No aprenden: Dejan a Osorio y sus experimentos
CHICAGO — 7-0. Una convulsión sin convulsionados. Una tragedia sin víctimas, a no ser la jornada doliente de la afición. Entre los responsables no hay culpables. El patíbulo se queda quieto. La guillotina no beberá sangre.
Juan Carlos Osorio sigue al frente del Tri. Presentó su renuncia, según Guillermo Cantú. Conciliaron. Reconstruyeron el pacto de entre las ruinas del 7-0 ante Chile. En medio de esa vergonzosa derrota, el entrenador consuma victorias.
Cada quien tendrá su respuesta, pero ¿qué lacera, que hiere, qué hiede más del 7-0 ante Chile? ¿El escandaloso marcador? ¿O la deplorable actitud de los jugadores? La segunda consuma la primera, sin duda.
Y ojo, lo había advertido: un grueso de la afición, sigue exonerando, exculpando, por el soborno de un autógrafo o una fotografía, a los 11 pusilánimes, a los 11 timoratos, a los 11 fanfarrones que idolatra.
La FMF toma una decisión inesperada. Peligrosa, riesgosa, sorpresiva, pero aparentemente acertada.
Pero, también, la FMF toma una decisión tramposa, farsante, corrupta. Se lava las manos. Y los dueños de equipos, que prometieron, como Jorge Vergara, “ir hasta las últimas consecuencias”, se acurrucan cómplices a su alrededor.
1.- Ojo: le da un voto de confianza al entrenador colombiano, por encima de los jugadores. Inusitado, totalmente.
2.- Ojo: Osorio no claudica en su punto medular: las rotaciones. Para él son imprescindibles por salud grupal; necesarias por exigencias del rival, y porque en su carrera le han dado éxito, ojo, lo hemos dicho reiteradamente, en clubes, donde el contacto es diario.
3.- Ojo: Osorio no aceptó ninguna de las imposiciones. Ni a un auxiliar mexicano, ni un cambio de timpon en su forma de manejar al grupo, y menos aún en su grupo de colaboradores.
4.-Ojo: Osorio no acudió a la rueda de prensa. Podrán algunos catalogarlo de cobardía, pero, refleja la astucia de Decio de María. Entre todo la perorata de Guillermo Cantú nada rebasó el anuncio medular de la continuidad, ni el enamoramiento de la mosca por su agua de colonia… o su falta de agua de colonia.
5.-Ojo: Osorio tendrá su más cruda, ruda y frontal prueba antes de recibir a Honduras y viajar a El Salvador en el cierre de la fase de grupos de Concacaf. Me refiero al momento de la convocatoria para esos partidos.
6.-Ojo: México ya clasificó al Hexagonal. Si Osorio llama a los europeos, y a otras balas perdidas como Paul Aguilar, es que está decidido a librar una batalla final: la redención colectiva o la renuncia masiva.
7.-Ojo: por otro lado, puede empezar a armar su propia selección, con lo que encuentre en la Liga MX, buscando lealtades genuinas y voluntades absolutas. Un ejército propio.
8.- Ojo: la permanencia de Osorio, es, obviamente, una permanencia condicionada. No la condicionan ni las fórmulas ni las formas, sino los resultados. La consigna es muy clara: cero derrotas en Concacaf. ¿Incluido el eterno Waterloo del Tri en Columbus?
9.- Ojo: Osorio acepta como el gran examen, la Copa Confederaciones, que será el reencuentro eventual con un par de potencias europeas y… ¿con Chile? Los sorteos, manoseados y todo, guardan rencores sadomasoquistas.
Viene pues, un escenario dramático de cambio. Osorio ya no puede equivocarse, y por ello, ya no puede equivocarse en la decisión fundamental: la elección de futbolistas.
Lo tiene claro el técnico colombiano: debe cambiar para evitar que lo cambien. Y debe hacer cambios. Hoy, la rotación de jugadores, e slo único que puede salvar su doctrina de la rotación.
Pero, insisto, no puede permitir que le manipulen su estilo de trabajo, porque hacerlo, sería traicionar sus principios, y entonces sería un espantajo sin autoridad.
Y en ese sentido, se agrega otra victoria de Osorio: prefiere morir por sus convicciones, que morir traicionando sus convicciones.
Y lo que queda claro, es que, como canta su paisano Juan Luis Guerra, en esa travesía de “cruzar el Niágara en bicicleta”, no puede perpetrar errores.
Osorio lo sabe: la cicatriz del 7-0 no es un estigma eterno sólo para el futbol mexicano. Él también lo arrastrará como la página ensangrentada de su curriculum.
Nunca llegarán ni el perdón ni el olvido de una afición que hoy, confundida, difusa, dolida, sigue buscando a alguien para sacrificarlo en la picota.
Y hoy, es menos ingenuo, o menos desprevenido el técnico colombiano. Hoy, ya sabe, que en México, las emboscadas visten de pantalones largos… pero también de pantaloncillos cortos.
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