranoia nacional-racista del pueblo estadounidense, alimentada por los medios de comunicación y por su política imperial-guerrerista, es manipulable hacia la violencia no encontrando mejor “enemigo” que el peligrosísimo vecino mexicano para depositar su ira y frustraciones aislacionistas. En estos momentos en que Estados Unidos batalla por sobrevivir la crisis económica (y mundial) que ellos mismos generaron, tratando de recuperar empleos, piensan que cerrando sus fronteras y endureciendo las leyes contra la inmigración ilegal van a reparar todo el daño que han ocasionado.
El capitalismo neoliberal actual liderado por Estados Unidos es la suma de los excesos de la ganancia a costa de lo que sea, más la concentración del poder político-económico en pocas manos. Particularmente los estadounidenses han podido disfrutar de las “bonanzas” de su país gracias a la explotación de los recursos naturales de los países más pobres y débiles a los cuales han podido invadir, persuadir y corromper a sus gobernantes o simplemente frustrando o alentando revueltas (según sea el caso) para garantizar los recursos a esas naciones. Muchos de los afectados en esos países por las políticas imperialistas estadounidenses son candidatos a convertirse en migrantes ilegales a Estados Unidos u otras naciones prósperas.
La “democracia” a la estadounidense es el pretexto de dicho país para autoproclamarse como la policía del mundo y ejercer su derecho unilateral de declarar quién es terrorista o enemigo; de reservarse el derecho de crear “guerras preventivas”, a qué países bloquear o invadir, o a quiénes certificar o atacar. La influencia estadounidense global apunta a fortalecer su presencia bélica o policiaca, para mantener un orden geopolítico a su beneficio y agrado, o bien, apoyar regímenes a modo que le garanticen ganancias o privilegios, aun si eso implica el derramamiento de sangre, la destrucción cultural y ecológica o el exterminio racial.
Este tipo de conducta es ya reproducido por los aliados estadounidenses, como España o Italia, quienes han seguido sus pasos en cuanto a la política migratoria, pero también sin éxito, mientras otros como Honduras o Paquistán, simplemente hacen lo que los estadounidenses les dicten; otros más, como Arabia Saudí, reproducen conductas hostiles y represivas contra cualquier tipo de manifestación o bien Inglaterra, que ha seguido a EUA en sus aventuras bélicas a costa de su prestigio internacional. El representante más letal de esta nueva política policiaca mundial es definitivamente Israel. La ideología sionista en el poder político israelí es más parecida al conservadurismo fundamentalista estadounidense: se creen elegidos de Dios, por lo tanto se consideran superiores a los demás pueblos y eso les da la pauta para ejercer el terrorismo de Estado contra quienes considere sus enemigos, como ya nos lo hizo saber al mundo con el ataque a la flota humanitaria de ayuda al pueblo palestino a finales de mayo. ¿Pero quién le pone el alto a los Estados policiacos?
México también se ha dejado persuadir por los intereses estadounidenses. Tan es así que la llamada “guerra contra el narcotráfico” no es más que una más de las líneas políticas estadounidenses para México, como la política de persecución contra migrantes ilegales de Centro y Sudamérica, la represión a sindicatos, el desmantelamiento de Pemex o la posición servil ante el Tratado de Libre Comercio. La violencia en la frontera norte de México no pasará de unas cuantas protestas de parte del gobierno mexicano, que tratará de no molestar a su aliado tratándolo como señor. La militarización de la vida cotidiana en México es parte de ese Estado policiaco mundial que aspira a establecer y fortalecer una industria armamentista, carcelaria, espía y represiva del orden requerido por Estados Unidos para incentivar su economía beneficiando a sus empresas privadas que se encargan de aniquilar al mundo en nombre de la democracia capitalista (sic) vendiendo los servicios antes mencionados.
En cuanto a la relación México-Estados Unidos, la violencia no abona en nada a fortalecer la vecindad. A pesar de que irónicamente EUA sigue siendo el sueño de millones de mexicanos(as) cada vez es mayor el número de connacionales decepcionados o conscientes de lo que en realidad significa Estados Unidos. Seguramente la violencia va a alimentar más violencia y se avecinan conflictos raciales; eso es peligroso porque puede ser pretexto para represalias del vecino del norte, sólo imaginémonos las mismas circunstancias de la escena, pero de lado estadounidense y con una víctima anglo: un adolescente desarmado asesinado en su país por un agente de otro país y ante la mirada de sus compatriotas, ¿no habrían puesto ya el grito en el cielo los gringos?
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