Fueron 9 años de abusos, desde 2005 hasta 2016, cuando por primera vez un exalumno se atrevió a hacer la primera de las denuncias de violación por parte de los curas. A esta les siguieron muchas más llegando a sumar aproximadamente 25 casos más.
‘La casita de Dios’, el lugar donde abusaban sexualmente de los pequeños
De acuerdo con los testimonios de las víctimas recogidos durante el juicio de Próvolo, que inició en a finales de 2016, había un modus operandi para cometer los abusos sexuales. La mayoría de los relatos mencionan un cuarto al que eran llevados siempre conocido como “la casita de Dios”.
En ese lugar eran sometidos a diversos vejámenes: violaciones, tocamientos, pornografía y amenazas. Generalmente ocurría en la madrugada, cuando los otros niños dormían en sus habitaciones.
Los principales imputados son Nicolás Corradi y Horacio Corbacho, dos sacerdotes que acaban de recibir una pena de 42 y 45 años de prisión, respectivamente, por sus delitos. A ellos también se le suman los nombres de Jorge Bordón, un exmonaguillo; Kumiko Kosaka una monja, y Armando Gómez, un jardinero.
De acuerdo con los documentos de la investigación, son en total 14 personas relacionadas con el caso Próvolo. Kosaka, la religiosa de origen japonés, era la principal pieza para que se lleve a cabo las violaciones.
Según reportan las víctimas, ella era quien los llevaba a la ‘casita de Dios’. Elegía a los niños de acuerdo con su nivel de sumisión a los golpes para asegurarse de que lo fueran también con sus violadores.
Una vez que llegaban al terrorífico cuarto, los dejaba con los curas. Luego del abuso, los regresaba a sus cuartos.
‘Monja mala’: la cómplice de los abusos
El joven que denunció por primera vez a los miembros de Próvolo especificó cómo la “monja mala”, como le llamaban los alumnos, fue cómplice de todos los abusos. En una ocasión en que la víctima fue violada por los curas a los 10 años, sufrió una hemorragia, según contó. La monja no se alarmó y lo que hizo fue ponerle un pañal para ocultar que sangraba.
Algunos de los niños también fueron encadenados y obligados a violar a otros de sus compañeros, mientras los sacerdotes los observaban. Esto fue corroborado por las evidencias halladas al interior del instituto, donde se encontró material pornográfico, cadenas y otros elementos.
La monja Kosaka aún no ha sido sentenciada, pero se le acusa por el delito de complicidad. Actualmente se encuentra bajo arresto domiciliario y se espera un juicio por separado en 2020..
En tanto, los principales imputados, Corradi y Corbacho, han recibido más de 40 años de cárcel el pasado 25 de noviembre, pero llevarán las penas de manera distinta. El primero, de origen italiano y que ya tenía denuncias por abuso sexual en Próvolo de Italia (sucedidos entre 1955 y 1984), cumplirá su condena en arresto domiciliario por su deteriorada salud.
Corbacho, por su parte, continuará recluido en el penal de Mendoza.
En cuanto al jardinero Gómez, se le otorgó 18 años de prisión; y al exmonaguillo Jorge Bordón, 10. En el caso de otro implicado, un administrativo de iniciales J. O., se le declaró inimputable, ya que presenta retraso madurativo severo y discapacidad en la comunicación.
Kumiko Kosaka, la monja japonesa de 42 años, es una de las involucradas en esta denuncia de abuso sexual —dentro de un instituto para niños sordos— que sacude a la Iglesia católica.
Pero quién es esta “servidora de Cristo” que, según las denuncias, abusaba a las niñas del Próvolo en las duchas “a modo de orgía”, las entregaba a los sacerdotes y hasta les ponía pañales para contener la hemorragia luego de que fueran ultrajadas.
Kumiko Kosaka llegó a la Argentina en 1977 junto con el resto de su familia, conformada por tres hermanos más que viven en Buenos Aires, España y Japón.
Adquirió los hábitos en el 2000 y empezó a trabajar en instituciones religiosas del país. De esta forma, logró unirse a la Cofradía de Nuestro Señor en la Oración de Huerto.
Una pericia psicológica realizada hace dos años determinó que Kumiko Kosaka es lúcida y orientada, pero también con una personalidad psicópata.
Sometida a una entrevista psicodiagnóstica, test de Bender, test de las Ocho Hojas, inventario Multifásico de Personalidad de Minnesota (MMPI-2) y un cuestionario Desiderativo y Rorschach, el informe arrojó algo puntual
“Oculta aspectos de su propia historia vital y personalidad. Puede organizar y planificar su conducta, con conocimiento de las consecuencias de las mismas tanto para sí como para terceros”.
Además que “es responsable de sus actos, (…) con predominio de rasgos narcisistas, (…) conductas desajustadas en las esferas de su personalidad y sexualidad”.
En septiembre un exalumno con las siglas J.J.R de 23 años, confesó los abusos sexuales que vivió en el instituto para sordos Antonio Próvolo de Mendoza por parte de los exsacerdotes Nicolás Corradi, Horacio Corbacho, y el exjardinero Armando Gómez.
J.J.R dijo al Tribunal Penal N°2 de Misiones, capital de Mendoza en Argentina que, el tiempo que estuvo en Próvolo, fue violado aproximadamente ocho veces hasta que llegaba a desmayarse por el dolor que sufría durante los ataques.
La Justicia argentina condenó a finales de noviembre a Corbacho, Corradi y a Gómez Bravo, en lo que fue considerado un histórico fallo.
Corbacho recibió la mayor condena por abuso sexual que se registra en la Argentina contra un cura católico: 45 años. Corradi fue sentenciado a 42 años y Gómez Bravo a 18.
Juicio único para los implicados que restan
La mañana del jueves las autoridades argentinas confirmaron que las nueve personas que aun son imputadas por el renombrado caso, serán enjuiciadas en un único debate, según el medio local Los Andes.
Por tal, las monjas Kumiko Kosaka y Asunción Martínez; la ex representante legal del instituto, Graciela Pascual; las ex directoras Gladis Pinacca, Cristina Leguiza, Valesca Quintana y Laura Gaetán; la psicóloga Cecilia Raffo y la excocinera del instituto, Noemí Paz, se sentarán juntas en el banquillo de acusados.
El Caso Próvolo en Argentina remeció los cimentos de la Iglesia Católica en todo el mundo, debido a que la justicia condenó a dos curas tras comprobarse que abusaron sexualmente de varios niños con discapacidad auditiva.
Desde el 2005 hasta 2016, decenas de menores denunciaron por violación a los religiosos, quienes contaban con el respaldo de las monjas, monaguillos y hasta el jardinero para perpetrar los delitos.
“Pedimos perdón por los pecados propios y ajenos. La conciencia de pecado nos ayuda a reconocer los errores, los delitos y las heridas generadas en el pasado y nos permite abrirnos y comprometernos más con el presente en un camino de renovada conversión”, indicó la Santa Sede.
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