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Viernes Santo: Pasión, crucifixión y muerte de Cristo

El Viernes Santo es la fecha en el Año Litúrgico que recuerda la Pasión, Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo. El luto es tan grande que es el único día en el que la Iglesia no celebra la Santa Misa.

Los últimos tres días de la Semana Santa recuerdan la la Pasión, Muerte, Redención y Resurrección de Cristo, que son los principales misterios de la fe cristiana, expresados en el Credo.

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Con el Domingo de Ramos inició la Semana Santa, fecha que recuerda la entrada de Jesucristo a Jerusalén, cuando lo recibieron con palmas, árboles que había en la zona; así como con ramas de olivo (por eso Domingo ‘de Ramos’).

Las palmas y ramos bendecidas en la fecha recuerdan aquel recibimiento a modo de celebración.

Ayer fue el Jueves Santo, uno de los mayores días de fiesta y alegría para la Iglesia, que recuerda la Última Cena, cuando Cristo instituyó el sacramento del sacerdocio y la Eucaristía (el Sacramento de la Comunión). “Haced esto en Mi memoria”, dejó como enseñanza a los apóstoles.

La importancia y alegría del Jueves Santo es tal que se interrupe la penitencia y el luto que persiste desde el inicio de la Cuaresma.

Llegando hoy el Viernes Santo, la fecha recuerda la Pasión de Cristo, en varios episodios:

La oración en el Huerto de los Olivos, la aprehensión de Jesucristo, la traición de Judas, los juicios ante el Sanedrín y Poncio Pilatos, la presencia ante Herodes, el Camino del Calvario y finalmente la Crucifixión.

Jesús ante Pilato

Los sumos sacerdotes decidieron llevar a Jesucristo ante Poncio Pilato, prefecto de la Provincia de Judea donde se encontraban. El romano en principio no vio culpa en Jesús para condenarle, pero finalmente se avino a la presión de una multitud que clamaba por su crucifixión.

Según el Evangelio de San Mateo, Pilato entonces se lavó las manos con agua a la vista del pueblo, proclamándose «inocente de la sangre de este justo». Este gesto de «lavarse las manos» es el origen de la expresión que llega hasta nuestros días.

Como era costumbre liberar a un reo por la fiesta judía de la Pascua, Pilato les dio a elegir entre soltar a uno muy conocido llamado Barrabás o a Jesucristo, pero el pueblo judío eligió a Barrabás el ladrón.

Despojado, humillado y escarnecido

Siguiendo el relato de los Evangelios, a Jesús le despojaron de sus vestiduras, las cuales se echaron a suertes, le colocaron una corona de espinas en la cabeza, y le golpearon, le escupieron y le escarnecieron.

Le hicieron cargar con su propia Cruz hasta un pequeño monte a las afueras de Jerusalén llamado Gólgota.

Crucifixión y muerte de Cristo

En el Gólgota o Calvario fue crucificado entre dos ladrones y bajo un cartel que decía «Jesús el Nazareno, Rey de los Judíos», origen de las siglas y de la expresión INRI (en latín se expresa dicha frase como IESVS NAZARENVS REX IVDAEORVM).

Según el Evangelio de San Juan, los pontífices de los judíos protestaron a Pilato, pidiéndole que cambiara la redacción por «él ha dicho: yo soy el Rey de los Judíos». Pero Pilato se lo negó con esta famosa réplica: «Lo escrito, escrito está».

Según el Evangelio de San Lucas uno de los ladrones crucificados junto a Jesús le atacaba, diciendo: «Si tú eres el Cristo o Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros».

Pero el otro crucificado le reprendió diciendo: «Nosotros, la verdad, lo estamos justamente, pues pagamos la pena merecida por nuestros delitos, pero Éste nada ha hecho». Y se dirigió a Jesús: «Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Y Jesús le contestó: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso».

Asimismo, las últimas palabras que los evangelios nos señalan que dijo Jesucristo fueron: orar por sus verdugos, prometer el paraíso al buen ladrón, hizo a su madre, la Virgen María, madre nuestra. «¡He ahí a tu madre!». Pidió la ayuda del cielo, se lamentó de una terrible sed, anunció que todo estaba consumado y dio el último suspiro y dijo “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” y murió †.

San Mateo escribe: «Y al momento el velo del templo se rasgó en dos partes de arriba abajo, y la tierra tembló y se partieron las piedras. Y los sepulcros se abrieron, y los cuerpos de muchos santos, que habían muerto, resucitaron. Y saliendo de los sepulcros después de la resurrección de Jesús, vinieron a la ciudad santa y se aparecieron a muchos».

San Mateo y San Marcos recogen la expresión de un centurión romano que había asistido a la crucifixión: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios».

El Sepulcro

Descendido de la cruz el cuerpo de Jesús, José de Arimatea, «persona ilustre y senador» se lo reclamó a Pilato, que accedió a entregárselo. José de Arimatea envolvió el cuerpo del Nazareno en una sábana y lo metió en un sepulcro abierto en una gran peña, sellando la entrada con una gran piedra.

El Viernes Santo recuerda estos hechos del día de la muerte de Jesucristo, la Iglesia Católica nos enseña que Cristo entregó su cuerpo y derramó su sangre para el perdón de los pecados y para la salvación de los hombres.

Para mañana sábado en la noche tendrá lugar la Vigilia Pascual de resurrección; la semana Santa concluye con el Domingo de Resurrección.

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