Sexenio duartista: sin gloria y con muchas penas…Por Aída María Holguín
Si bien el título (y contenido) de este artículo aplica -casi de igual modo- para los gobiernos de “los Duartes” (Javier Duarte de Ochoa -de Veracruz- y César Horacio Duarte Jáquez -de Chihuahua-) es, por obvias razones, en el gobierno de César Duarte en el que se enfoca la reflexión que en esta ocasión nos ocupa.
Dice un viejo, conocido y sabio refrán, que “No hay fecha que no se llegue, ni plazo que no se cumpla”; y es precisamente a causa de la inminente llegada de la fecha y plazo en que César Duarte -por fin- dejará de ser el gobernador de Chihuahua, que ya es posible resumir contundentemente los resultados de su sexenio: Sin gloria y con muchas penas.
Y es que aun cuando la personalidad ególatra de César Horacio Duarte Jáquez lo llevó -a lo largo de más de 5 años- a tratar de glorificar su nombre y “su reino”, fueron sus acciones las que provocaron que su sexenio concluya sin gloria (personal, profesional o política) alguna.
El fracaso del paraíso construido -para sí mismo- ha sido tal, que -a diferencia de los 5 años anteriores- en esta ocasión César Duarte decidió no rendir su “Informe” de Gobierno con la parafernalia con que solía hacerlo; es decir, ahora fue al estilo “comes y te vas”.
Por otra parte, el sexenio de Duarte termina con muchas penas (no para él, porque ha sido evidente su desfachatez) para todos los chihuahuenses que han tenido que soportar por 6 años (una eternidad) al gobernador más vil, corrupto y corruptor que haya tenido Chihuahua.
Elegido por unos cuantos, César Horacio Duarte Jáquez ha sido el causante muchas penas y, no conforme con eso, ha ofendido (de pensamiento, palabra, obra y/u omisión) a todos los chihuahuenses. Y todavía así se atreve a decir que si a alguien ofendió, pide disculpas por sus errores que -según él- fueron magnificados para regatear y opacar los logros de su gobierno. Así de cínico es César Duarte, pero no es algo que deba causar asombro porque es una de sus características personales.
Bien se dijo hace casi un año en este mismo espacio de opinión: Pareciera que César Duarte pensara que al cambiar su apariencia física, también cambiaría la realidad. Esa realidad en la que -con bigote o sin bigote- ha seguido cometiendo las mismas (o más grandes) vilezas. Afortunadamente, eso está por acabar (no por su propio gusto, sino por la dignidad que el pasado 5 de junio recuperaron los chihuahuenses).
El caso es que los 6 años de la “administración” de César Horacio Duarte Jáquez están a punto terminar, y no hubo un solo acto (de Duarte) que indicara que su desempeño se apegó al “deber ser” de la administración pública; lo cual explica por qué el sexenio duartista terminó sin gloria (para él) y causando muchas penas (a los chihuahuenses -incluyendo a los de su partido-).
Finalizo en esta ocasión con lo dicho alguna vez por el político, filósofo, escritor y orador romano, Marco Tulio Cicerón: “La verdadera gloria echa raíces y se expande; las vanas pretensiones caen al suelo como las flores. Lo falso no dura mucho.”
Aída María Holguín Baeza
Últimos comentarios