Salón de la Fama: Francisco Orta Andrade, promovió varios deportes
Nativo de San Luis Potosí, desde muy chico se avecindó en la ciudad de Chihuahua, donde se matriculó en el Seminario.
Poco tiempo después dejo sus estudios religiosos por los de Educación Física, a la vez que se iniciaba en el beisbol.
Recién salido del Seminario contrajo matrimonio con Blasa Solís, con quien procreo a sus hijos Soledad, Francisco, Gregorio, María Luisa, Fernando, Elvira, Alfonso y Margarita, los dos últimos nacidos en Delicias.
Para ganarse la vida entró a trabajar en la Asociación Cristiana de Jóvenes
Su paciencia y la enseñanza de diversas disciplinas deportivas lo convirtieron en el favorito de Nayo Revilla, a esa fecha funcionario del gobierno estatal.
Nayo quería promover la cultura física, para ello comisionó al Viejo, quien en Delicias llego haciendo lumbre, empezó por presentarse en el cuartel del 17° Cuerpo de Caballería de Reservas Rurales donde entregó su oficio de comisión firmado por Nayo. De ahí se fue a la Alcaldía, donde hizo lo mismo ante Hilario Pérez Carrillo, completó su tour protocolario apersonándose ante el director de la Escuela Primaria Federal Lázaro Cárdenas No. 305 plantel que no contaba con cancha deportiva, de lo cual se encargo él, una vez libre de mezquites, huizaches, guamis y otras hierbas, el solar pasó a convertirse en un verdadero campo deportivo. En el mismo espacio, los escolapios de la 305 practicaban dificultosas tablas gimnásticas con palos de escoba, show inventado por el Viejo. En esa cancha, entre los contingentes que adiestraba para los desfiles, sembrando la semilla de la Educación Física, procuraba desparramar otra simiente: la del beisbol. Desde sus días en Chihuahua era asiduo practicante y acucioso estudiante de los rudimentos técnicos y tácticos beisbolísticos.
Conocedor, teórico práctico, aficionado calado, al tiempo formó una novena deliciense peleadora y aguerrida, se llamaba los Cachorros y era el terror de la Tercera Fuerza local, jugaban en los llanos liebreros.
Descansaba haciendo adobes practicando el oficio de zapatero remendón, cuyas ganancias le habían permitido pagarse sus estudios de educación física en la Capital del Estado
También zurcía a mano con cáñamo rojo las pelotas desgarradas por los batazos.
Socialista por convicción, no era raro verlo en los desfiles, sobre todo en el del Día del Trabajo.
También le gustaba el ciclismo, y con el patrocinio de la empresa algodonera Anderson Clayton, en 1949 organizó el primer Comité de Ciclismo de Delicias, en el que sus estrellas pedaleras eran Osvaldo Longoria, Héctor Simental, Alejandro McDonald y Andrés Meneses, cuarteto que representó a la población en la Primera Vuelta del Estado celebrada en 1950, certamen de 950 kilómetros que iba de Jiménez a Juárez, regresaba por Casas Grandes y terminaba en la Capital. Después se les uniría la enjundia y la habilidad de José Luis Granados, el Borrao. Pero como aún le sobraban horas a sus días, hacía mancuerna con Mano Lencho participando en diversas tareas comunitarias.
Del origen de la rivalidad entre los dos deportistas nadie sabía gran cosa. Lo que si sabían y veían es que en cuanto se divisaban se agarraban a moquetes. Algunos de los más enterados decían que la ojeriza que se cargaban había empezado durante los partidos de beis que jugaban sus respectivos equipos. Los Cachorros era el del Viejo, los Piratas el de Mano Lencho.
El banquero e impulsor deportivo don Toño V. Máynez, haciéndole al Don King, les dijo que no se anduvieran peleando gratis, que mejor cobraran por una causa noble como la de echarles la ayudada a quienes habían salido perjudicados por los chubascos recientes, y que si querían él organizaba la función.
Como ambos eran buena onda y dados al servicio social y el verbo de don Toño era convincente, pronto dieron su anuencia y el pleito se arregló, llevando como réferi a Enrique Chato Salas, un ex púgil que trabajaba de boletero en el cine Alcázar.
Los feroces contendientes cayeron al suelo dos veces cada uno y el Chato, viendo la división de opiniones del público en cuanto al veredicto, le hizo al Salomón declarando empate
Al menos eso fingieron, ya que no pocos de sus conciudadanos, en sus noches de pisto y de cantina, decían que tal abrazo había sido más hipócrita y falso que el de Acatempan, pues después de la tranquiza del Río siguieron atizándose donde quiera que se topaban.
En reconocimiento a su rico y generoso historial en el desarrollo del beisbol que hoy tanto apasiona y tanto representa en nuestro estilo de vida, aquel campo despedrado, desmontado y nivelado por las callosas manos, por las fuertes manos que trazaron y desarrollaron Delicias, en 1957 pasó a llamarse merecidamente Parque Deportivo Municipal Francisco Viejo Orta.
Quiso el destino que el Viejo terminara sus días terrenales como acaban muchos de los grandes: víctima de incidentes indignos de su grandeza.
Una negra noche de marzo de 1955, unos policías municipales lo golpearon hasta matarlo.
Murió con los ojos abiertos, viendo sin ver aquella población a la que tanto había amado.
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