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1a. Reflexión Orteguiana: los origenes, con un can apaleado…por Luis Villegas

 

 

Cuando tenía 15 años no tenía muy claro qué quería hacer con mi vida (y sigo sin tenerlo claro) pero sí tenía muy claro qué no quería. En aquel entonces, el asunto del gobierno me parecía un tema de cinismo ramplón entre gentes que se debatían entre una rapacidad voraz y una estulticia sin límites; es decir, un asunto entre ladrones e imbéciles; débiles morales todos; alentados por la cobardía, la ignorancia o la codicia.

 

Luego conocí a don Manuel Gómez Morin (es un decir, claro), a don Efraín González Morfín, a Adolfo Christlieb Ibarrola, y las cosas empezaron a cobrar forma, a tener sentido. Algo que me seducía, era la lucidez, la sencillez, la originalidad y la fuerza de su pensamiento: La restauración de la Patria a partir de la regeneración ciudadana. Construir ciudadanos para construir al País o dicho a la inversa: Construir México a partir de construir ciudadanos. Y piénsese que don Manuel (el iniciador) no escribió hace 30 o 40 años. En 1928 le escribe don Manuel a José Vasconcelos: “En resumen: ¿vale más lanzarse a una lucha que pueda llevar a los grupos contrarios al exterminio, para lograr el triunfo inmediato o perderlo todo, o vale más sacrificar el triunfo inmediato a la adquisición de una fuerza que sólo puede venir de una organización bien ordenada y con capacidad de vida?”.1 En el informe que rindiera a la Asamblea Constituyente del PAN, sería más explícito: “Lo importante… es formar de nuevo la conciencia nacional dándole otra vez el sentido histórico de la realidad y del destino de México”.2 Esa misión asignada a Acción Nacional se reiteraría en el transcurso de los años por venir: “Mientras no exista una conciencia pública organizada, actuante, ninguna fuerza externa podrá efectuar la necesaria renovación de la vida pública de México”;3sin maniqueísmos ni reticencias, hemos buscado por encima de los triunfos electorales la formación de opinión pública”.4

 

Hace unos días, me topé con un libro que compré sin titubeos: “José Ortega y Gasset”;5 una biografía del extraordinario filósofo español. Empecé a leerlo (voy apenas en la página 300) y, con azoro, caí en la cuenta de que ahí estaban, prístinos e intactos, los planteamientos (los fundamentos) de Acción Nacional. Escribe Ortega:

 

  1. “Está el nacionalismo del compromiso civil y cultural, enraizado en el pasado pero contra el pasado, y más aún contra el pasado de leyenda; […] la llamada a un ideal nacional propio y fuerte; la exigencia de la educación y la alta cultura como mecanismo a medio plazo para una resurrección integral; la fe en la vitamina ética para una reforma política […]”;6

 

  1. “Es la reforma profunda del carácter español lo urgente, porque el carácter es lo único reformable desde la educación y la enseñanza”;7

 

  1. Es necesaria la pedagogía política (en el sentido moral de la palabra) para “formar ‘la consciencia de ciudadano lentamente’ y cumplir con la ‘intervención en los asuntos públicos’, que es ‘un deber primario superior a todos los demás’”,8 y

 

  1. “La posición de España está demasiado cerca de la cobardía y la parálisis: ‘no tenemos afán de vivir, de gozar ni de imperar’; […] nuestra raza se ha tumbado al borde del camino como un can apaleado”.9

 

No fue decepcionante constatar que mis héroes (entendida la voz “héroes” como la entiende Ortega, para quien la virtud más alta de un héroe está en “un poco de materia puesta a arder”10) fueran hombres de carne y huesos que abrevaron en ese pozo de sabiduría; es más, muy por el contrario, fue una agradable sorpresa redescubrir México tras esa mirada; sus males -que yo equivocadamente creía endémicos-, compartidos por esa España de la que se duele el filósofo. México, como anhelo frustrado, como aspiración legítima y trunca. México como potencia a medias. México, discurso vaciado de contenidos a fuerza de mancillar las palabras. México de mitos y leyendas y una historia mal contada, pésimamente asimilada y peor comprendida. Un México que no acaba de “cuajar” como nación y cuyos hijos, títeres sin cabeza, somos incapaces de rebelarnos, y antes, aplaudimos y ensalzamos a aquel que nos subyuga, que nos aplasta.

 

El azoro, como ya dije, no provino de encontrar esa feliz coincidencia, en lo absoluto. Su origen se halla en la triste y cotidiana constatación de que México, mejor dicho, los mexicanos -100 años después de la reflexión orteguiana o 90 de la gomezmoriniana- estamos demasiado cerca de la cobardía y la parálisis; sin afán de vivir, de gozar, DE IMPERAR; nuestra raza (joven) se ha tumbado al borde del camino -y ahí yace- como un can apaleado. Y quien sostenga lo contrario miente… o se engaña.

 

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Luis Villegas Montes.

luvimo6608@gmail.com, luvimo6614@hotmail.com

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