Ciudad de México. Casi al filo de la medianoche de este viernes, en Europa, los diarios italianos La Repubblica e Il Corriere della Sera cimbraron al mundo de las letras y la cultura con la noticia de la muerte de Umberto Eco, escritor, filósofo, apasionado de la semiótica.
Se va uno de los grandes académicos y teóricos de la comunicación, quien apenas en 2015 presentó una “parodia feroz” (como la calificaron los críticos) acerca de la relación entre periodismo y política en su última novela Número cero.
Umberto Eco acababa de cumplir 84 años de edad. Nació en la ciudad de Alessandria, en el norte de Italia, el 5 de enero de 1932. Su padre, Giulio, fue contador antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando fue llamado a enrolarse en las fuerzas armadas. En ese momento, Umberto y su madre se mudaron a otro pequeño poblado de la región de Piamonte, donde Eco asistió a una escuela salesiana.
La filosofía y la literatura fueron los hilos conductores de su vida. Con la tesis titulada El problema estético en Santo Tomás de Aquino se doctoró en filosofía y letras en la Universidad de Turín en 1954, y de inmediato comenzó a ejercer como catedrático en las universidades de Turín y Florencia antes de ejercer durante dos años en la de Milán.
Durante los años sesenta, como profesor de Comunicación, publicó varios de sus estudios de semiótica más importantes, como Obra abierta (1962) y La estructura ausente (1968). Desde 1971 hasta ayer ocupó la cátedra de Semiótica en la Universidad de Bolonia, donde solía pasear por los corredores acompañado por sus alumnos, enfrascado en intensos debates sobre arte o periodismo, sus temas favoritos.
En 1988 fundó el Departamento de Comunicación de la Universidad de San Marino y en febrero de 2001 creó en esa ciudad la Escuela Superior de Estudios Humanísticos, iniciativa académica solo para licenciados de alto nivel destinada a difundir la cultura universal. También cofundó en 1969 la Asociación Internacional de Semiótica.
Fue hasta 1980 cuando el mundo descubrió la lucidez de la narrativa de Umberto Eco cuando se publicó El nombre de la rosa, novela histórica de múltiples lecturas (filosófica, policíaca con varios guiños semiológicos), ambientada en un monasterio benedictino en el año 1327. Fue tal el éxito editorial, que el libro fue traducido a muchos idiomas y llevado al cine en 1986 por el director francés Jean-Jacques Annaud.
Luego vinieron, también dentro del género de novela, El péndulo de Foucault (1988), fábula sobre una conspiración secreta de sabios en torno a temas esotéricos; La isla del día de antes (1994), parábola kafkiana sobre la incertidumbre y la necesidad de respuestas; Baudolino (2000), una novela picaresca, también ambientada en la Edad Media, con un exquisito uso de las lenguas romances; La Misteriosa Llama de la Reina Loana (2004), que se nutre con los recuerdos de la infancia del autor; El cementerio de Praga (2010), que de alguna forma narra ciertos antecedentes del nazismo alemán y Número Cero (2015).
Estos títulos se suman a su vasta obra ensayística, entre la que destaca Apocalípticos e integrados (1965), libro de cabecera de cualquier estudioso de los medios de comunicación; La estructura ausente (1968), La forma y el contenido (1971), El signo (1973), Tratado de semiótica general (1975), El super-hombre de masas (1976), Desde la periferia al imperio (1977), La búsqueda de la lengua perfecta (1994), Kant y el ornitorrinco (1997) y Cinco escritos morales (1998), entre otros.
Eco fue miembro del Foro de Sabios de la Mesa del Consejo Ejecutivo de la Unesco. Recibió doctorados Honoris Causa por treinta y ocho universidades de todo el mundo, así como el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades (2000) y fue nombradocaballero de la Legión de Honor en Francia.
En su país obtuvo casi todos los premios a los que aspira un intelectual: Medalla de Oro al mérito de la cultura y el arte (1997); Caballero Gran Cruz de la Orden del Mérito de la República Italiana (1996), y fue propuesto en diversas ocasiones para el Premio Nobel.
Hace unos meses, luego de los atentados contra la revista satírica francesa Charlie Hebdo, Eco afirmó que el mundo se encuentra en guerra y que la organización radical Estado Islámico es el nuevo nazismo.
En una entrevista con Il Corriere della Sera, reconoció que se sentía como cuando era niño y su país estaba siendo bombardeado durante la segunda guerra mundial: “Han cambiado las modalidades de la guerra; hay una guerra en curso y nosotros estamos metidos hasta el cuello, como cuando yo era niño y vivía mis días bajo los bombardeos que podían arribar de un momento a otro sin que yo lo supiera. El grupo Estado Islámico es una nueva forma de nazismo, con sus métodos de exterminio y su voluntad apocalíptica de apoderarse del mundo”.
El maestro Umberto Eco siempre se consideró un novelista amateur “y seguramente prometedor”, profesionalmente se definía como un filósofo, intelectual y humanista. Celoso de su privacidad, siempre se cuidó de mantener en secreto sobre qué escribía y fue poco afecto a ofrecer entrevistas a la prensa. Su familia solo informó ayer que el escritor murió en su habitación, no proporcionó por el momento más detalles.
Últimos comentarios